sábado, 10 de diciembre de 2011

Nueva colaboracion en El Economista

Hoy comienza mi nueva colaboración con el diario económico El Economista, http://www.eleconomista.es/

La primera tribuna que publico, "Estabilidad sin crecimiento", sobre el Consejo Europeo de los días 8 y 9 de diciembre y la desaparición de una posición socialdemócrata clara y contundente ante las medidas económicas y reformas propuestas por Merkel y Sarkozy.

Aquí está:

http://www.eleconomista.es/economia/noticias/3592649/12/11/Estabilidad-sin-crecimiento.html

lunes, 5 de diciembre de 2011

TRIBUNA PUBLICADA EN EL DIARIO ABC EL 4/12/2011

ESPERANDO A EUROPA, Y A RAJOY

Juan Moscoso del Prado

Diputado a Cortes por Navarra (PSOE)
y Doctor en CC. Económicas

Las crisis siempre tienen un componente político, mayor cuanto más profundas resultan. Esta no es una excepción en un doble sentido, en primer lugar en el de las decisiones políticas que desde la década de los 80 provocaron el desgobierno financiero basado en una desregulación con fundamentos ideológicos que no técnicos, y en segundo lugar en la incapacidad europea de responder con instrumentos políticos eficaces y proporcionales a la dimensión de la amenaza –globales o cuando menos europeos-. Han pasado más de tres años desde su comienzo y Europa sigue secuestrada por un tándem franco-alemán que rezuma lo peor de un provincianismo secular nunca superado. Son ya demasiadas las rectificaciones, las decisiones aparcadas, la asunción de realidades con años de retraso, pero todo sigue igual. De nuevo estamos ante un Consejo Europeo crucial, pero ya no recordamos cuantos llevamos. La unión fiscal, la austeridad no cercenadora del crecimiento, la corrección de unos instrumentos asimétricos incapaces de garantizar la estabilidad de la zona euro y mucho menos su crecimiento, todo sigue sobre la mesa desde hace demasiado tiempo. Ni Merkel ni Sarkozy han estado a la altura ni los demás miembros del Eurogrupo han sido capaces de impulsar o proponer medidas con la determinación que la situación exigía. Se ha ido a remolque de los acontecimientos y se sigue yendo, ahora incluso arriesgando el modelo de integración europea y olvidando los graves problemas estructurales de la economía europea –competitividad frente a unos colosos que ya no son economía emergentes como Asia, India o Brasil-, y no digamos los de España –una economía menos competitiva y demacrada tras haber desperdiciado un ciclo económico entero consagrado al ladrillo tras el estallido inmobiliario provocado por el arreón que se le impelió a partir de la Ley del Suelo de 1998 y la pusilanimidad de la corrección previa al batacazo de 2008-.

La encrucijada a la que se enfrenta Europa no es sólo una cuestión de qué esquema sigue la Unión- más intergubernabilidad y menos proyecto político común con una Comisión y Parlamento Europeo a la baja-, o si se reforman los tratados para permitir mayor disciplina fiscal, la emisión de eurobonos u otras actuaciones para el BCE, no. Europa debe decidir qué modelo de sociedad quiere ser. Europa debe elegir si continúa por el camino de la prosperidad económica basada en la competitividad de sus empresas y en su capital humano respaldada por un modelo social que garantiza la igualdad de oportunidades o, como alternativa, si emprende el camino de la competitividad sin cohesión social siguiendo el esquema de otras sociedades occidentales no menos exitosas como los Estados Unidos pero saturadas de desigualdad. Esa decisión es exclusivamente ideológica. Sin creación de riqueza no puede haber bienestar, pero eso no quiere decir que para crear riqueza haya que reducir el bienestar. Es preocupante que en este momento tan crítico la socialdemocracia europea apenas tenga voz en gobierno alguno, incapaz como ha quedado demostrado de prever y mucho menos evitar lo que ha sucedido y que ahora amenaza el corazón y la esencia del modelo de sociedad construido por al menos tres generaciones de europeos. Mientras esperamos desengañados la llegada de Europa aprovechamos para esperar también a Rajoy, al que esperábamos también aunque desde hace menos tiempo, sin conocer siquiera cual es su modelo de sociedad. Espero que tengamos suerte.

domingo, 6 de noviembre de 2011

TRIBUNA PUBLICADA EN EL DIARIO ABC EL 6/11/2011

EL MAL ESPAÑOL

Juan Moscoso del Prado

Candidato del PSOE al Congreso de los Diputados por Navarra
y Doctor en CC. Económicas

