domingo, 10 de abril de 2016




Economía: estancamiento y frustración secular.



Artículo aparecido en "Fundación sistema" en el número de abril de 2016.


Un año después del penúltimo salvamento de la eurozona por Mario Draghi y el Banco Central Europeo (BCE) con la puesta en marcha del plan de compra de activos –quantitative easing (QE)–, 720.000 millones de euros de liquidez inyectada en un año, las dudas sobre el crecimiento y el miedo a la deflación siguen con nosotros.
En la Unión Europea los consumidores dudan, la inversión no repunta como en otras recuperaciones, el crecimiento flaquea y los mercados languidecen mientras caen los indicadores de confianza.
El pesimismo no es sólo europeo, la situación en China y en un número importante de economías emergentes es muy preocupante, la caída del precio del petróleo y de las materias primas y el deterioro del comercio internacional muestran que la economía global no se ha recuperado de los estragos generados por la crisis y que en su conjunto sigue sin saber encontrar una fórmula que conduzca a la estabilización de tasas de crecimiento sostenibles.
El sistema financiero, de nuevo, emite señales de alarma, y no sólo como consecuencia de los bajísimos tipos de interés que sin duda dificultan su rentabilidad. En Europa persisten las dudas sobre la calidad de los préstamos y activos del sistema bancario y sobre la suficiencia de su capital; el rescate “a la italiana” de la banca de ese país en enero de este año o los gravísimos problemas del Deutsche Bank en Alemania son el último episodio de esta historia a la que la incertidumbre económica no hace sino prometer nuevos sobresaltos.
Tal y como indican la experiencia europea y japonesa, las dudas acerca de la suficiencia de la política monetaria para incentivar el crecimiento arrecian. Hasta la OCDE, último refugio de la ortodoxia macroeconómica, cree que la política monetaria es insuficiente para garantizar el crecimiento y que es necesario un claro impulso fiscal –inversor aprovechando los bajos tipos– y de reformas para promover el crecimiento de la productividad y el empleo. La OCDE teme que un nuevo shock financiero global, provocado por el miedo a que los elementos que han sostenido el valor de los activos en los mercados financieros desde la crisis se debiliten, vuelva a impactar sobre la economía real.
Todos estos elementos explican la paulatina corrección a la baja de las previsiones de crecimiento para este año y el que viene. La caída del comercio internacional va a repercutir en las exportaciones, al tiempo que los efectos del “viento de cola” del último año –tipos de interés bajos, depreciación del euro y caída del precio del petróleo– van a ir mitigándose. La volatilidad, con todo, es muy alta como muestra el último rebote al alza del precio del petróleo.
En nuestro país, si bien es cierto que la economía española crece más que la media, como nos recuerda el Gobierno en funciones casi a diario, ello se debe a que todavía sigue lejos de recuperar el PIB destruido durante la crisis, aún queda un 40 por 100 por recuperar.
Este hecho es una prueba más de la paradoja del crecimiento en las economías maduras. El estancamiento secular, tal y como lo definió Larry Summers, no es sino la constatación de que no es posible crecer a medio y largo plazo por encima de tasas cuyo techo viene marcado por el crecimiento de la productividad total de los factores (PFT). A corto es muy distinto, los ciclos marcan la pauta, creando las condiciones para destruir renta y luego crecer por encima del potencial en tanto existen recursos ociosos –el elevado nivel de desempleo español por ejemplo–. En España la destrucción de empleo desde el comienzo de la crisis ha provocado un aumento de la productividad aparente –valor añadido por hora trabajada– debido al intenso proceso de ajuste de plantillas vivido, pero no de la PTF –calculada como la variación de la producción que no se debe al incremento del capital ni del empleo–. Ello muestra un deterioro estructural de la capacidad competitiva de nuestra economía desde el comienzo de la crisis que sólo podría haber comenzado a corregirse en el último año.
La economía japonesa es probablemente el mejor ejemplo de este paradigma. Una economía señalada durante décadas como la de un país enfermo, pero que, sin embargo, representa el mayor grado de evolución y desarrollo de las economías de mercado. Sin restar importancia a algunos de sus problemas –nivel de endeudamiento, envejecimiento de la población– Japón ejemplariza lo que sucede cuando una economía muy desarrollada alcanza el pleno empleo –nunca recurrió a la inmigración para ampliar su capacidad de crecimiento– y carece de recursos naturales –energéticos– o suelo –para impulsar burbujas inmobiliarias–, de modo que su crecimiento depende en gran medida de la capacidad de su sistema productivo y de su tejido social de mejorar la productividad invirtiendo en capital humano, conocimiento y tecnología. Así, el supuesto enfermo japonés conforma la sociedad más igualitaria de la OCDE, la que mejor predistribuye –la distribución de la renta inicial previa a las actuaciones públicas redistributiva es más justa que en ningún otro país–, la que presenta mayor apego a los valores inmateriales y a la cultura –consumo–, la más longeva y la que más tiempo lleva de manera continua en prácticamente pleno empleo. Raro enfermo.
Pero regresando a Europa, y a la del Sur, donde la situación es muy distinta a la japonesa y donde queda tanto  por hacer, se pone en evidencia que el Quantitative Easing (QE) no es suficiente como algunos llevamos demasiado tiempo advirtiendo. El BCE y los bancos centrales se están quedando sin opciones para sostener sus intentos de estímulo mientras la demanda languidece y la inversión privada se retrae como consecuencia del ralentizamiento global. Además, algunas economías se enfrentan a riesgos particulares: Italia a las consecuencias de su autorescate bancario; España a las del incumplimiento continuo de los objetivos de déficit por el Gobierno del PP, que le va dejar al próximo Gobierno algo más que una patata caliente como herencia: un ajuste fiscal. Grecia, Portugal, en fin…
La contención salarial, bajos salarios en definitiva, y la inseguridad en el trabajo bajo las nuevas formas de contratación explican parte del fracaso de las políticas expansivas exclusivamente monetarias, como adelantó Keynes hace 80 años cuando alertó acerca de la “trampa de liquidez”. 
La devaluación interna ha sido la única herramienta utilizada para mejorar la competitividad de la economía europea. Los bajos salarios y la precariedad no han contribuido a mejorar el consumo ni mucho menos a endeudarse vía crédito en bienes de consumo duraderos, más aun teniendo en cuenta los todavía elevados índices de morosidad bancaria –y de endeudamiento–.
Si bien algunas economías europeas como la alemana o las nórdicas podrían asimilarse en algunos aspectos a la japonesa –desde luego no en cuanto a la llegada de flujos de emigrantes–, en Europa existe un grave problema de demanda que impide la utilización de todos los recursos disponibles como muestran las elevadas tasas de desempleo que apenas disminuyen. La inversión es insuficiente para garantizar tanto la demanda como la mejora de la productividad imprescindible para que la economía europea genere empleo de calidad y sea más competitiva. Según el FMI, la inversión en infraestructuras, por ejemplo, es en Europa inferior a la necesaria para garantizar su mantenimiento y desarrollo, así como el aumento de productividad. En España la inversión de las empresas en 2015 sigue siendo un 50 por 100 inferior que la realizada en 2007, mientras que el ratio de inversión sobre ventas ha caído a los niveles de 1995.
Europa y también la economía global necesitan medidas urgentes que permitan, por ejemplo, canalizar ahorro privado hacia este tipo de inversiones utilizando con inteligencia las instituciones públicas existentes (BEI, Banco Asiático de Infraestructuras, BERD…). ¿Alguien se acuerda del Plan Juncker? Europa no reacciona.
El económico es el verdadero problema de fondo de la sociedad europea, el estancamiento secular está generando una frustración secular que es el origen de la crisis política y de confianza en nuestras instituciones democráticas.
Desde la derecha se critica la política del BCE porque no acomete los verdaderos problemas de la economía europea –endeudamiento, exceso de capacidad y tamaño del Estado–, que desde su punto de vista exigen reducir impuestos y dejar más espacio para la iniciativa privada. Esta crítica olvida los problemas de crecimiento de las economías próximas al pleno empleo –de nuevo la productividad–, así como el hecho de que las economía más productivas y con rentas más elevadas no son precisamente las que menores niveles de gasto público presentan –pero sí las que disponen de cuentas públicas equilibradas en el ciclo y no subvencionan infinitamente actividades obsoletas–.
Europa debe reflexionar acerca del modelo productivo sobre el que quiere sustentar su sociedad en el futuro y sobre su modelo de bienestar. España, por ejemplo, está generando empleo de mucha peor calidad que el que la crisis destruyó. Está bien tapar los socavones de una carretera, pero no es lo mismo hacerlo con asfalto que con tierra o arena, y eso es lo que está sucediendo en nuestro mercado laboral. Sin empresas competitivas respaldadas por un marco regulatorio que garantice su crecimiento y globalización, y sin un sistema que apueste por los individuos, por la educación, el conocimiento, el mérito y capacidad y el capital humano no podremos sostener las políticas sociales que garanticen la igualdad de oportunidades y la justicia social como demandamos desde la izquierda. 

