MANERAS DE CRECER Y COMPETIR
Artículo aparecido en el periódico "ABC" el domingo, 20 de enero de 2013.
El reconocimiento por el FMI del error que supuso recetar austeridad, porque subestimó sus efectos despreciando el efecto multiplicador negativo sobre el crecimiento y el empleo, ha puesto en entredicho el eje básico de las políticas económicas impulsadas por la derecha europea desde 2010. Eso sí, sin reacción alguna por ahora. Año 2010, fecha en la que crisis financiera se convirtió en crisis de deuda soberana, crisis de deuda como consecuencia y no como origen de los problemas que vivimos. Esta semana el portavoz de la canciller alemana ha insistido en que Europa no volverá al crecimiento si no reduce su deuda, olvidando mencionar que Alemania ha crecido considerablemente en los últimos años con un porcentaje de deuda pública acumulada sobre el PIB mayor que el español, demostrando que el crecimiento, cuando se produce, se debe a otros factores.
Pero el austericidio es sólo uno de los errores que se están cometiendo en materia de crecimiento. En España se desperdició el pacto de rentas alcanzado por los sindicatos y la patronal en enero de 2012, un pacto que contemplaba una cláusula de descuelgue general para moderar salarios como nunca se había logrado antes y abría la puerta a la flexibilidad interna para evitar destruir empleo a cambio de reducciones pactadas de jornada, movilidad laboral y bajadas salariales. Un modelo de relaciones laborales que ha sido dinamitado por la reforma laboral que vino después.
Da la sensación de que el camino que estamos siguiendo para volver a ser competitivos y crecer y crear empleo, algo que sin duda lograremos, es el de la devaluación interna vía costes, salarios y prestaciones sociales sin atender a los elementos intelectualmente más sofisticados pero reales y de peso que determinan la competitividad. Devaluación interna que es también consecuencia de las deficiencias institucionales de la zona euro.
Así, en las últimas semanas, ante el fracaso del modelo de austeridad complementado por un burdo regreso a la desregulación –ahora laboral y social-, ha vuelto a cobrar fuerza la comparación entre lo qué hacemos aquí en el sur y lo que sustenta a las economías del norte.
Alemania ha ido bien. Y no lo ha hecho como la derecha defiende gracias a las reformas introducidas en la llamada Agenda 2010 que sólo ha conseguido dualizar el mercado de trabajo condenando a millones a la precariedad, a los minijobs y a la subcontratación. La economía alemana sigue dependiendo de sus industrias y sectores clásicos sustentados por un sistema de relaciones laborales cooperativas que permite la implicación directa de los denostados sindicatos en la gestión empresarial. Un sistema en el que las empresas renunciaron hace décadas a la flexibilidad externa vía despido o temporalidad como en España. Un sistema en el que en tiempos de bonanza se invierte en tecnología, formación y modernización, y que en los de crisis retiene mano de obra mediante esa flexibilidad interna.
En Francia, mientras, empresarios y sindicatos han firmado un proyecto de reforma del mercado laboral con el objetivo de mantener el empleo. ¿Qué contempla? Un pacto, flexibilidad y movilidad laboral, y la posibilidad de reducir el salario o el tiempo de trabajo para evitar despidos cuando existen dificultades objetivas en las empresas. ¿Les suena? Es probable, aquí vamos en la dirección contraria. El debate de fondo es sobre las diferentes maneras de crecer, o como dice un compañero mío, sobre una más que posible concepción progresista de la competitividad.
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