Ha comenzado una campaña electoral marcada por la profunda crisis que padece nuestra economía desde 2008. Tres largos años de sufrimiento en los que no sólo no hemos acertado en las recetas como demuestra la interminable crisis de la deuda soberana sino que en España no hemos sido capaces ni de consensuar un mínimo diagnóstico razonable. No voy a ocultar porque no sería honesto mi condición de candidato al Congreso por el PSOE ni el hecho de escribir estas líneas tras haber participado en la tradicional pegada de carteles en mi caso en Pamplona. Nuestra economía sufre un grave problema provocado al menos por tres elementos interrelacionados, una grave crisis financiera de bancos y lo que queda de las cajas de ahorro causada por la indigestión de la burbuja inmobiliaria, una preocupante falta de competitividad que afecta prácticamente a todos los sectores de nuestra economía, y una grave crisis fiscal de nuestras instituciones a escala local, autonómica y nacional provocada por la pérdida de ingresos causada por la crisis –destrucción de empleo y empresas- y la desaparición de los ingresos derivados del boom de la construcción que no hace mucho tiempo creímos estructurales. Un diagnóstico que no es nuevo, el exceso de cultivo inmobiliario y abuso de prácticas financieras sustentadas en el juego con las expectativas de valor del suelo, y que ya era el eje del programa del PSOE en 2004. En descargo del Gobierno es importante recordar que en 2004 heredó un grave problema estructural, claramente identificado, y que nada ha tenido que ver con la otra crisis, la financiera provocada por los activos tóxicos norteamericanos que acabó con la banca privada de ese país o la británica aunque ambas compartan una causa de fondo: la obsesión ochentera por la desregulación. Ahora bien, desde el PSOE hemos reconocido que podíamos haber hecho más para acabar con la burbuja, para evitar que nos devorara como lo ha hecho. Y así derogamos la Ley del Suelo de 1998 que aprobó el Gobierno de José María Aznar y que está detrás de parte de la burbuja, eliminamos las deducciones fiscales sin límite para la compra de vivienda, incentivamos el alquiler, y triplicamos la raquítica cifra de I+D+i heredada de aquellos años de desenfreno, la mas baja de Europa. Algo que se ha demostrado insuficiente para evitar la catástrofe pero que sin embargo nunca encontró apoyo ni comprensión por el primer partido de la oposición, el PP, empeñado en expander el modelo de desarrollo a lo “Terra Mítica” hasta sus últimas consecuencias. Sin rubor alguno el PP demanda hoy volver a esos años en los que España creaba 8 de cada 10 nuevos empleos en Europa, empleos creados por y en la burbuja y que son precisamente los que ahora antes y de manera más rápida se han destruido, más de 1 millón directamente en el sector de la construcción. Tras esos tres elementos interrelacionados se esconde un mal, llamémosle el mal español, porque como algunas viejas enfermedades moral o socialmente mal vistas algunos todavía prefieren esconderlo o negarlo en un eterno ejercicio de hipocresía. Parece que salvar el honor negando cualquier responsabilidad o error es más importante que consensuar un diagnóstico certero para salir antes de la crisis. Y así nos va. Es descorazonador que el PP se niegue a asumir la más mínima autocrítica por su cuota de responsabilidad ante la que esta cayendo mientras intenta convencernos de que es posible regresar a 1996, un año en el que la economía llevaba ya 3 años creciendo y que tras las decisiones de aquel nuevo Gobierno del PP orientó su crecimiento de manera insostenible aunque placentera, sí, mientras duró, hacia un esquema absolutamente destructivo como se ha acabado demostrando. Las regiones españolas con menos desempleo –Navarra, País Vasco-, con tres veces menos parados que otras, lo son con la misma legislación laboral, demostrando que no es con menos derechos sino con otra estructura productiva y cualificación media como se consigue, incluso en crisis, aguantar el tipo. Pero eso exige años de inversión, políticas correctas y socialdemocracia de la buena, nada más lejos que una vuelta a 1996.

lunes, 24 de octubre de 2011

Tribuna publicada el 23-10-2011 en el diario ABC

AGENTES ECONÓMICOS Y AGENCIAS

Juan Moscoso del Prado

Diputado a Cortes por Navarra y Doctor en CC. Económicas

No hay semana ni día en los que no dejen de llegar mensajes preocupantes de los mercados financieros generados por las distintas reacciones de los agentes económicos ante la información que como siempre se va generando y conociendo de manera continua, sobre todo datos coyunturales macroeconómicos y resultados empresariales. Al mismo tiempo, otro tipo de entidades alimentan a los operadores con interpretaciones y lecturas de esos datos de mercado que son objetivos o reales, por ejemplo las agencias de calificación que de nuevo han sido noticia. La reducción de la calificación española en los últimos 15 días, un escalón por Standard & Poor's y Fitch, y dos por Moody's, es buen ejemplo de estas interpretaciones que con frecuencia se consideran erróneamente “noticias económicas negativas”. Económico es lo que hay detrás, no la valoración que responde a otros muchos elementos.

Por ello debemos tomar decisiones capaces de modificar los datos objetivos o reales, los coyunturales y los resultados de las empresas, y no limitarnos a interpretar en un sentido u otro lo que sucede como hacen las agencias de calificación.

Ha habido también estos días interpretaciones para todos los gustos tras saberse que la Autoridad Bancaria Europea (EBA) podría estar estudiando no una quita de la deuda de varios países sino la realización de pruebas de stress o resistencia suponiendo quitas en diferentes deudas soberanas con el fin de conocer la solvencia del sistema financiero ante este supuesto y, en consecuencia, reforzar los criterios de solvencia bancaria para despejar las dudas sobre el sector. El debate se centra en qué entidades deberán someterse a estas pruebas y cuales serán las necesidades de capital que se les exigirán después para afrontar ese riesgo potencial de quita soberana. Desde el sistema financiero ya se han escuchado voces exigiendo que no se recapitalice la banca de forma indiscriminada.

Volviendo a lo económico, al fondo, la crisis financiera no muestra indicios de remitir porque la ausencia de crecimiento sigue deteriorando las cuentas públicas y la salud de los balances bancarios. Las necesidades de financiación internacional de nuestro país y la deuda externa del sistema financiero y empresarial se hacen más pesadas a medida que pasa el tiempo sin que Europa retorne a tasas de crecimiento sostenidas. En España, hasta que recompongamos la parte de nuestra economía productiva destruida por el estallido de la burbuja inmobiliaria, esa vieja herencia de los 90 que algunos ahora reivindican.

Mientras, la ausencia de soluciones creíbles para la crisis de deuda soberana europea complica aún más el escenario. Por eso es fundamental, por ejemplo, crear un sistema de protección del euro que incluya la puesta en marcha de los eurobonos para que los países tengan que pagar menos intereses por su deuda como ha defendido esta semana el candidato Rubalcaba. Una medida que mejoraría la confianza e incidiría positivamente en la salud del sistema financiero al que más pronto o más tarde se le va a exigir recapitalizarse por su tenencia de deuda soberana europea. Si el Consejo Europeo decide hoy que el fondo de rescate avale parcialmente futuras emisiones de deuda soberana para cortar el riesgo de contagio de un impago de Grecia se habrá dado un paso adelante hacia los eurobonos, si bien, una vez más, insuficiente.