miércoles, 26 de agosto de 2015


Un Socialista imprescindible.



Artículo aparecido en "Diario de Noticias" el 26 de agosto de 2015.


Con Txiki se nos va el último de los fundadores del PSOE moderno. Junto a Felipe González y Alfonso Guerra puso en marcha la maquinaria política más moderna y potente de la democracia española y renunció a estar en primeras filas de la política para velar por el funcionamiento del partido, tanto en sus tiempos de secretario de organización como después cuando siempre estuvo en los momentos en los que hubo que tomar decisiones más difíciles y trascendentes. Él simboliza y prácticamente personalizó aquel épico socialismo vasco que fue motor del socialismo español.

Txiki Benegas fue un político generoso que entregó su vida al partido. Era el último de esa generación que siguió activo hasta el final y ha muerto siendo todavía diputado en el Congreso. Para mí, fue un referente y prácticamente un mito desde mi adolescencia, creo recordar que la primera vez que le saludé fue en Pamplona en el verano del 83, cuando yo tenía 16 años, y entonces nunca imaginé que algún día llegaría a tener el honor de compartir escaño con él.

Yo recuerdo muy bien mis primeros días con Txiki Benegas en el Congreso, en el que nunca ahorro esfuerzos ni tiempo para ayudarnos a los más jóvenes a entender y comprender lo que significaba ser diputado a Cortes. Siempre estuvo ahí, siempre preocupado por enseñarnos, por transmitir el rigor y el inmenso honor que suponía representar al Partido Socialista Obrero Español en el Congreso de los Diputados.

Txiki Benegas fue un político de una inmensa generosidad, renunció a ser lehendakari a pesar de haber sido el político más votado en las elecciones de 1986 al Parlamento Vasco. Pero en su sentido de Estado, su lealtad y su apuesta por la paz y el diálogo y la concordia, hizo de él un mito entre todos los socialistas y también entre los políticos de otras formaciones, tanto en nuestro país como en el extranjero.

Sin Txiki echaremos en falta su talante, su sentido crítico, su inteligencia y siempre su agudeza. Era imposible tomar ninguna decisión todavía hoy sin contar con la visión y el punto de vista de Txiki.

Nunca olvidaré la inmensa satisfacción que sintió, como sentimos todos, cuando ETA anunció el final definitivo de la violencia. Él, que enterró a más compañeros que nadie asesinados por ETA y él, que siempre creyó en la paz, en el valor del diálogo como instrumento político de reconciliación, en la democracia y en la justicia y en el perdón, pero no en el olvido.

En los últimos tiempos Cataluña constituía una de sus principales preocupaciones. Junto a Alfredo Pérez Rubalcaba, con quien construyó una gran amistad, participó entre bastidores en la redacción de la Declaración de Granada, documento que constituye la base de la propuesta del PSOE actual para reformar la Constitución y avanzar hacia una España federal. Txiki Benegas fue, sin duda, uno de los políticos a los que más debe nuestra todavía joven democracia. Un gran demócrata y un gran socialista.

¡Adiós, Txiki! ¡Hasta siempre!

viernes, 17 de julio de 2015





Grecia y Europa al límite: el reto de la Socialdemocracia. 



Artículo aparecido en la revista "sistema Digital" el 17 de julio de 2015.


