UNA NUEVA EUROPA
Juan Moscoso del Prado
Diputado a Cortes por Navarra (PSOE)
y Doctor en CC. Económicas
Qué está pasando en Europa?
—Que no tenemos instrumentos capaces de combatir la crisis global que estamos padeciendo. Estamos yendo a remolque de los acontecimientos, y la actitud de Alemania, sobre todo, y de algunos otros, trata de posponer decisiones que se deberían haber adoptado, no hace meses, sino incluso años.
—Algunas empresas ya están realizando simulaciones sobre un escenario de una eventual salida de la moneda única por parte de varios países. ¿Se contempla esa posibilidad?
—Creo que políticamente sería inasumible, y económicamente provocaría un daño irreversible del que tardaríamos décadas en salir. Lo que ocurre es que está faltando mucha voluntad política para enfocar y acometer el verdadero origen de la crisis, y eso nos está llevando a una situación muy complicada.
—Pues, ¿cuál es el verdadero origen de la crisis? Los ciudadanos se preguntan por qué han de pagarla ellos.
—El origen de la crisis es doble. Por un lado, la crisis financiera que paró bruscamente la economía europea y mundial, que es una crisis provocada por 30 años de desregulación financiera, inspirada en la ideología neoliberal. Ese parón brusco se ha visto agudizado en Europa al poner en evidencia que el modelo productivo, la capacidad de competir de la UE estaba menos desarrollada de lo que creíamos.
Y esto ha coincidido con la emergencia definitiva de países muy competitivos, como India, China o Brasil, y eso ha hecho que superado el shock de la crisis financiera, nuestra economía productiva ha sido incapaz de salir adelante. Si a esto sumamos elementos adicionales, como una política contracíclica brutal, que ha enfriado aún más la actividad económica por la austeridad que se está aplicando, y en España, el efecto del estallido de la burbuja inmobiliaria -que ha provocado que hayamos perdido dos décadas abonando un sector que era insostenible- ha detraído recursos de otros sectores, ha provocado que nuestro mejor capital humano se haya formado en actividades sin futuro y, finalmente, una destrucción de empleo y de tejido industrial de la que vamos a tardar mucho en salir.
—Viendo la aplicación de los recortes sociales, muchos analistas advierten de que, en realidad esto no es una cuestión económica, sino, más bien, ideológica.
—Para tener un Estado del bienestar sano y consolidado, debemos mantener una capacidad de riqueza importante. Pero para generar riqueza -que es lo que tenemos que hacer ahora- no hace falta desmantelar el Estado de bienestar. Lo que ocurre es que, al no tener instrumentos que nos permitan combatir a escala europea o global los embates de los mercados financieros, la única manera que existe para evitar que la deuda soberana colapse es reducir los canales por los que se genera la deuda. Cuando la economía no funciona, y tienes obligaciones, la única forma de sostener la deuda es transmitir a los mercados la sensación de que esa deuda no va a crecer porque estás reduciendo tus obligaciones de pago. Pero claro, esto es suicida en términos sociales, y creo que también es suicida en términos de mejora de la productividad. No creo que Europa sea capaz de ganar la batalla de la competitividad frente al mundo emergente si no lo hace manteniendo el Estado de bienestar. Claro que es ideológico; hay dos modelos de sociedad occidentales muy exitosos. Nadie diría que Estados Unidos no es un modelo de éxito, pero es un modelo de éxito en lo económico que, sin embargo, lo ha hecho sobre unos cimientos sociales muy diferentes a como se ha construido Europa. Lo ha hecho apoyado en la desigualdad, en la mala distribución de la renta, en las diferencias abismales entre ricos y pobres, mientras que Europa ha sido -hasta esta crisis- la otra gran referencia económica global (y algunas naciones europeas lo siguen siendo, sobre todo las nórdicas), y lo ha hecho con un modelo social muy distinto. La opción entre el modelo estadounidense y el modelo del bienestar europeo es una elección ideológica. No hay nada económico ni científico que explique que un modelo sea más exitoso que el otro a la hora de crear riqueza.
—Al principio hacía referencia al papel de Alemania -ahora lo acabamos de 'comprender' con mayor nitidez-. ¿Podría describirlo en términos esquemáticos?
