lunes, 12 de marzo de 2012

Tribuna publicada en el diario ABC el domingo 11 de marzo de 2012

CONSENSOS MACROECONÓMICOS


Alguien ha dicho con razón que lo único que queda del llamado consenso de Washington es el consenso que existe hoy acerca de lo equivocado que estaba. Algo parecido va a suceder con el imperfecto e inexistente consenso sobre la austeridad expansiva y el tozudo voluntarismo que ha intentado convencer a sociedades completas sobre la suficiencia de un cambio de gobierno para superar la crisis. Pues bien, no ha sido así en ninguno de los países europeos que lo han hecho –Grecia, Portugal o Reino Unido-, ni siquiera con Obama tras la catástrofe Bush ni parece que vaya a ser así en nuestro país a pesar de una legislatura completa de escapismo popular. La gran pregunta es que sucederá en Francia, incluso en Alemania, y como afectará lo que ocurra en estos dos países a la hoja ruta no tanto comunitaria, que también, sino de la zona euro a corto plazo.

Las dificultades de nuestra economía 4 meses después de la victoria del PP y 300.000 parados más obligan a todos a centrar la atención de una vez por todas sobre los problemas de fondo de nuestra economía, la española y la europea, sin demagogia. Y ello pueda hacerse separando la paja del trigo y subrayando los que yo llamo consensos macroeconómicos, sí, en grandes líneas.

Los ciudadanos españoles ya saben que los cambios de gobierno no son milagrosos y que la dura realidad obliga a los gobiernos, sean nuevos o veteranos, a tomar decisiones. Ya sabemos aunque algunos nunca dejamos de anunciarlo desde estas páginas que esta crisis tiene raíces globales, resultado de más de dos décadas de globalización descontrolada, integración financiera poco regulada y mal supervisada y de la sobredimensión de los mercados financieros. El que no lo sepa todavía se lo debe hacer mirar. Este debe ser el primer consenso básico.

El segundo consenso se centra en la peculiaridad de la economía española, su gran debilidad, el sobredimensionamiento del sector inmobiliario tornado en burbuja que durante esas dos décadas ha absorbido recursos y talento emprendedor mal orientado, endeudado a la población y, tras la crisis,  destruido empleo masivamente. Todo el ciclo 1993-2008 pecó de ello y por ello ignorar la responsabilidad compartida de toda la sociedad española sobre esta cuestión es engañar a la ciudadanía. Este es un consenso imperfecto porque, por ejemplo, la ministra de trabajo en su pobre discurso de este jueves en el debate sobre la reforma el mercado de trabajo se limitó a endosar en la cuenta del PSOE los millones de parados actuales obviando cualquier análisis de fondo y no digamos asunción de responsabilidad alguna en el desastre colectivo del susodicho ciclo. Utilizar como arma arrojadiza el máximo de paro de mañana frente al de hoy –porque seguirá creciendo- frente al mínimo histórico del 2007 con ZP –todos encantados con la burbuja- no sirve para nada.

El tercer consenso es más que preocupante aunque el gobierno se moleste y sus acólitos se empeñen en ocultarlo, la economía española caerá un 2 por 100 en 2012 y no crecerá en 2013, con lo que todo ello va a significar para el desempleo. El gobierno va a aprovechar esta tragedia para transformar el modelo de bienestar social, lo que la Constitución de 1978 llama economía social de mercado, a pesar de que poco tiene que ver con el origen de la crisis, el primer consenso, y lo va a hacer simplemente por razones ideológicas. Mariano Rajoy no es Margaret Thatcher aunque su legado quizás, veremos, se le pueda parecer. Una revancha ideológica con todas sus consecuencias que pretende alterar los equilibrios fundamentales y el consenso constitucional sobre la distribución de la renta y los elementos que configuran la todavía mas que imperfecta igualdad de oportunidades, vectores perfectamente compatibles con una mayor competitividad como tantos países europeos demuestran. Sin duda este no es el camino que nuestro país necesita durante este año y el que viene mientras el paro sube y se aproxima a los 6 millones. La cantinela de la herencia recibida no durará para siempre.

El cuarto consenso es el de la incapacidad europea, hoy, con sus instrumentos y la estrechez del tándem conservador Merkel–Sarkozy de liderar una salida solvente y creíble de la crisis para toda la zona euro. Ni Alemania ni Francia tienen nada que ver con esto, son los partidos que los gobiernan, ambos socios europeos del PP español, los que siguen negando la evidencia, no sólo alguno de los consensos anteriores sino la necesidad de poner en marcha políticas de crecimiento e inversión, alterar los calendarios de reducción del déficit más allá de 2013 y desplegar la batería de instrumentos que llevamos muchos años reclamando incluso cuando todavía gobernaba mi partido.

Tribuna publicada en el diario El Economista el sábado 10 de marzo de 2012

EL PACTO COJO (FISCAL)


El Consejo Europeo de la semana pasada ha consagrado el principio de austeridad fiscal impulsado por el tándem Merkel-Sarkozy, y lo ha hecho siguiendo un camino preocupante tanto por la forma como por el fondo.

Por la forma porque el acuerdo plasmado en un tratado internacional extracomunitario contiene un 99 por 100 de contenido que se podría haber alcanzado mediante legislación europea, desarrollando el Tratado de Lisboa, y un resto, digamos un 1 por 100, probablemente ilegal porque un tratado intergubernamental como éste exige que se elabore por una Convención Europea. Así mismo, el artículo 5 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea establece que los Estados miembros deben coordinar sus políticas económicas "dentro de la Unión", poniendo claramente en entredicho la legalidad del nuevo tratado.

