MENTIRAS ARRIESGADAS
Diputado a Cortes por Navarra (PSOE)
y Doctor en CC. Económicas
No existe registro en nuestra todavía corta historia democrática de un giro mayor que el protagonizado por el Gobierno presidido por Mariano Rajoy. Han bastado 10 días, los transcurrido entre la investidura y el Consejo de Ministros del 30 de diciembre para romper la principal promesa del nuevo Gobierno, no subir impuestos, repetida, explicada y justificada mil veces durante los últimos años por todos los miembros del PP sin excepción, debate de investidura incluido. Así las cosas, el giro que realizó el Gobierno socialista en mayo de 2010 sabe a poco porque aquél tuvo lugar dos años después de las elecciones de 2008 en un contexto económico que nada tenía que ver con el del comienzo de aquella legislatura. Porque, tras esa transmisión modélica de poderes, transparente y efectiva, tras haber compartido PP y PSOE durante meses toda la información macroeconómica y contable existente, tras haber pactado el Consejo Europeo de diciembre, ¿cómo se explica que el principal argumento del discurso de Mariano Rajoy el 19 de diciembre, no subir impuestos, se haya convertido en la mayor subida fiscal de nuestra historia democrática una semana después? ¿Qué queda de ese discurso de investidura, de las promesas electorales, a qué debemos atenernos ahora? El único rédito que puede obtener el gobierno de esta gigantesca mentira escenificada durante meses es la tranquilidad de que a partir de ahora va a poder hacer lo que le de la gana en prácticamente todos los ámbitos. Llegó al poder si desvelar su programa y la principal promesa ha durado 10 días.
El paquete de medidas aprobados, además, es brutalmente procíclico –o sea que contribuirá a profundizar la crisis-, regresivo porque se concentra en los asalariados, clases medias e incluso menos favorecidas, y se equivoca en cuanto al modelo de crecimiento al podar la I+D y otras políticas de futuro mientras recupera la desgravación fiscal por adquisición de vivienda.
Paul Krugman escribía esta semana que no existe ningún tipo de base empírica o histórica que respalde la llamada austeridad expansionista impulsada por la Alemania de Merkel o los Republicanos estadounidenses, algo rigurosamente desacreditado y que en 2012 puede quedar de nuevo demostrado sobre todo en una Europa camino de la recesión. Recortes del gasto que no mejoran sino reducen la confianza de consumidores y empresarios mientras el consumo y la inversión se hunden en una economía todavía sin liquidez. Recortes como los anunciados por el tándem Montoro-Guindos combinados con una brutal subida fiscal a las clases medias que van a provocar un retraso de la recuperación quizás de años.
La subida fiscal aprobada concentra en el IRPF el 70 por 100 del aumento de recaudación, en los trabajadores, y aunque intenta desviar la atención sobre el fondo de la cuestión elevando nada menos que 7 puntos el último tramo del marginal a la escandinava todo sabemos que ahí no hay nadie, por eso seguiremos presenciando una constante y fluida migración de profesionales hacia la tributación por sociedades que no se toca. Algunos opulentos grupos sociales como los funcionarios o los pensionistas encajan varias medidas, congelación o pérdida de poder adquisitivo real, subida del IRPF, subida del IBI, y ven cerrado el acceso de sus familias a la dependencia o renta de emancipación. Mientras, otros grupos sociales de mayor renta no encanajan ninguna o quizás la subida del IBI aminorada por la recuperación de la desgravación por compra de vivienda. Lo bueno de estar en la oposición es recordar que desde el PSOE defendimos en campaña la necesidad de subir impuestos pero no estos.
Por último el modelo de crecimiento sale tocado, sabemos bien que la desgravación fiscal por compra de vivienda no sirve de mucho, se traslada al precio y equivale a una transferencia de renta al vendedor o promotor, es cara –entre 500 y 1000 millones de € al año- y alimenta el sector que desbocado en su burbuja es responsable de buena parte de lo que nos sucede. Esta es quizás, sin embargo, la única promesa cumplida por Mariano Rajoy cuando hablaba de regresar a 1996, a cuando todo comenzó con el añorado ladrillo. Demasiados errores.
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