—Por razones domésticas alemanas, allí se ha consolidado idea -creo que equivocada- de que el contribuyente alemán es el que se está haciendo cargo de los supuestos excesos cometidos por el resto de ciudadanos de países con los que se comparte la moneda única. Eso forma parte de la idiosincrasia alemana y de su memoria histórica respecto de lo que ocurrió en el periodo de entreguerras, la hiperinflación de entonces y el hundimiento de su economía en repetidas ocasiones. Alemania es incapaz de reconocer los beneficios del euro, no reconoce el esfuerzo que hizo Europa por ellos cuando se reunificó, que implicó una acumulación de recursos y de ayudas de todos los socios. El Gobierno de Angela Merkel no ha sido capaz de explicar a sus ciudadanos las grandes ventajas que han obtenido a través del euro por la vía de inundar Europa de exportaciones alemanas, y tampoco
son capaces de reconocer que el país que ha violado más veces las normas de estabilidad financiera desde que se creó el euro ha sido la propia Alemania. Tampoco reconocen que España tenía superávit presupuestario en 2006, 2007 y 2008 y una deuda acumulada muy inferior a la suya. Pero por razones estrictamente domésticas, se han negado a asumir que hacía falta poner en marcha instrumentos nuevos -la emisión de eurobonos con garantía común, la creación de un Tesoro Europeo, la dinamización del papel del Banco Central Europeo en la compra de deuda, como hace la Reserva Federal de Estados Unidos-. Creen que eso equivale a un 'perdón' a la deuda y que, en cierto modo, hay que 'castigar' al incumplidor. Creo que se han equivocado completamente; con su actitud, además, de buscar acuerdos únicamente con Francia (con todas esas reuniones con que nos han 'deleitado' Sarkozy y Merkel) han dañado gravemente el proyecto europeo.
—El papel de Francia resulta un tanto seguidista, ¿no?
—Creo que el papel de Francia es más coherente. La Europa que hemos construido en
estos años pasa por la piedra angular del entendimiento profundo entre Francia y Alemania. Me atrevería a decir que Francia, al acompañar a Alemania en este momento tan complicado para Europa, aunque también estén dejando de lado a las instituciones comunitarias y no estén siendo muy leales al espíritu de los tratados, creo que, sin embargo, al no dejar sola a Alemania, esto será bueno parta Europa a medio y largo plazo, porque esa sincronía entre ellos es fundamental para que Europa aguante.
—¿Vamos a ir a las dos velocidades?
—Creo que, en cierto modo ya lo estábamos. La pregunta más complicada sería si realmente estamos abocados a la aparición de una nueva superestructura intergubernamental entre los países del euro, que eclipse las políticas resultado de la integración pura -La
"Alemania no reconoce el esfuerzo que hizo Europa por ella cuando se reunificó”
Comisión Europea y, sobre todo, el papel del Parlamento-. Es preocupante que en esta crisis, en la que estamos demandando más Europa, y los ciudadanos están en la calle exigiendo más participación, más transparencia, nada indica que se den movimientos en ese sentido. El peligro es ese.
—¿Cuál sería su valoración de la última Cumbre de la UE ?
—Los resultados los hemos valorado como positivos, pero insuficientes. Insuficientes porque la Cumbre ha alcanzado un gran acuerdo para asegurar la estabilidad fiscal y, en consecuencia, estabilizar los mercados de deuda, pero olvida totalmente poner en marcha políticas que sean capaces de incentivar y animar la recuperación económica. De hecho, tanto el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), como el Partido Socialista Francés (PSF), y el propio PSOE, lo hemos cuestionado. El SPD ha pedido un nuevo plan europeo de política industrial, ha propuesto -como nosotros- financiar políticas de empleo con una tasa sobre las transacciones financieras, y el PSF ha pedido la puesta en marcha de lo que ha denominado 'federalismo de proyectos', que implica inversiones europeas capaces de reactivar la economía. Otra de las carencias de la cumbre es que no se ha puesto en marcha ningún sistema de solidaridad, de mutualización de la deuda. También el SPD y el PSF han propuesto esta medida. Tampoco se ha avanzado en el papel del BCE. Ahora está interviniendo desde un limbo legal interviniendo en el mercado de deuda. Merkel se niega a reformar sus estatutos para que pueda llevar a cabo más actuaciones legalmente, pero no ve con malos ojos que intervenga para estabilizar. Es una hipocresía; se podría reformar tranquilamente para permitir que se ocupase de la estabilidad y no solo de controlar la inflación. La actitud británica ha sido penosa. Reino Unido ha cometido un error abandonando una senda por la que llevaba transcurriendo 40 años, y va a ser difícil convivir con ellos en el mercado único, si no han podido asumir estándares comunes de regulación del sistema financiero. Habría que recordar que quebraron casi todos sus bancos comerciales.
—Reino Unido, efectivamente, se queda fuera.
—Al negociar ahora el acuerdo a 26, se romperá el método comunitario y se reforzará indirectamente el directorio Merkel-Sarkozy.
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