lunes, 3 de octubre de 2011

Tribuna publicada el 02-10-2011 en el diario ABC

NO HAY MARCHA ATRÁS

Juan Moscoso del Prado

Diputado a Cortes por Navarra (PSOE)
y Doctor en CC. Económicas

Estamos intentando que el antiguo sistema funcione y ese no es el camino, hace falta otro, hay que construir un sistema económico diferente y cuanto más tardemos en darnos cuenta peor será. No vamos a volver al crecimiento que comenzó en 1994 prometiendo las mismas políticas de entonces con menos impuestos. Ese fue el error de los ochenta liderado por Thatcher y Reagan tras la crisis de los años setenta, la base de la crisis actual, la desregulación financiera pero también en otros sectores. La burbuja inmobiliaria es consecuencia de ella, de esa filosofía. Aunque nuestra banca no se lanzó a la innovación financiera tóxica como hizo la de otros países, sí se volcó en el sector inmobiliario, en particular el residencial, y lo está pagando con efectos similares. La segunda consecuencia de la crisis, la deuda soberana o del euro, no es un efecto del Plan-E ni de ningún error clamoroso de este gobierno tras la certificación de la crisis en 2008 con el colapso de Lehman Brothers, o de las difíciles decisiones adoptadas en mayo de 2010 por nuestro gobierno desde la mas estricta soledad –por eso choca que muchos de los que entonces quisieron arriesgar y dejar caer al país y de paso al gobierno por el precipicio hablen ahora de grandes pactos de Estado-. La crisis de la deuda es el producto de la propia crisis financiera e inmobiliaria, y del desempleo y destrucción de tejido productivo que ha generado.

La deuda española, italiana o francesa sufre en los mercados porque con la estructura productiva actual, con nuestro modelo de ingresos y gastos, con las obligaciones generadas en materia social, en infraestructuras, en servicio de deuda o intereses –incluso con una deuda pública española por debajo de la media europea-, no parece que la estructura productiva resultante de la crisis permita asegurar hacer frente a ese volumen de compromisos. El problema no es el endeudamiento público, insisto, que es bajo en España, sino el temor a que la economía debilitada por la crisis no sea capaz de asumir el coste de todas las obligaciones adquiridas en los últimos 30 años. Tan pronto como se vuelva a crecer y se ocupe el espacio que han dejado las miles de empresas destruidas y los millones de empleos desaparecidos la crisis de la deuda se irá mitigando. Mientras, además, la obligada austeridad necesaria para hacer más liviana esa carga afecta al ritmo y posibilidades de la recuperación. Cierto es también que el elevado volumen de deuda privada supone un lastre adicional para la recuperación, otro regalo bancario.

El gasto público, por tanto, debe primar dos objetivos. El primero, el mantenimiento del Estado del Bienestar y de las medidas que garanticen la igualdad de oportunidades, para evitar que la crisis se lleve por delante a una generación entera. Sólo el Estado del Bienestar garantiza que en la vida se alcancen unas metas en función de lo que se lleva dentro, de la capacidad de cada uno, y no del origen. Los diferentes énfasis que se conceden a la ruptura de esa desigualdad es la base de la diferencia entre izquierda y derecha. En segundo lugar, aunque al mismo nivel, las medidas destinadas a reforzar nuestra capacidad de crecimiento, la educación en su doble faceta -igualdad de oportunidades e inversión productiva-, en combinación con todo lo destinado a modernizar nuestra economía y a mejorar su competitividad y productividad.

Por ello, siete semanas antes de las elecciones, mientras desde el PSOE hemos reconocido que podíamos haber hecho más para acabar con la burbuja, desde el PP se sigue sin hacer ningún tipo de autocrítica mientras se vende la falsa idea  de que es posible retornar al pasado, a esa burbuja impulsada por la Ley del Suelo de 1998, las deducciones fiscales a la vivienda y el alicatamiento a crédito de nuestro país que tanto daño nos ha hecho. No hay marcha atrás.

sábado, 20 de agosto de 2011

TRIBUNA PUBLICADA EN EL PAÍS EL 11-8-2011

Europa como la izquierda

(o viceversa)


EL PAÍS. JUAN MOSCOSO DEL PRADO 11/08/2011


La construcción de una Europa unida y el sueño socialdemócrata de una sociedad democrática, justa y próspera han sido los motores políticos de nuestros últimos 100 años. Ambas ideas atraviesan una profunda crisis aunque bastaría remontarse a dos décadas atrás para reconocer que incluso hoy, en el difícil verano de 2011, los principios y valores e incluso las realidades que han inspirado ambos sueños gozan de buena salud.

Esta crisis, sin embargo, no es de Europa o de la izquierda, sino una crisis económica con profundas raíces financieras fundamentada en el modelo de crecimiento elegido políticamente por Occidente desde la última década del siglo XX. En esta crisis, la izquierda y Europa comparten un mismo factor, quizás un problema. La izquierda como Europa, o Europa como la izquierda, han necesitado siempre seguir un sueño para aglutinar la confianza e incluso el entusiasmo ciudadano imprescindibles para ser proyectos democráticamente ganadores, para poder triunfar en las elecciones con ellos.

Para la izquierda, para el proyecto socialdemócrata europeo en general, esta crisis ha surgido tras casi dos décadas de crecimiento y prosperidad desconocidas que, aunque tuvieran los pies de barro, generaron la sensación de que el sueño socialdemócrata estaba prácticamente alcanzado. En España lo supimos bien tras la consolidación de los pilares básicos de nuestro sistema de bienestar, en combinación con la conquista de libertades y derechos civiles casi inimaginables, la igualación de nuestra renta per capita con la comunitaria y el práctico pleno empleo. Hace solo tres años alcanzamos una situación en la que no resultaba triunfalista cantar misión cumplida. Hoy la situación económica ya no es aquella pero sí es la heredera política de esa euforia. La crisis ha marcado el fin del proceso dinámico de construcción de la sociedad de bienestar, el leitmotiv de la izquierda, y ha parado el movimiento.

Sin nuevos sueños que perseguir, la izquierda se siente abandonada por los ciudadanos, que parecen buscar otras fuentes de inspiración política. Quizás buscan otro tipo de gestión, porque de lo que se trata es de salir de la crisis y la izquierda no aporta soluciones más claras que las que provienen de otros ámbitos, aunque los países gobernados por la derecha no lo estén haciendo mejor.

Parte de la crisis de la izquierda es consecuencia de su propio éxito, porque ha logrado convertir en elementos estructurales de nuestra sociedad objetivos que hace pocas décadas eran simples sueños. Como reconoce Tony Judt en Algo va mal, de una forma u otra la socialdemocracia es la prosa de la política europea contemporánea. Hay muy pocos políticos europeos que no estén de acuerdo con elnúcleo de supuestos socialdemócratas. Sin embargo, añade, mientras la falta de idealismo y de una narrativa apuntalada en la historia socava a la izquierda, en el contexto actual el argumento de la derecha a favor de "conservar" es tan viable como siempre.