Para hacer una lectura mínimamente positiva del acuerdo sobre el tercer rescate de Grecia basta con tener en cuenta un solo elemento: Grecia continúa en el euro lo cual, en principio, refuerza la irreversibilidad de la moneda única. Por desgracia la negociación, o más bien el inaudito combate vivido, se produjo confrontando dos alternativas, la de la permanencia frente al “Grexit”. Por esta razón el gobierno de Grecia asumió un acuerdo durísimo primando por encima de todo y con poco margen para matices la permanencia en la eurozona.

Sin embargo, la irreversibilidad es un concepto absoluto que no permite graduación, ni se refuerza ni se debilita, o es o no es. Las continuas afirmaciones del ministro alemán de finanzas Schäuble, y su propuesta de salida temporal de Grecia del euro, generan inquietantes dudas de fondo que sin duda los mercados interpretarán en cuanto vuelva a haber problemas. Esta posibilidad, que estuvo sobre la mesa del Eurogrupo, esboza una futura potencial ruta de salida del euro y no sólo para Grecia, justamente lo contrario de lo que el controvertido acuerdo persigue. Algo se ha roto quizás para siempre.

Por otra parte, la lectura negativa del acuerdo también tiene fundamento, no sólo por su contenido, sino también por el innecesario deterioro adicional encajado por la economía griega, por sus ciudadanos, e incluso por el conjunto de la economía europea, y sobre todo por cómo se ha negociado y por lo que ha ocurrido tanto en el Eurogrupo como en el Consejo Europeo. Gruesas palabras en un clima de enfrentamiento y tensión que van a exigir un inmenso esfuerzo conciliador durante mucho tiempo para reconstruir el mínimo clima de confianza imprescindible para seguir construyendo entre todos el proyecto europeo.

Ha vuelto a quedar claro que sigue sin existir una alternativa al esquema de gobernanza económica impuesto por Alemania y los países centrales del euro, a pesar del evidente fracaso en materia de crecimiento, desapalancamiento, mejora de la productividad, creación de empleo –como se quiera medir- de los países con mayores problemas. La zona euro no puede convertirse en una trampa permanente para los países menos virtuosos condenados a la deflación y a políticas procíclicas como si nada. No se puede continuar por el mismo camino si se pretende evitar no tanto la expulsión como alguna baja voluntaria del euro en un horizonte temprano. Europa ha salido muy debilitada de esta crisis.

Entonces, ¿cómo queda Grecia? ¿Mejor o peor que antes? Es evidente que Grecia y sus ciudadanos están mucho peor ahora que hace 6 meses e incluso que hace 15 días. La pregunta es si podrían haber estado mejor, y por desgracia la respuesta es sí. La negociación, la estrategia de su gobierno, ha sido catastrófica.

Es evidente que este gobierno griego no es el único y ni siquiera el principal responsable de la situación, que se remonta a mucho más atrás, y es evidente también que la estrategia seguida por la Unión Europea y por el Eurogrupo ha resultado fallida.

En Grecia los errores se remontan a todos los gobiernos anteriores que renunciaron a modernizar su país (o no pudieron) y mintieron en la publicación de sus cuentas públicas. Errores también del gobierno actual de Syriza por su incapacidad tanto para poner en marcha reforma alguna en 6 meses de gestión como para negociar con Europa. Un gobierno que ha desaprovechado la oportunidad que los ciudadanos griegos le dieron en las urnas y que más que evitar ha propiciado con su irresponsable comportamiento el brutal deterioro de su economía durante las últimas semanas, incrementando el sufrimiento de los ciudadanos griegos que han sumado un corralito bancario a la cadena de tragedias que padecen desde hace años.

Grecia ha cometido muchos errores, demasiados, pero Europa también. Y ambas fuentes de error, griega y europea, están interrelacionadas.

Errores de las instituciones europeas que con su permanente miopía en el tratamiento de la crisis forzaron a Grecia a acometer recortes drásticos que deprimieron su economía en nombre de la austeridad. También, unas instituciones europeas que erraron al no plantear con determinación desde hace mucho antes, desde la adhesión de Grecia a las Comunidades Europeas en 1981, la necesidad de llevar a cabo las reformas imprescindibles para modernizar el país y sus instituciones, para eliminar privilegios, para combatir la corrupción y garantizar el crecimiento económico y la cohesión social en Grecia. Reformas y modernización que los países bálticos, por ejemplo, que fueron Unión Soviética y que firmaron su adhesión casi 25 años después que Grecia, pusieron en marcha en un plazo ejemplar. Países que junto a otros 6 Estados miembros tienen una renta per cápita inferior a la griega.

Así mismo, la agónica escenificación de la negociación, trasmitiendo una imagen de desigualdad y desequilibrio entre acreedores y deudores, entre el norte y el sur, es impropia de la Unión, es simplemente inaceptable e insostenible. Europa es poner en valor lo común, que es mucho, y no exprimir las diferencias. Europa es democracia, más democracia y mejor, y no menos o peor. Europa es un proyecto político y no sólo económico.

Todo ello ha dinamitado la confianza, el único sustento real del modelo comunitario. El acuerdo, cualquier acuerdo entre socios europeos, no sólo debe ser solidario sino que debe ser compatible con el normal funcionamiento democrático de las instituciones nacionales que deben asumir su responsabilidad en la ejecución de lo pactado.

Desde una perspectiva progresista y europeísta resulta inevitable realizar una lectura política sobre el sistema de gobernanza económica del euro que no puede continuar por el mismo camino. Es insostenible seguir así. Es preciso reconstruir y recuperar la confianza en Europa y en las instituciones comunes por lo que es necesario abrir un debate inmediato a partir del documento de los 5 presidentes de las instituciones europeas.