La forma es importante también porque tal y como ha explicado incluso el Ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación español en sus dos comparecencias ante la Comisión de Asuntos Exteriores y la Comisión Mixta para la Unión Europea (UE) de las Cortes españolas la crisis que estamos viviendo es una crisis política. Política en sentido doble, por su origen basado en las décadas de desregulación provocada por decisiones políticas equivocas. Y en segundo lugar, política porque países con más deuda pública acumulada, más déficit  o similares problemas estructurales como el de nuestro ladrillo han campeado mucho mejor el temporal que los de la zona euro, por ejemplo Estados Unidos, el Reino Unido o Japón. Política por tanto porque son las dudas sobre el grado de compromiso del conjunto de los Estados miembros sobre el euro las que alientan a los especuladores a posicionarse contra la deuda soberana europea, y política porque los instrumentos europeos fiscales y monetarios de nuestra incompleta unión monetaria son insuficientes como Grecia demuestra día a tras día y como las primas de riesgo nos recuerdan en todo momento.

La forma es también importante porque el nuevo tratado internacional que al menos el Reino Unido no firmará constituye una grave afrenta al método comunitario y a la responsabilidad democrática. El método comunitario garantiza un enfoque común, un método de trabajo compartido de superación de diferencias teniendo en cuenta los intereses de todos los Estados miembros grandes o pequeños, ricos o pobres, los gobierne quien los gobierne. Esta es la base sobre la que se ha construido la Unión que no debe ponerse nunca en cuestión ni mucho menos bajo riesgo en interés de, por ejemplo, los deseos del directorio conservador franco-alemán que quizás tengas los días contados. Hay más problemas, el tratado apenas introduce novedad ni mejora alguna en materia de gobernanza económica y el papel previsto para el Parlamento Europeo es claramente insuficiente, por ejemplo.

El acuerdo sobre el nuevo tratado internacional extracomunitario de austeridad presupuestaria es también muy preocupante por el fondo. El debate de fondo, la preocupación principal y las graves dudas que generan las propuestas impuestas desde Berlín y París no están en el ámbito de la responsabilidad fiscal. Nadie discute, tampoco antes aunque se pretenda mostrar lo contrario, la importancia de la disciplina fiscal, si bien el problema más urgente es la amenaza del estancamiento económico o de una nueva recesión. Las políticas de austeridad impuestas por la derecha dominante europea van a acabar con toda posibilidad de crecimiento sin mantener a raya los déficits, porque si no lo hay, sin crecimiento, los déficits presupuestarios aumentan y no disminuyen.

La aprobación del tratado ha coincido con el anuncio español de una modificación en el ritmo de reducción del déficit. Una corrección en el buen camino pero que creo va ser insuficiente porque mantiene inalterado el 3 por 100 de objetivo de déficit para 2013 que debería ser postergado, esa es la verdadera negociación que necesita España, alcanzar el 3 por 100 más tarde, no en 2013, y porque olvida una vez más hablar de crecimiento. Crecimiento porque nuestra economía camina hacia cifras de paro desconocidas, una situación inédita de la que no saldremos sin generar oportunidades de crecimiento. La reducción drástica del déficit no sólo aleja cualquier posibilidad de recuperación sino que es lo peor para la credibilidad de nuestra deuda soberana a corto plazo. Credibilidad de la deuda y también de nuestra economía en su conjunto que se vería beneficiada si el Gobierno abandonara el discurso catastrofista de la herencia recibida que practica con exceso, y complementara sus principales reformas –financiera, presupuestaria y laboral-, todas procícilicas que no hacen sino ahondar la profundidad de la crisis  con políticas de crecimiento, y también si se olvidara de la agenda política doméstica arriesgándolo todo a la espera de, por ejemplo, las elecciones en Andalucía y también Asturias.

Esta carencia no es sólo española, el tratado internacional olvida toda mención al crecimiento y a la solidaridad, no hay nada de ello en el mismo, y por ello en Francia François Hollande ya ha anunciado que lo renegociará si resulta elegido Presidente de la República, mientras los alemanes del SPD han anunciado su voluntad de complementarlo con medidas de crecimiento, creación de empleo e inversión. También se ha solicitado que en un plazo de tiempo, por ejemplo unos 5 años, se comunitarice su contenido devolviendo sus instrumentos al ámbito del que nunca debían haber salido, al propio comunitario.

Queda mucho por hacer. Es preciso garantizar que las normas relativas a la deuda y al déficit dejen margen suficiente para tomar medidas preventivas coyunturales. Así mismo hay que lograr avances para crear mecanismos de solidaridad europea sobre la deuda soberana, ya sea mediante un nuevo fondo de amortización de la deuda o sobre la creación y emisión de eurobonos, para garantizar tipos de interés razonables y restablecer la confianza del mercado financiero, una confianza política que exige altura de miras. Tampoco podemos dejar de lado la creación de la tasa sobre transacciones financieras que contribuya a eliminar los déficits presupuestarios sin reducir drásticamente el gasto público, así como a financiar políticas europeas de inversión, competitividad y crecimiento. En definitiva un pacto que nace cojo que seguro deberemos corregir y complementar cuanto antes mejor.