La derecha sobrevive bien en un contexto en el que la política se reduce a una forma de contabilidad social, de administración cotidiana. Es la política del interés, buena para la derecha pero catastrófica para la izquierda, sostiene Judt.

La izquierda se enfrenta hoy al reto de ser capaz de demostrar que no solo es la mejor construyendo, sino también manteniendo las conquistas, aportando otras sensaciones y afrontando con determinación los nuevos retos. Si no lo hace corre el riesgo de que el principal enemigo de la socialdemocracia, la desafección de las clases medias con el Estado de bienestar, acabe con los partidos que lo crearon. Y es que, como sostiene también Judt, hay mucho que defender y conservar también desde la izquierda.

Con todo, aunque lo pretenda, no es verosímil que la derecha asuma ese papel, aun reconociendo su transformación y que sus políticas -como la privatización de servicios públicos- tardan en ser contempladas por los ciudadanos como medidas contrarias a la igualdad de oportunidades o subsidiarias de intereses corporativos y seculares.

El ajuste que la economía española y europea necesita es profundo y sus efectos van a ser duros. Y hay que hacerlo desde valores progresistas. Alfredo Pérez Rubalcaba ha dicho que si los mercados camparon por sus respetos es porque alguien desde la política decidió que camparan, y lo que se decidió desde la política se corrige desde la política. Y desde la izquierda, añadiría yo.

Y es que también, con el permiso de Judt, hay nuevos sueños que como siempre nos corresponderá identificar a los progresistas. Queda tanto por hacer.

Hasta esta crisis Europa había progresado aferrada a etapas de integración que exigían avanzar paso a paso ascendiendo por una escala que parecía no tener fin. Así sucedió con el mercado común, con fases, calendarios y objetivos que en ocasiones parecían lejanos e inalcanzables. Y así fue también con el euro, un apasionante proceso de convergencia cronometrado con precisión. Esta cronoescalada en lo económico se complementaba con un proceso similar en lo político, la ampliación, marcada por la misma lógica vertiginosa del avance palpable en el tiempo. Pero todo ello pasó, superado con éxito, y en la agenda para Europa ya no queda ningún hito que nos haga soñar a plazo.

Hemos necesitado 10 años para lograr un nuevo Tratado, el de Lisboa, un texto que ha sustituido los calendarios y los procesos reglados y tasados en el tiempo por un conjunto de herramientas políticas sin plazos a término fijo que solo exigen una cosa: liderazgo.

Y en este aspecto es en el que sin duda hemos fallado porque, por ejemplo, en política exterior, nadie duda de que con otros al mando hoy el papel de la Unión no sería el mismo. El mismo liderazgo que se echa en falta a la hora de tomar decisiones europeas frente a la crisis, las únicas posibles, cuando se intenta retroceder en ámbitos tan fundamentales y simbólicos como la libre circulación de personas -Schengen-, o cuando se ponen en cuestión los derechos más fundamentales como ocurrió con los gitanos rumanos en Francia.

Europa sigue siendo la región más próspera y cohesionada del mundo, la única que puede hacer gala de un modelo social propio, elementos imprescindibles aunque no suficientes, para seguir siendo la más dinámica y con una voz clara y única en el mundo.

Así que Europa y la izquierda deben aprender a convivir en un nuevo marco, el de la consecución de muchos de los sueños del siglo XX y el de la necesidad de buscar nuevos liderazgos que se impongan a los intereses domésticos y populistas anclados en ese temor y desconfianza que alimenta a los conservadores.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/Europa/izquierda/viceversa/elpepiopi/20110811elpepiopi_4/Tes