 (En esta dirección, en Español: https://goo.gl/02Hhqz)

Los socialistas y socialdemócratas europeos debemos ser mucho más ambiciosos que lo que proponen los 5 presidentes, con el objetivo de cerrar cuanto antes un calendario de reformas profundas para Europa y para el euro. Reformas que refuercen la legitimidad democrática de las decisiones del Consejo y de la Unión en su conjunto, y que profundicen en la integración fiscal y política. Grecia y Europa están peor que hace seis meses, sí, pero también están mejor con este acuerdo que sin acuerdo. El sueño europeo ha salido muy tocado de este episodio. A partir de ahora Europa se la juega. Europa necesita audacia, propuestas y también realismo y verdades. Una vez más, ya ocurrió con los multiplicadores fiscales, el análisis del FMI de esta semana sobre la insostenibilidad de la deuda griega y la necesidad de quitas o de una mora de décadas ha vuelto a poner en evidencia a la Unión. Schäuble dice que lo prohíben los Tratados, pero no explica que el Tratado de la Unión marca como objetivo el progreso y la prosperidad por el bien de todos sus habitantes, o que el método aplicado a Grecia ahora y antes a Chipre es el resultado de un acuerdo intergubernamental ajeno a los Tratados.

Sin Hollande y Renzi probablemente Grecia ya no estaría en el euro. Sin el empuje de ambos no habría habido acuerdo. Un acuerdo que incluye una propuesta de reestructuración de la deuda, un fondo de inversiones para el crecimiento de 35.000 millones de Euros, casi el 20% del PIB de Grecia, un exigente fondo fiduciario de garantía de 50.000 millones de euros que Grecia dotará con cargo a futuras privatizaciones –veremos cómo lo hacen porque esa cifra es superior al del valor de capitalización bursátil de la bolsa de Atenas-, y un paquete de reformas que esta vez debe servir para retornar al crecimiento y crear empleo y actividad para poder sostener el modelo de sociedad europea también en Grecia.

¿Es esto suficiente? ¿Es satisfactorio? ¿Es este acuerdo todo lo que puede ofrecer la socialdemocracia? Si la respuesta socialdemócrata a esta crisis ha sido garantizar la continuidad de Grecia en el euro porque la alternativa conservadora proponía la salida, el “Grexit”, entonces hay que dar contenido a la permanencia de Grecia en la moneda única. El enorme sacrificio quesupondrá para Grecia intentar crecer anclada al euro debe tener garantías, primero, de que lo va a conseguir, y segundo, de que la cohesión económica y social va a mejorar en el futuro. Si no es así la permanencia en la moneda única dejará de tener sentido como éxito socialdemócrata frente al potencial “Grexit” conservador. Seguir en el euro, sí, pero con algún fin, para lograr algo. Ese es el gran reto que la izquierda socialista y socialdemócrata europea debe afrontar ahora. El de volver a dotar de contenido el sueño europeo de la integración y progreso continuo que estas semanas fatídicas han dejado más debilitado que nunca. Europa merece la pena.

miércoles, 29 de abril de 2015




Grecia, pero también los demás.




Artículo aparecido en "Temas para el debate" el 27 de abril de 2015.


A pesar del creciente pesimismo sobre la posibilidad de encontrar una salida justa y solidaria a la situación griega todavía es posible hacerlo. Es compatible lograr que los ciudadanos y ciudadanas de Grecia vuelvan a confiar en un futuro de estabilidad, empleo y crecimiento dentro del euro, mientras el conjunto de Europa crece y refuerza la gobernanza democrática de la economía.

Hoy, como siempre, la salida del euro de Grecia, el “Grexit”, constituiría una insensatez de consecuencias imprevisibles no sólo para Grecia, sino para el conjunto de la Unión Europea y para el proyecto de construcción europea. Hay que recordar que fuera de Europa no hay nada.

La solución para Grecia debe ser el primer resultado visible del giro que los más optimistas creen que ya ha comenzado a dar la política económica europea tras el fracaso de la austeridad entre 2010 y 2014. una estrategia que ha colocado a Europa en una situación peor que la de partida.

Con timidez, el esfuerzo de los socialistas europeos comienza a ser reconocible. El Plan Juncker, un plan que apunta en la dirección correcta aunque con mucha menos ambición de la necesaria, es consecuencia directa del programa con el que concurrimos a las elecciones europeas en mayo de 2014. La Unión Bancaria, a pesar de sus carencias, no se hubiera materializado sin el impulso que le dio el Presidente Hollande a partir de 2012.Tampoco el giro dado por el Banco Central Europeo desde que lo preside Mario Draghi, el principal responsable gracias a su política monetaria acomodaticia lla la europea" de la mejoría de las perspectivas de crecimiento, habría tenido lugar sin el constante tesón de la socialdemocracia europea.

El último episodio de la crisis de Grecia ha sido el vinculado con el cumplimiento de sus compromisos del mes de abril con el FMI. Esta nueva prueba ha vuelto a generar demasiado desgaste y ha vuelto a demostrar la insostenibilidad de continuar mes a mes, semana a semana, viviendo al límite, al borde del precipicio. Tanto el nuevo Gobierno de Syriza como el Consejo liderado por Angela Merkel han errado su estrategia. La probabilidad de que ocurra un "accidente" aumenta día a día, entendiendo por ello incurrir en un impago que podría desencadenar una cadena de acontecimientos incontrolables. La situación es tan crítica que es difícil imaginar avances a corto plazo que alejen la posibilidad de un impago soberano más allá de 3 meses. Trimestre a trimestre, y así indefinidamente, no parece sostenible. Se negocia al límite de lo económico y de lo político —la reclamación de indemnizaciones de guerra a Alemania o el viaje a Rusia— sin ser consciente del riesgo en el que se está incurriendo.

Grecia necesita un plan de solidaridad y crecimiento, y un plan de gestión de su deuda creíble y compatible con el crecimiento. A medio plazo no resulta verosímil plantear una tuta de salida de la situación actual que exija una comprobación constante de las reformas adoptadas. Grecia y el resto de la Unión deben ser capaces de alcanzar un acuerdo creíble y estable que no genere una nueva crisis cada fin de mes, cada vez que haya vencimientos de letras del tesoro o cuando corresponda atender a las obligaciones crediticias que se decida mantener en un potencial nuevo acuerdo. Sin confianza Europa es imposible. una salida de Grecia del euro sería letal para el futuro de la unión, generaría pérdidas irrecuperables a sus acreedores —dinero de los contribuyentes— y abandonaría a los ciudadanos griegos en medio de una tormenta geopolítica perfecta en su región, Europa, sí, pero también la del Mediterráneo oriental y mar Negro.