sábado, 30 de julio de 2011

TRIBUNA PUBLICADA EL 29-7-2011 EN EL DIARIO 5 DÍAS

Las nuevas perspectivas financieras europeas
 
Juan Moscoso del Prado - CINCO DÍAS 29/07/2011
 
En plena crisis de la deuda soberana de los países del euro, ha comenzado la discusión de las Perspectivas Financieras (PPFF) de la Unión Europea para el periodo 2014-2020. Un debate crucial en un momento en el que Europa afronta una crisis que exige una coordinación e integración fiscal mucho mayor pero no solo por la vía del gasto –control del déficit, pacto de estabilidad...–, sino también por la de los ingresos, tanto para los Estados miembros como para la propia UE que debe ser capaz de contar con más recursos propios y con un presupuesto mayor. La discusión será larga y complicada. La propuesta de la Comisión se presentó el pasado mes de junio y aunque se prevé que se apruebe antes del final de 2012 es posible que hasta mediados de 2013 los Estados miembros no se pongan de acuerdo. La presidencia polaca de este semestre solo pretende abrir un periodo de reflexión sin entrar en la negociación, Dinamarca celebrará elecciones durante su presidencia en el segundo semestre y 2012 comenzará con presidencia chipriota y elecciones en Francia y en España.
En este contexto, la Comisión Mixta Congreso-Senado para la UE, tras más de un año de trabajo de la Ponencia sobre la revisión de las perspectivas financieras de la Unión Europea, del sistema de recursos propios y de la reforma de las políticas de cohesión y agraria común, ha aprobado un documento de conclusiones importante y que ha logrado cerrar un amplio acuerdo entre las dos principales fuerzas políticas españolas, PSOE y PP, y el resto de partidos con representación parlamentaria, plasmado en una resolución conjunta PSOEPP aprobada por 338 votos en el reciente debate sobre estado de la nación.
El documento, que recoge las líneas de actuación que deberá seguir el Gobierno ante las nuevas PPFF, establece que estas deberán garantizar la financiación de las nuevas competencias que asigna a la UE el Tratado de Lisboa y que los proyectos y acciones que se deriven de la Estrategia 2020 se pongan en marcha, garantizando las políticas tradicionales reconocidas en los tratados, en especial la Política Agraria Común (PAC) o las políticas de cohesión. Es prioritario, además, conciliar la necesidad de ajuste presupuestario con la necesidad de dotar a la UE con los recursos suficientes para afrontar los retos futuros, abordando en paralelo el debate y negociación sobre los ingresos y gastos del presupuesto europeo.
Así mismo, la estructura de financiación del presupuesto debe sustentarse sobre los principios de equidad en los ingresos y transparencia defendiendo para ello un sistema que elimine todas las compensaciones que los distorsionen.
Respecto a la políticas de cohesión, deberán negociarse estrategias de salida graduales justas para aquellas regiones que deben abandonar el objetivo de convergencia por haber superado su renta per cápita el 75% de la media europea así como un tratamiento singular para Canarias, como región ultraperiférica y para Ceuta y Melilla, como ciudades fronterizas alejadas. También deberá aumentar la ponderación de elementos como el desempleo y la brecha tecnológica, la innovación, los índices de abandono escolar o la tasa de población inmigrante de los distintos Estados y regiones, y el distinto nivel de desarrollo de las regiones respecto al objetivo de competitividad.
En cuanto a la PAC, no deberá ver reducidas sus dotaciones presupuestarias actuales, ni se introducirán elementos de renacionalización o cofinanciación para asegurar que nuestro país siga percibiendo, como mínimo, los importe actuales del presupuesto comunitario, del Feaga y del Feader. Además, se establecen otras propuestas de refuerzo del peso de los productores en la cadena alimentaria, de regulación de la competencia, de mejora de la capacidad empresarial y la competitividad de los agricultores, de estabilización de precios, sobre acuerdos de comercio con terceros países, de orientación de los fondos de desarrollo rural a la mejora de la eficacia, competitividad y productividad de la explotaciones y de la industria agroalimentaria, y sobre la incorporación de las mujeres y el rejuvenecimiento de las explotaciones.
Las conclusiones reclaman mantener el esfuerzo de innovación e investigación -Estrategia 2020- potenciando las líneas dedicadas a las pymes en el VIII futuro Programa Marco y, en particular, en el Programa de Competitividad e Innovación, y para las políticas de formación y educación a largo plazo. Así mismo, pide crear un instrumento específico dedicado a las pymes que promueva su competitividad.
Por último, el documento no olvida las necesidades del espacio europeo de libertad, seguridad y justicia, la política exterior, la cooperación judicial y las políticas de inmigración.
 
Juan Moscoso del Prado. Economista y portavoz del PSOE en la Comisión Mixta Congreso-Senado para la Unión Europea

miércoles, 22 de junio de 2011

Tribuna publicada el 19-6-2011 en el diario ABC

OTRO CONSEJO EUROPEO CRÍTICO

Juan Moscoso del Prado

Diputado a Cortes por Navarra (PSOE)
y Doctor en CC. Económicas

Son demasiados ya los Consejos Europeos marcados por la gravedad de la situación económica y financiera, y habrá muchos más si Europa no acierta y lo hace con la contundencia exigida en el refuerzo del llamado gobierno económico europeo. No se trata sólo de hacer las cosas bien para  evitar que las medidas destinadas a Grecia provoquen un terremoto financiero y disparen la prima de riesgo de la deuda, la española por supuesto, y debiliten al euro bajo la atenta e impasible mirada de una Alemania irreconocible. Se trata de mucho más. Como en otros Consejos, el debate del momento, esta vez la participación o no del sector privado en los rescates, obligatoria o voluntaria, relega a un segundo plano la cuestión que debería ser fundamental, el progresar en el gobierno económico de Europa, y arriesga la viabilidad del propio euro por la inflexibilidad de determinados intereses nacionales como los defendidos por Alemania. Si los mercados siguen cuestionando el fondo mismo de la idea que dio lugar a la eurozona puede pasar de todo. Puede comenzar el declive del concepto de moneda única, y si ocurre, en el peor escenario, la cadencia de acontecimientos puede ser rápida e incontrolable.

La prioridad, sin duda, es salvar a Grecia, no sólo por Grecia misma sino también por el efecto que provocaría no hacerlo sobre el mejor proyecto que jamás ha tenido lugar en la vieja Europa. Efecto que sin duda se extendería por el conjunto de mercados en una huída de consecuencias imprevisibles sobre valores y activos de todo tipo. Grecia aparte, que no es poco, lo preocupante es que la zona euro no está todavía preparada para afrontar una quiebra de deuda soberana en su seno, y no lo está a pesar de los importantes avances alcanzados en materia de coordinación económica -semestre europeo-, estabilidad y supervisión financiera –refuerzo preventivo y correctivo del pacto de estabilidad y crecimiento-, competitividad -pacto del europlus-, refuerzo de los procedimientos nacionales y de la vigilancia de los desequilibrios macroeconómicos, el nuevo mecanismo de estabilidad financiera de carácter permanente, o los acuerdos globales alcanzados o en marcha en el G-20 y otros foros.

Queda mucho por hacer, incluso en ámbitos que dábamos por cerrados como el mercado único, y en otros como el de coordinación y armonización fiscal, por el lado del gasto pero también de los ingresos, o en la gestión conjunta de la deuda –el debate sobre un tesoro europeo y/o la emisión de bonos. Hay que reflexionar sobre el presupuesto de la Unión, la creación de un nuevo recurso, o la tasa sobre transacciones financieras. Se deben acelerar los rescates garantizado su compatibilidad con rápidos regresos al crecimiento. Es también, por supuesto, el impulso que necesita la economía europea para volver a crecer con vigor y superar sus debilidades estructurales, muchas y muy distintas según se examina el viejo continente país a país, región a región, sector a sector o empresa a empresa. Y en España son las difíciles reformas emprendidas a pesar de su dificultad como reconocen las recomendaciones de la Comisión Europea tras haber examinado el Programa de Estabilidad 2011-2012 y el Programa Nacional de Reformas.

lunes, 16 de mayo de 2011

Tribuna publicada en el suplemento de economía del diario ABC el 15-5-2011

EUROPA ES GRECIA (Y ROMA)