La Unión Europea y Grecia no pueden ser a la vez socios y acreedores porque somos una Unión de ciudadanos por encima de cualquier otra cosa. Por esta razón los socialistas españoles del PSOE creemos que, una vez cerrado el esquema institucional de creación y puesta en marcha de la Unión Bancaria, ha llegado el momento de acometer la creación de un Fondo de Amortización de Deuda. En línea con la propuesta aprobada por el Parlamento Europeo, este Fondo podría emitir Eurobonos que servirían para mutualizar la deuda pública de los países miembros que supere el 60% del PIB, límite establecido en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. En un principio esta emisión podría limitarse incluso solamente a Grecia o a los países que lo solicitaran porque su aplicación podría razonablemente ser paulatina. Estas medida implicaría crear un instrumento de garantía de pago de la deuda soberana afectada respaldado por el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), que dado el volumen actual de dicha deuda y de capital de MEDE no exigiría desembolso adicional alguno.

Sin una solución que alivie la carga de la deuda pública y dé oxígeno a su economía, como propusimos desde el PSOE en enero de este año, no será posible avanzar hacia solución alguna. Para ello es necesario facilitar el alargamiento de plazos y rebajas del tipo de interés en el pago de su deuda pública. El escaso margen que se pueda lograr por esta vía, que es urgente porque el bloqueo de la situación está deteriorando el crecimiento griego desde las últimas elecciones, debe utilizarse para poner en marcha medidas que incentiven el crecimiento. Medidas de inversión que no generen más déficit y que pongan a prueba la capacidad solidaria del resto de la Unión y en particular de la Europa "central". La mejor manera de impulsar el crecimiento sin incurrir en más endeudamiento es combinar los efectos del “quantitative easing” del BCE con el aprovechamiento del margen fiscal disponible en países como Alemania, en el que, por ejemplo, la inversión neta es negativa desde hace casi una década, mientras que ha acumulado un superávit por cuenta corriente equivalente al 75% de su PIB en una década. una enfermedad macroeconómica, aunque de otra naturaleza que la griega. Desequilibrios fruto de la hegemonía del llamado “ordoliberalismo" alemán que confunde valores morales con elementos objetivos de la teoría económica. Cualquier acuerdo creíble sobre Grecia exige un cambio de rumbo claro en la economía del conjunto de la Unión y no digamos de la eurozona, y ello exige otra actitud de los países de la austeridad y de sus acólitos del PP europeo. Otra política económica es posible los Estados Unidos de Obama lo han demostrado. El FMI ya advirtió acerca de la mediocridad de la calidad del crecimiento europeo, de la imposibilidad de recuperar los niveles de renta y empleo previos a la crisis, de la insuficiencia de inversión —pública y privada— para crear actividad y emplear nuestra bolsa de paro en puestos de trabajo de calidad —buenos empleos— y sostener al mismo tiempo nuestro sistema de bienestar —población envejecida—y luchar con éxito contra la creciente desigualdad.

Todos, tanto Grecia como el resto de países de la Unión Europea, necesitamos alcanzar mayores tasas de crecimiento nominal que permitan crear empleo y reducir el endeudamiento de Administraciones, empresas y familias. La puesta en marcha del Plan Juncker debería acelerarse al máximo y dar prioridad a los países con tasas de desempleo más elevadas, como ocurre en Grecia. Asimismo, el Plan Juncker debe complementarse con un Plan de Reindustrialización, de inversiones, coordinado a escala europea, pero con un importante componente de inversión doméstica en cada Estado miembro. Las inversiones contempladas por este Plan se dirigirán a empresas ya existentes de dimensión europea o nacional y a proyectos de emprendimiento. Estas inversiones no deberían computar a efectos de control del déficit y, para evitar la generación de desconfianza a escala comunitaria y por cualquier Estado miembro, las decisiones de inversión y el control de la evolución de los proyectos deberían ser realizados a escala comunitaria. Su efecto sobre el crecimiento puede ser mucho mayor que el de los Fondos Estructurales y Fondo de Cohesión del ciclo económico anterior, sin destinarlos a finalidades improductivas y evitando aquellos que exijan procesos de maduración y amortización muy largos como algunas infraestructuras.

Grecia debe afrontar con realismo la necesidad de hacer todo lo necesario para poder generar empleo en un contexto que nada tiene que ver con el previo a la crisis. Pero no sólo es Grecia, es también el resto de Europa, porque sin un verdadero giro en la ruta económica de Europa, de toda ella, Grecia no podrá superar la crisis, y quizás otros miembros de la eurozona tampoco.


miércoles, 22 de abril de 2015


Time to rediscover the credible centre ground.



Artículo aparecido en  "Policy Network" el 21 de abril de 2015.


European progressives need to rediscover their capacity to advocate a credible centre ground, and regain the courage to lead

The crisis in Greece serves as a warning to democrats everywhere. The country that centuries ago gave birth to the democratic ideal has the potential today to ignite a populist revolt that could engulf its neighbors and bring Europe to its knees. European leaders have chosen to punt decisions on Greece’s economic future until the summer. In the intervening months, progressives need to define a pro-growth alternative and bring about a ‘European spring’.

In France, Italy and Spain, as elsewhere across the Mediterranean, the threat is tangible. There are little or no significant signs of economic growth. Populist movements from Podemos, to Five Star and the National Front remain strong or are gaining momentum. In this context, the voice of the pro-growth progressive left is trapped in a pincer movement between an ideological right wedded to Angela Merkel’s austerity agenda and disenchanted voters encouraged to blame Europe, foreigners and immigrants for their current woes. The Spanish Socialist Workers Party´s (PSOE) results in Andalucia are great news for progressives but there is still a lot to achieve in coming elections.

Across Europe, then, we are experiencing a leadership crisis. Conservatives seem content to bury their head in the sand and place blind faith in calls for structural reform. The ‘Juncker plan’ is the latest example of this fruitless and failed path. Similarly, progressives seem incapable of mustering the intellectual rigor or the political will to design, propose and pursue a credible pro-growth alternative. In this vacuum, populists are pushing the romanticised ideals of Caracas and Porto Alegre rather than the hard-earned progress of Scandinavia.