Juan Moscoso del Prado

Diputado a Cortes por Navarra (PSOE)
y Doctor en CC. Económicas

Europa es Grecia y Roma. La Unión Europea es la heredera del derecho, la sociedad, el talento, las artes, la vocación universal  de la cultura griega y del imperio romano, de la democracia griega y del derecho romano, y por supuesto también de sus defectos. Durante los años, no hace tanto aunque parezcan lejanísimos, de reflexión y debate sobre la Constitución Europea que al final sólo pudo ser Tratado de Lisboa, hubo un intento de definición en el preámbulo de la malograda Constitución de las raíces de Europa, ejercicio mezquino en el que se adivinaba el triste futuro que ya ha llegado y que en Dinamarca, Finlandia, Hungría muestra estos días la peor cara del viejo continente. Aquella batalla la ganamos aunque sólo a medias los que creemos que elementos como el pasado cristiano, o judeo-cristiano, y las diferentes creencias religiosas frutas todas de la rica imaginación humana no debían aparecer en el preámbulo de esa Constitución que no pudo ser. De hecho, en el viejo continente, no comenzamos ser poco a poco otra vez Grecia y Roma hasta 1789, hasta la revolución francesa, hasta que la luz y la razón griegas y romanas comenzaron a recuperarse y a eliminar el lastre acumulado durante siglos de oscura opresión y superstición, cristiana pero también musulmana. Europa no comenzó a ser ella misma de nuevo hasta que se comenzó a aligerar esa carga, tarea inconclusa en buena parte del continente y sin duda en España. Aquellos bárbaros, los ahora daneses, alemanes o polacos fueron en parte responsables del hundimiento de Roma y del fin de la razón, de la tolerancia y del primer experimento jacobino de solidaridad cosmopolita y universal que se recuerda. Errores propios los hubo, sin duda, pero sin la concurrencia de fuerzas externas, las de la ignorancia, la envidia y la más burda codicia nunca habrían logrado derribar el debilitado y enfermo viejo imperio de la razón que se hundió en dos momentos. Roma primero y Constantinopla después. Los que nos sentimos europeos antes que nada, alegres paganos romanos, a pesar del reyezuelo que gobierna la república italiana, no podemos ser optimistas hoy respecto al viejo imperio, hoy Unión Europea. Los bárbaros vuelven con sus corazas doradas a cercenar los principios más elementales de la Unión –la libre circulación de personas, la solidaridad entre Estados miembros, el interés colectivo de la ciudadanía europea sobre el de la tribu- mientras incluso algunos de nuestros propios dirigentes anteponen criterios pecuniarios cortoplacistas a la misma subsistencia de los principios republicanos de la mejor Roma, y Grecia, claro. Alemania consiguió que la Unión creara un fondo de rescate no demasiado grande con limitada capacidad de compra de deuda soberana en los mercados, el BCE ha comenzado ya ha subir los tipos de interés. Alemania nos obligó al resto a creer que bastaría con un duro ajuste protagonizado por Grecia. Pues bien, no ha sido así y sin Europa Grecia caerá de nuevo, como otras veces antes. Europa es, fue y será siempre Grecia, y si dejamos caer a Grecia a cambio de unos puntos básicos de diferencial quizás haya que volver a esperar 20 siglos para recuperar la mejor de las repúblicas, Grecia y Roma, la Unión Europea, de nuevo amenazada por unos bárbaros que nos vigilan desde el Bundesbank.

domingo, 24 de abril de 2011

LA VERDAD SOBRE LAS TASAS UNIVERSITARIAS Y LOS RECORTES EN LA EDUCACIÓN PÚBLICA EN LA GRAN BRETAÑA DE CAMERON

Tuve la suerte de estudiar 3º de Ciencias Económicas en la Universidad de Kent, University of Kent at Canterbury, entre 1988 y 1989 en el primer año de existencia del programa Erasmus aunque no supe qué era eso de Erasmus ni oí ese nombre hasta que regresé.
En esos 10 meses completé mi primer ciclo universitario, diplomatura, y obtuve el título británico de ese ciclo, university diploma. Desde entonces formo parte de la red de antiguos alumnos de esta prestigiosa universidad pública británica y he regresado en un par de ocasiones por diferentes motivos. Conservo amigos de entonces entre alumnos y profesores -ya jubilados-.
Hace unos días recibí esta carta que ahora reproduzco en la que se me explica cual va ser el efecto de los recortes que el gobierno del conservador Cameron ha aplicado a la educación.
Las tasas universitarias por alumno, la matrícula, subirán de 3.000 libras a 9.000 libras al año porque el recorte es de más de 5.000 libras por alumno, en concreto alcanzarán 5.600 libras en el año 2015.
Eso sí, la universidad va a intentar conseguir fondos por su cuenta para doblar sus becas y ayudas y hará un esfuerzo para asegurar buenas condiciones crediticias a los alumnos que se deberán endeudar para pagar sus matrículas.
Mientras esto sucede algunos nos siguen calificando como PIGS, y descalifican los esfuerzos del Gobierno español por asegurar y reforzar el gasto social en la difícil coyuntura económica que vivimos. Incluso, en este mismo país, han tenido que rescatar el sistema financiero privado con fondos públicos.
Una generación entera de británicos va a ver reducidas sus oportunidades drásticamente.
El PP, bueno, no ayuda demasiado a superar la difícil coyuntura e incluso pone a Cameron como ejemplo de lo que hay que hacer...
Pero bueno, la carta lo dice todo.


De: "University of Kent" <alumni@kent.ac.uk>
Fecha: 12 de abril de 2011 18:14:48 GMT+02:00
Para:
Asunto: University of Kent tuition fees
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ID: 88878060
Dear Juan,
I’m sure that you are aware of the upcoming changes to state funding for higher education teaching, where Government funding is being replaced by higher fees supported by loans.
In order to continue to honour our commitment to deliver high-quality teaching into the future and to provide first-rate facilities on all of our campuses, the University of Kent – like other leading establishments – has decided to set a fee of £9,000 a year for UK and European Union students from 2012.
Kent is well placed to move forward in this climate due to its strong financial position and solid research base. However, there is no escaping the fact that by 2015, the reduction in government funding will be the equivalent of £5,600 per student, which, when added to the existing fee of £3,400 gives a fee level of £9,000.
The University of Kent currently awards scholarships and bursaries totalling over £3 million each year; ranging from partner school scholarships to encourage local students to continue in education, to awards based on academic, sporting or musical merit, and bursaries to support students experiencing financial hardship. By 2012 we will begin to double this level of support, ensuring that we continue to attract a diverse student body, drawn from a wide range of backgrounds.
You can find further details about this decision in our press release and frequently asked questions.
Best Wishes
Alison Coles
Director of Development and Alumni Relations

For more information, call us on 01227 824346 or visit:


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TRIBUNA PUBLICADA EN EL SUPLEMENTO DE ECONOMÍA DEL DIARIO ABC 24-4-2011

¿UN NUEVO MODELO ECONOMICO PROGRESISTA?

Juan Moscoso del Prado

Diputado a Cortes por Navarra (PSOE)
y Doctor en CC. Económicas

Los políticos progresistas y socialdemócratas llevamos un tiempo debatiendo las razones que han llevado a los ciudadanos europeos a elegir gobiernos conservadores en una mayoría de países precisamente en un momento de dura crisis económica provocada por la desregulación y por los principios defendidos por esos partidos de derechas.

Esta reflexión, impulsada por nuestras principales fundaciones progresistas en colaboración con nuestros socios europeos de Policy Network o estadounidenses del Center for American Progress, es fundamental para lograr consolidar el cambio de modelo de crecimiento que la economía europea en su conjunto necesita y que sólo puede conseguirse desde esta orilla ideológica.

La derecha ha conseguido con cierto éxito convertir lo que en 2008 nadie dudaba en considerar como una crisis provocada por el neoliberalismo y que exigía una recuperación del control público y de la regulación racional de determinadas actividades, en una crisis provocada por la irresponsabilidad del Estado. La crisis de la deuda soberana y del euro se han convertido en el gran aliado de la derecha para tapar los profundos problemas estructurales de fondo que arrastraba nuestra economía y que la derecha sigue sin reconocer.

En España, el seguimiento de la estrategia de Cameron por el PP no puede ser más clara. Cameron ha conseguido convencer a una parte de votantes laboristas de que el incremento de gasto público incurrido por los gobiernos laboristas para sostener la economía y evitar una caída profunda en la recesión, e incluso el destinado a mantener las principales políticas sociales, ha sido simple y llanamente un desperdicio como explica Roger Liddle de Policy Network. Poco importa que Irlanda haya sucumbido a los impulsos desreguladores que siempre han abrazado los conservadores británicos con pasión. Aquí, el ejemplo portugués, sin embargo, puede servir de freno a la estrategia popular porque demuestra que en algún momento el PP, sobre todo el mayo de 2010, cruzó la frontera de la irresponsabilidad arriesgando con su actitud la débil posición de la deuda española en los mercados.

Sólo saldremos de la crisis si somos capaces de cambiar nuestro modelo de crecimiento, y sinceramente, no creo que el PP sepa hacerlo, de hecho entre 1996 y 2004 reforzó un esquema insostenible a medio plazo como esta crisis ha demostrado. ¿El principal error del Gobierno del PSOE? No haberlo intentado corregir con más decisión entre 2004 y 2008. ¿Qué propone el PP? En Galicia, el “delfín” Feijóo ha desmantelado sin rubor el sistema gallego de ciencia e innovación mientras a escala nacional se reivindica recuperar la desgravación en el IRPF por la compra de vivienda que todo sabemos se traslada al precio y sólo contribuye a  inflar los precios. Ambas son buenas pistas de un nivel de compromiso, digamos “bajo”, con la nueva economía.

Desde la izquierda debemos ser capaces de combatir esas percepciones que la derecha manipula con destreza al tiempo que centramos con claridad las prioridades que deben definir el nuevo modelo de crecimiento, más eficiente y competitivo, y también más social. Hoy se puede ser más radical defendiendo reformas en el gobierno corporativo de empresas y bancos. Podemos defender el gasto público no sólo como elemento redistributivo para compensar desigualdades sino también como el principal instrumento de inversión económica de futuro que existe. Los recortes de gastos no deben afectar a las políticas que permiten aumentar oportunidades o redistribuir oportunidades, como la enseñanza en todos los grados, lo que podemos llamar inversión social, otro ámbito dónde Cameron ha demostrado como se las gasta la derecha, o a la innovación.



lunes, 4 de abril de 2011

Tribuna publicada en el Suplemento de Economía del Diario ABC 04-04-2011

CAMERON EN EL HORIZONTE

Juan Moscoso del Prado

Diputado a Cortes por Navarra (PSOE)
y Doctor en CC. Económicas

La crisis portuguesa y la actitud de la derecha de este país han vuelto a demostrar que lo mejor para la recuperación no siempre es lo elegido por la oposición.

El Pacto por el Euro es un paso más en la todavía inconclusa cadena de reformas que la economía europea debe abordar para volver a crecer. De esta crisis no saldremos volviendo a la misma casilla desde la que arrancó el anterior ciclo, la última recuperación en el lejano y ya casi olvidado 1993. El camino de reformas implica adoptar decisiones de dos tipos. Algunas, como la de las Cajas de Ahorro, para favorecer su reestructuración y saneamiento, su recapitalización. No es fácil de comprender que el principal partido de la oposición, un partido que ha gobernado, se abstuviera en la votación de una reforma diseñada para transformar la mitad del sistema financiero español. No resulta fácil entender cómo es posible que no tuviera nada que aportar. Parece que el PP ha optado por abstenerse en las reformas estructurales de carácter, en sentido ideológico, más neutral, aunque neutral no hay nada, o en aquellas que cuentan con el apoyo de sindicatos y empresarios. Hay un segundo tipo de reformas que, como pasó con la reforma del mercado de trabajo, pueden realizarse desde perspectivas ideológicas muy distintas. El PP no las haría igual. Existe una clara diferencia entre el esquema económico ideológico de fondo que el PP querría imponer, el que apuesta por un debilitamiento de los instrumentos públicos de garantía de la igualdad de oportunidades y bienestar –Valcárcel lo ha adelantado-, y el del partido socialista que siempre abogará por un marco regulatorio que garantice que la economía de mercado no aumenta la desigualdad.