The time has now come for progressives in Europe to take ownership of the current crisis: to carve out a political space characterised by realism, facts, and credible policies able to engender economic growth and business competitiveness, and promote social justice. Properly synchronised policies focused on social justice and economic competitiveness can help foster a virtuous circle of inclusive prosperity. Unfortunately in Spain, Podemos claims we can afford Scandinavian public services without the dynamism of their economy, while Ciudadanos warns that Nordic competitiveness is only achievable without its welfare.

The time has now come to move beyond these arcane and unhelpful dichotomies, to stop opposing welfare and competitiveness, or growth and structural reform. All the structural reforms in the world will not deliver growth, just as a massive demand stimulus or mutualising national debt will not improve the competitiveness of French and Italian industry, or make Spain’s social contract sustainable.

The issue is one of choreography and timing. Supply-side measures will only produce results if they are accompanied by the investment necessary to deliver productivity gains. Moreover, good jobs in a competitive economy are the best route to social justice, but they also require investment in innovation and research and development, education and skills, more effective institutions, and new infrastructure. This could not be further from the route Prime Minister Manuel Rajoy chose for Spain – internal devaluation achieved by axing wages and reducing welfare without any strengthening of capital investment. Today, Spaniards are being led in a race to the bottom, when with aspirations for investing in human capital, technology and innovation, and physical capital would could win a race to the top.

Spain, and Europe, needs a new deal, one based on coherent mix of supranational investment and domestic reform, accompanied by a better coordination of macro-economic policies. In the case of Germany, measures to increase Europe’s aggregate demand and mutualise debt must now proceed. This must move forward in tandem with concerted efforts at domestic reform. And these must be supported by greater action at the European level, which is why PSOE recently presented its own re-industrialisation strategy for Europe, focused on investment in human capital and skills.

For this balance to occur, however, European progressives need to rediscover their capacity to advocate a credible centre ground, and regain the courage to lead. Jacques Delors, was fond of saying the EU was like a bicycle: easy to ride as long as it was moving forward, likely to fall once it stopped. Europe needs a new sense of direction and greater balance if it is to survive. Only a credible pro-growth progressive voice can provide this. By moving forward Europe can escape the current crisis, but we should be under no illusions – time is running out for the European dream.

miércoles, 25 de marzo de 2015






Pleno del Congreso de los Diputados de 24/03/2015.

TOMA EN CONSIDERACIÓN DE PROPOSICIONES DE LEY.


DEL GRUPO PARLAMENTARIO MIXTO, ORGÁNICA POR LA QUE SE MODIFICA LA DISPOSICIÓN ADICIONAL SEGUNDA DE LA LEY ORGÁNICA 8/1980, DE 22 DE SEPTIEMBRE, DE FINANCIACIÓN DE LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS. (Número de expediente 122/000178).




El señor MOSCOSO DEL PRADO HERNÁNDEZ: Señor presidente, señorías, quiero comenzar transmitiendo a las familias de las víctimas nuestro pesar y nuestras condolencias por el terrible accidente de esta mañana en los Alpes franceses del avión de Germanwings.

Señorías, debatimos hoy la toma en consideración de esta proposición de ley de reforma de la Ley orgánica de financiación de las comunidades autónomas, Lofca. El objeto de esta reforma, que compartimos, es defender el ordenamiento foral como base de constitucionalidad, cuestión de cierta complejidad jurídica, como luego explicaré, pero que pretende, como todos compartimos en mi grupo, unificar y reforzar el bloque de constitucionalidad que legitima el fuero, con el fin de evitar futuros problemas de interpretación como los que hemos conocido recientemente.

Es necesario evitar conflictos como los generados con las diferentes sentencias del Tribunal Constitucional sobre la naturaleza del convenio económico entre Navarra y el Estado. Señorías, en los debates que celebramos en esta Cámara los días 14 de octubre y 17 de diciembre quedó acreditado que los conflictos que hemos vivido en esta legislatura son incompatibles con la naturaleza del ordenamiento foral y también con su razón de ser paccionada. Nunca desde que estamos en democracia había habido un tiempo tan difícil para el autogobierno de Navarra como el vivido en esta legislatura ni nunca se había abierto una brecha tan profunda entre el Gobierno de Navarra y el Gobierno del Estado como la que se ha abierto en esta legislatura; dos gobiernos, uno de Unión del Pueblo Navarro y otro del Partido Popular, que han roto la tradición paccionada y de lealtad institucional que exigen diálogo y confianza entre ambos para trabajar conjuntamente por el interés común.

En estos debates mi grupo pidió lo siguiente; primero, la revisión y retirada de los recursos al Tribunal Constitucional impuestos por el Gobierno central contra las leyes aprobadas por el Parlamento de Navarra, tal y como la Cámara foral aprobó en septiembre del año pasado; y segundo -lo pedimos sobre todo en el debate de diciembre-, proceder a la adaptación y reforma -aunque sin decir cómo- de la disposición adicional segunda de la Lofca debido a su carácter previo a la Ley orgánica de reintegración y amejoramiento del fuero. Hay que recordar que la Lofca se aprobó en el año 1980 y la

Lorafna, nuestra ley básica constitucional en Navarra, en el año 1982 para garantizar en el bloque de constitucionalidad el reconocimiento pleno del régimen foral navarro así como la condición de comunidad foral de Navarra y todas aquellas modificaciones necesarias para, por ejemplo, garantizar el reconocimiento de Navarra para regular sus propios tributos. También entonces pedimos que se acometiera cuanto antes en el seno de la comisión negociadora del convenio económico la actualización del convenio económico para el quinquenio 2015-2019, y eso ya se ha producido. El pasado 17 de febrero se cerró esa actualización e incluso ese nuevo convenio ya ha sido ratificado por el Parlamento de Navarra en un debate que tuvo lugar el pasado 27 de febrero; debate que también tendremos aquí pronto y que mi grupo, lo adelanto ya, apoyará con su voto.

Señorías, el convenio económico es instrumento y pieza fundamental del autogobierno de la Comunidad Foral de Navarra. Por ello hay que alegrarse del acuerdo alcanzado, sobre todo dado el contexto en el que se ha producido; contexto no favorable de enfrentamiento, de conflicto y en el que es evidente que el Partido Popular -como ya han dicho otros portavoces- está abogando más que nunca por una recentralización del Estado autonómico que también afecta a la Comunidad Foral de Navarra.

El texto del nuevo convenio, de naturaleza paccionada, como no puede ser de otra manera porque así lo que dice la Constitución, es bueno no solamente porque resuelve el conflicto entre Navarra y el Estado por el IVA de Volkswagen, que ya ha sido mencionado por otros portavoces, sino también porque introduce modificaciones que deberán ser tenidas en cuenta a partir de ahora tanto para aquellos que quieran recurrir ante el Tribunal Constitucional normas navarras, ya que se lo tendrán que pensar más porque eso lo dificultará, como para el propio Tribunal Constitucional a la hora de establecer sus propias interpretaciones de futuras leyes. Aunque ese no es el debate objeto del día de hoy, tal y como defendió mi compañero Juan José Lizarbe el pasado 27 de febrero en el Parlamento de Navarra, con el nuevo convenio habrá menos argumentos para recurrir y el Tribunal Constitucional tendrá que medir más sus sentencias.

Señorías, la Constitución española y la Lorafna definen un rico e inmenso campo de juego democrático. Por eso queremos celebrar desde el Grupo Socialista que se normalice el debate sobre lo que supone el marco constitucional de definición del fuero, y me refiero también al grupo proponente. La legitimidad del fuero es constitucional, recogida en la disposición adicional primera de la Constitución, por la cual se amparan y respetan los derechos históricos de los territorios forales. Hay que recordar que la Constitución fue refrendada en Navarra por el 75% de los votantes, que constituían más de la mitad del censo electoral en aquel momento. De modo que, bienvenidos todos a la normalidad constitucional porque solo mi grupo, el Partido Socialista, de todos los grupos que hoy han intervenido, defendió sin ambages la Constitución, solo el Partido Socialista en Navarra.

Voy terminando. Junto al nuevo convenio, que aclara dudas y elimina incertidumbres, hay sin duda un amplio consenso en Navarra sobre la necesidad de modificar la Ley orgánica, la Lofca, tal y como venimos diciendo. También existe, señora Barkos, como usted bien sabe, un rico debate acerca de cómo reformar la Lofca; un debate abierto en el que mi grupo todavía no tiene una posición definitiva. Como decíamos anteriormente, cuando se aprobó la Lofca no había sido aprobada todavía la Lorafna. Navarra entonces no era una comunidad foral y la adicional primera de la Constitución legitimaba nuestro ordenamiento foral y el convenio, remontándose incluso a la Ley Paccionada de 1841. La Lofca recoge esa realidad previa a la Lorafna. Es también relevante recordar la reforma del convenio mediante la Ley 25/2003, que reconoce claramente a Navarra la potestad de establecer tributos propios no convenidos. En definitiva, defendemos todo lo que ya votamos en diciembre y que el Grupo Popular tumbó con su votación porque ya en diciembre votamos la reforma de la Lofca en ese sentido y el Grupo Popular se opuso; espero que no lo haga hoy.

Hay varias posibilidades para reformar la Lofca; esta, la que hoy defendemos, fue registrada por la señora Barkos con fecha previa al acuerdo del nuevo convenio, una iniciativa loable que se sustenta en el artículo 45 de la Lorafna, tal y como ella manifiesta. Es verdad que hay otra iniciativa viva en esta casa, registrada mediante enmienda directa a la Lofca -que también está siendo objeto de revisión en esta Cámara-, elaborada por el señor Salvador, que se sustenta en el artículo 39.1.a de la Lorafna. Ambas merecen ser estudiadas, pero sin duda puede haber otras alternativas factibles, incluso sería posible integrar ambas y hacer referencia a los dos artículos. Esto ha generado un amplio debate jurídico entre reconocidos juristas navarros y de otras comunidades autónomas; ya he mencionado a Juan José Lizarbe, pero también está don Fernando de la Hucha, don Simón Acosta o don Juan Cruz Alli. Creo que es muy importante admitir a trámite esta cuestión y entre todos, porque la naturaleza del foro es paccionada, pactar una reforma de la Lofca que satisfaga a todos ya que debe ser en los próximas décadas la base de desarrollo foral y de autogobierno en Navarra. Por esta razón, señor presidente, señorías, votaremos a favor de la toma en consideración de esta proposición de ley. (Aplausos).

lunes, 23 de marzo de 2015


Riesgo, responsabilidad, pactos y coaliciones.