Esta semana las Fundación Ideas ha presentado un estudio, “La España de Rajoy y Cameron”, que calcula el hipotético coste de las medidas adoptadas por el gobierno de Cameron en el Reino Unido en España. El ajuste británico supondría en España un recorte de 60.000 millones de € concentrado en medidas de bienestar para las familias de clase media y baja; el despido de 250.000 funcionarios incluyendo médicos, profesores y policías; y elevar las matrículas universitarias un 300 por 100. El proyecto “Gran sociedad“ de Cameron aboga por privatizar servicios fundamentales como la sanidad y la educación y una retirada total de lo público de espacios como los servicios sociales, la asistencia a los dependientes de todo tipo o la lucha contra la pobreza, espacio que debería ser ocupado por los propios ciudadanos siguiendo el ejemplo de lo que ocurre en el país que cuenta con la sociedad civil más dinámica del mundo y que al mismo tiempo soporta las desigualdades e injusticias sociales más profundas del mundo desarrollado: los Estados Unidos. En definitiva menos derechos o su conversión en bienes de consumo y más meriendas de alta alcurnia organizadas para recaudar fondos para los pobres en salones de tupidas alfombras. Si el PP gobierna, no lo creo, utilizará el argumento de la herencia recibida para, camuflado de un mal entendido espíritu liberal que nada tiene que ver con el significado que tiene el término al otro lado del atlántico, acometer el plan Cameron en la vieja piel de toro.

lunes, 14 de marzo de 2011

Tribuna publicada en el Suplemento de Economía del Diario ABC 13-03-2011

NOS LA JUGAMOS EN EUROPA

Juan Moscoso del Prado

Diputado a Cortes por Navarra (PSOE)
y Doctor en CC. Económicas

La ineficiente superposición de propuestas económicas en un momento todavía crítico demuestra la difícil situación que atraviesa la construcción europea.

Una vez más nos la jugamos en Europa porque es ahí donde se deben adoptar las decisiones que faltan para asegurar una salida sostenible de la crisis. Sobre la mesa el Pacto de Competitividad –o por el euro- de la Sra. Merkel, y de Francia; las medidas planteadas por la Comisión Europea para, una vez más, avanzar hacia un gobierno económico; y los esfuerzos de la task force de Van Rompuy para intentar imponer un poco de orden y coherencia en todo lo anterior, tampoco ajena a la influencia alemana. En definitiva, el viejo debate entre lo intergubernamental y lo comunitario combinado con cierta ruptura del espíritu integrador de algunos socios de la Unión.

Alemania exige una mayor coordinación de la política económica como contrapartida al refuerzo –más fondos- y flexibilización –más instrumentos- de la Facilidad Europea de Estabilidad Financiera (FEEF), aunque sin llegar todavía a permitir la emisión de eurobonos, y para crear el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEE) de carácter permanente. Alemania no parece dispuesta, no obstante, a permitir un escrutinio de su sistema financiero equivalente al que exige para el conjunto de las economías europeas afectadas por la crisis de la deuda soberana. Esta asimetría es simplemente inaceptable.

Con todo, aunque se pueda objetar a alguna de las exigencias alemanas poco puede decirse en contra de su objetivo final: la unión económica, una verdadera aproximación de productividades, niveles de competencia y dotaciones de factores en un verdadero mercado único sin tanta fragmentación, para nada una idea alemana y mucho menos de su presente gobierno, sino patrimonio común y bastante antiguo. Lo necesario es una estrategia europea de crecimiento que elimine las diferencias en productividad, renta y bienestar. Una estrategia común y transparente capaz de incorporar al BCE y a la política monetaria, ahora que amaga con segar la recuperación elevando los tipos de interés, y que reconozca que sin el euro Alemania no disfrutaría de ese saludable superávit comercial porque su tipo de cambio de revalorizaría.

España ha hecho los deberes, déficit, cajas, pensiones, cuentas de las CC.AA., mercado de trabajo, a la espera de un acuerdo sobre negociación colectiva que cierre el debate sobre algo mucho más amplio y trascendente que la no tan fácil de medir productividad. En nuestro país es esencial la vinculación entre salarios e inflación para mantener el poder adquisitivo de los trabajadores y dinamizar el consumo, y ya se tiene en cuenta la productividad en la negociación colectiva. Tampoco presentamos diferencias relevantes en cuestiones como la armonización fiscal. Hemos reformado nuestro sistema financiero más que el resto –que Alemania, sin ir más lejos-, en particular las cajas de ahorro. Lo mismo debe decirse de la disposición española a acometer sin trampa alguna las pruebas de resistencia bancaria.

Hemos dado un ejemplo mundial con la reforma de las cajas, en un momento incluso en el que se demanda cierta banca pública con el objetivo social de asegurar el crédito a familias, PYMES y empresas o incluso ofrecer nuevos productos como hipotecas con la garantía limitada al piso. Unas entidades, las cajas, con una importante obra social pero que no han sido capaces de atender el fundamental flanco social del mercado que probablemente nunca ya cubrirán.

En Europa, con todo, Alemania y Francia no cejan en su empeño de liderar sesgadamente un proceso que no les pertenece, intentando adelantarse a los acontecimientos sin esperar a las propuestas de la Comisión, convocando cumbres bilaterales como la de Deauville de 2010 y sus diferentes secuelas para condicionar al Consejo. Ese no es el camino.

La crisis de la deuda pública europea va a cumplir un año, un largo año en el que Europa todavía no ha sido capaz de resolver sus deficiencias fiscales –falta de coordinación, ausencia de políticas comunes– que se evidencian día tras día en los movimientos especulativos contra la deuda soberana, la ampliación de los diferenciales de interés y la ausencia de instrumentos comunes de intervención.

En España tenemos la oportunidad de demostrar que se pueden acometer las reformas que la economía necesita mientras se protege el estado del bienestar. Se podrá utilizar el simplista argumento, el favorito del principal partido de la oposición, de que con la tasa de desempleo actual no procede hablar de sostenibilidad social alguna, pero no es así. Sabemos muy bien que la relativamente mayor destrucción de empleo sufrida por España en esta crisis no es un fenómeno particular resultado de esta crisis sino que refleja un patrón histórico estructural que las reformas ya realizadas o en marcha impulsadas por el gobierno pretenden corregir por fin y para siempre. A la vista está que reformas anteriores, la laboral de 1997, combinadas con otras como la del suelo de 1998 no hicieron sino agudizar este desequilibrio crónico.