Artículo aparecido en "El Huffington Post" el 23 de marzo de 2015.
El año 2015 va a ser el más electoral de nuestra historia reciente. Las encuestas muestran que los resultados electorales están más abiertos que nunca, descartando, prácticamente en todas partes, la consecución de mayorías claras. Ello, en tiempos de crisis y desafección genera todo tipo de reacciones, incertidumbre, desasosiego... También provoca que muchos reclamen responsabilidad a la izquierda, al menos a parte de ella.
A estas alturas no existe ninguna duda sobre el grave error de fondo que ha marcado la política económica de la Unión Europea desde el estallido de la crisis. Tampoco sobre las equivocaciones colectivas que en España dilapidaron un ciclo completo de crecimiento entre 1993 y 2008, el tiempo del falso milagro económico que más bien fue una burbuja.
Una de las consecuencias de ese error que todavía perdura es el desplazamiento de los votantes de izquierdas desde el espacio socialdemócrata hacia el populismo como ha sucedido en Grecia. Un logro más de la política económica impuesta por Alemania. Una política basada en conjeturas morales, pero muy alejada de lo que el sentido común y sobre todo la teoría económica recomiendan. Salvo los cruzados del Bundesbank tipo Weidmann, nadie defiende ya lo que se define con la palabra "austeridad". Ningún organismo internacional lo hace, ningún economista relevante la preconiza, pero sin embargo su filosofía perdura.
Había y hay una alternativa de política económica a lo que se ha hecho y lo que se está haciendo como han demostrado los EE.UU. Entre la austeridad y el populismo de izquierdas hay un inmenso espacio en el que hacer políticas progresistas, socialdemócratas. Políticas que aúnen el aumento de la productividad total de los factores y la mejora de la competitividad con la lucha contra la pobreza, la creación de oportunidades y la reducción de la desigualdad. Políticas que permitan recuperar renta y empleo de manera mucho más rápida, como ha logrado la administración Obama.
Desde luego en España los acontecimientos podrían haber sido muy distintos si se hubiera seguido una ruta alternativa. Algo que era factible a pesar de que la insostenibilidad de nuestro modelo de crecimiento dejaba poco margen de actuación. Sin embargo no se hizo. ¿Pudo hacerse? ¿Actuamos con responsabilidad o no había alternativa?
La realidad es que nuestro país asumió la terapia Merkel sin cuestionar el fondo de la misma.
Como explica José Luis Rodríguez Zapatero en su libro El Dilema, temí que la caída en un rescate nos devolviera a un estado de ánimo colectivo similar al sentimiento del noventa y ocho", al tiempo que era consciente de que las medidas que se vio obligado a impulsar le obligaban a actuar "en una intersección en la que tus ideas y compromisos se bifurcaban probablemente de manera irremediable". El sincero relato del expresidente recoge con precisión el extremo contexto en el que bajo el principio de responsabilidad en el ejercicio de su cargo dirigió al gobierno de la nación. También, muestra cómo por diferentes razones y desde una perspectiva socialdemócrata, de izquierdas, nunca hubo una alternativa factible a lo sucedido y aplicado. Se pretendió y se logró evitar el rescate, y punto. Hoy sabemos que había una opción mejor. La hegemonía del paradigma conservador y la aplastante mayoría de la derecha en el Consejo Europeo no lo permitieron entonces, ni tampoco ahora. ¿Cómo se pudo llegar a ese extremo?
Ser responsable siempre implica un riesgo: el riesgo de equivocarse. En el epílogo de El Dilema queda patente que apenas había alternativa porque el error de fondo venía de mucho antes tras casi veinte años perdidos por culpa de un modelo de crecimiento equivocado e insostenible. Antes de las durísimas decisiones de 2010 y 2011, la izquierda gobernante había perdido el pulso de la realidad económica de fondo, lo cual no hizo sino ampliar la posibilidad de equivocarse. Otra enseñanza clara, la de la importancia de no perder nunca la visión crítica sobre la realidad, sobre el fondo de las cosas, y no caer en la complacencia.
Hoy, de nuevo muchos miran hacia el PSOE alegando que es el momento de la responsabilidad. A nadie se le escapa que para muchos de ellos responsabilidad equivale a pactar con la derecha en aras del interés general, que estaría gravemente amenazado, o de cierto interés superior. El dilema entre riesgo y responsabilidad es propio de la izquierda democrática, de la socialdemocracia. Siempre se exige responsabilidad a la izquierda porque es responsable. El problema es que tras 20 años de desregulación y de dominio del paradigma conservador en un mundo globalizado y en rápida transformación los instrumentos tradicionales de política económica ya no sirven. Sin gobernanza económica global real no lograremos preservar nuestro modelo de sociedad. Sin esa gobernanza volveremos a vernos obligados a asumir como inevitable un discurso ajeno. Ser responsable exige un rigor y conocimiento absoluto del medio. Ser responsable exige contar con los instrumentos políticos apropiados, crearlos si no existen y saber utilizarlos. Hoy esa responsabilidad se reclama en el campo económico pero también en el democrático porque es incompatible con la existencia de cualquier atisbo de corrupción o clientelismo en las instituciones.
Para ser responsable, porque nos lo van a seguir exigiendo, la izquierda debe reflexionar sobre los límites de las decisiones o de los acuerdos que vaya a adoptar. No sólo se trata de no abandonar los principios básicos de la izquierda, por supuesto, sino de ser consciente de hasta dónde llegan las consecuencias de las acciones responsables.
El reciente acuerdo contra el terrorismo yihadista es un buen ejemplo del riesgo de la responsabilidad. En este caso, al no existir duda alguna sobre la oportunidad y necesidad de fondo de garantizar la unidad democrática frente a esa amenaza, ha sido posible no sólo suscribirlo sino también explicarlo con coherencia a pesar de las voces que se han levantado en su contra. Un acierto. Y eso a pesar de que la derecha, irresponsablemente, no ha sido capaz de renunciar a imponer la eufemísticamente llamada "prisión permanente", aun a sabiendas de que será derogada en cuanto haya un nuevo gobierno, y a pesar de que arriesgaba el propio pacto. Y es que la derecha no sufre tanto cuando es irresponsable.
Ambos ejemplos, las medidas económicas de 2010 y 2011 y el pacto contra el yihadismo, muestran que el problema no es tanto pactar como salirse del espacio de tus propios principios ideológicos, por la razón que sea. Los pactos siempre deben poder ser explicados manteniendo la coherencia plena con uno mismo. El problema no es pactar o formar coaliciones, el error es asumir como propias políticas ajenas en virtud de la siempre ambigua responsabilidad. Nunca puede ser responsable apoyar políticas no ya injustas, sino inútiles o equivocadas. No se puede ser responsable asumiendo políticas de la derecha. Tampoco es responsable comprometer las posibilidades futuras del principal instrumento de transformación democrática de la sociedad española en siglos.
La sociedad española hoy exige cambios, pero lo hace desde la inmensa sensación de seguridad que genera el pertenecer a la Unión Europea. El formar parte de Europa, sin duda el mayor éxito de la España moderna, sin embargo, propicia ciertos comportamientos irresponsables. Así, a pesar de que Europa es criticada con dureza en esta crisis de desafección política e institucional, y con mucha razón en algunos casos, por contradictorio que parezca Europa sirve de red. Europa como red de seguridad y por tanto como elemento que facilita la exacerbación de opiniones. Por esta razón la crisis entre Cataluña y el resto del país, o el auge del populismo, parecen cuestiones no tan preocupantes, porque nadie acaba de creer que nuestro sistema pueda llegar a romperse. Porque votar contra todo no va a implicar nada gracias a esa red. Creo que esa sensación de seguridad que nos envuelve es peligrosa porque siempre que Europa o cualquiera de sus naciones han caído en el abismo se han aproximado al desastre de manera imperceptible, casi sin darse cuenta.