miércoles, 26 de diciembre de 2012


2012 NO VA A SER FÁCIL DE OLVIDAR



Artículo aparecido en "sesiondecontrol.com" el miércoles, 26 de diciembre de 2012.

Termina el primer año de la era Rajoy con importantes lecciones que lo harán difícil de olvidar. Para la oposición, para mi partido, el año 2012 será recordado como el primero tras el brusco aterrizaje en la dura realidad que nos esperaba tras las elecciones generales de noviembre del año anterior. Tras la indiscutible derrota, en 2012 celebramos nuestro 38 Congreso Federal en Sevilla, congreso en el que elegimos por estrecho margen como Secretario General a Alfredo Pérez Rubalcaba, sin duda el más capacitado para liderar desde su experiencia y capacidad la puesta a punto de un proyecto político y un partido que exigen una profunda transformación.
Han pasado 35 años desde que Felipe González, Alfonso Guerra y otros muchos asumieran la responsabilidad de dirigir el PSOE y hoy, como entonces, es imprescindible llevar la renovación del partido y del proyecto que defiende y propone a espacios desconocidos. Antes del 38 Congreso, entonces, y desde el primer día la nueva Comisión Ejecutiva Federal se ha dedicado a ello con ahínco a pesar de la difícil coyuntura. Como apunté hace un año en 

http://elpais.com/diario/2011/12/15/opinion/1323903604_850215.html


“Hay y habrá autocrítica, y nos levantaremos y saldremos adelante. Y lo haremos de la única manera posible, con un nuevo proyecto que debe, básicamente y a partir de nuestros principios y base social, recuperar la credibilidad perdida como gestores de la economía, recomponer nuestra identidad socialdemócrata y remozar la estructura y funcionamiento del partido.”

Y lo estamos haciendo, en un año que tampoco olvidaremos por las graves consecuencias de la crisis que están padeciendo los españoles, cada vez más agudizadas por los errores de un gobierno que a pesar de la complicada situación que heredó no ha dejado de equivocarse en la dirección por la que quiere llevar a este país desde el primer día.

Un año en el que no olvidaremos porque el PP no sólo no tenía un plan preparado para recuperar nuestra economía sino que ocultó sus verdaderas intenciones, inútiles desde una perspectiva económica pero muy claras desde una perspectiva ideológica, hasta cuando le interesó después de las diferentes elecciones. Esperó a las andaluzas y asturianas para presentar los presupuestos agudizando la crisis de la deuda soberana, y ocultó sus planes sobre las pensiones hasta después de las vascas y gallegas. Sin plan pero priorizando claramente sus intereses electorales en detrimento de los colectivos. Sin plan pero siguiendo sin rechistar las imposiciones cada vez más contestadas de la derecha europea liderada por la señora Merkel. Sin plan de salida de la crisis porque la austeridad jamás nos sacará de ella. Sin plan pero con un objetivo de fondo claro, el desmantelamiento de la red de bienestar social público construida entre todos durante los 30 años de democracia. Un logro consagrado en el consenso de las principales fuerzas políticas y sociales de nuestro país.

La actitud del gobierno del PP ha abierto un debate nuevo y fundamental que enraíza con el origen del descrédito que sufre la política. Nunca antes un gobierno incumplió de manera más clara y descarada sus promesas electorales –impuestos, pensiones, abaratamiento despido, recortes en políticas sociales –sanidad, educación, dependencia-. Nunca antes se mintió tanto en democracia, prácticamente en todo. Y nunca antes vimos un gobierno hacerlo con esa altivez y distancia. Con una actitud de superioridad que indigna a los ciudadanos que cada viernes no dan crédito a lo que se dice en las ruedas de prensa de los consejos de ministros. Para este gobierno su programa es papel mojado incluso cuando rectifica como ha hecho con la reforma de CGPJ.
¿Valen para algo los programas electorales, las promesas en debates del candidato, la infinidad de propuestas presentadas cuando se estaba en la oposición? Resulta inevitable abrir un debate en nuestra sociedad acerca de la legitimidad de unas medidas de tan hondo calado negadas tantas veces antes de ser gobierno. Y no sólo es una cuestión externa. La ausencia de mecanismos de control democrático en el seno del PP frente a los de otros partidos como el PSOE en el que no dejamos de demostrar proceso tras proceso que elegimos democráticamente a nuestros líderes es palmaria. Las memorias de José María Aznar han vuelto a poner de actualidad cómo se designó a Mariano Rajoy tras la negativa de Rodrigo Rato a asumir ese legado. Pero poco importa el elegido, lo preocupante es el sistema que sigue vigente desde hace 25 años en ese partido que nunca votó democráticamente a su líder.

En definitiva, por muchas razones no será fácil olvidar 2012. Tantas como las que deberemos cambiar cuando los progresistas volvamos a gobernar, pero iremos más lejos porque no se trata de regresar atrás sino de definir un nuevo proyecto progresista plural e inclusivo que vuelva a transformar nuestra sociedad y dejé atrás para siempre estos tiempos reaccionarios de la era Rajoy.

Feliz año nuevo.

domingo, 2 de diciembre de 2012


30 años de Felipe.



Hoy he asistido al homenaje a Felipe González en el 30 aniversario de su toma de posesión como presidente del Gobierno en 1982. Yo tenía entonces 16 años y a pesar de mi juventud comprendí bien la profundidad y trascendencia del cambio que significaba para nuestro país. Y así fue. Felipe lideró al partido y al gobierno con maestría, como nunca nadie lo ha hecho en estos años de democracia.

El acto que ha protagonizado Felipe González junto a nuestro Secretario General, Alfredo Pérez Rubalcaba, y nuestra compañera María González Veracruz, y en el que han participado la inmensa mayoría de ministros de los gobiernos de Felipe, ha sido un éxito.

Hoy quiero homenajear también a mi padre, a Javier Moscoso del Prado, ministro de la Presidencia en aquel gobierno, lo fue durante toda la legislatura. Un hombre sabio y bueno que lo ha sido todo en esta democracia en los 3 poderes el Estado -ministro, diputado en 3 legislaturas, fiscal general del Estado, vocal del Consejo General del Poder Judicial, entre otras responsabilidades-. Todo un ejemplo para mí, que siempre supo estar y que también supo marcharse cuando le tocó hacerlo, con dignidad y con la cabeza bien alta. Hoy a sus 78 años sigue trabajando a tope como siempre lo ha hecho, demostrando la importancia que tiene tener una profesión al margen de la política.

El miércoles le acompañé al hotel en el que El País había convocado a los viejos rockeros de Felipe y nos sacaron esta magnífica foto a los tres.

Hoy el reto al que se enfrenta en PSOE es similar al que asumió Felipe en la transición para convertir al partido en una fuerza de vocación mayoritaria, primero, y lograr llegar a la Moncloa después. Hoy Felipe nos ha dicho que es preciso recuperar nuestro proyecto para que sea capaz de impulsar las reformas necesarias para los próximos 25 o 30 años. Nos toca hacerlo a nosotros, nadie lo hará, ha dicho.

Como también ha dicho hoy nuestro Secretario General, al PSOE le toca ahora, como en el 82, definir el proyecto para conquistar el mejor futuro para este país.

Lo vamos a hacer, tal y como hizo Felipe que antes de lograr el triunfo en 1982 transformó el proyecto, el partido, los equipos, adaptó a un PSOE que venía de la clandestinidad a una democracia incipiente, tuvo que optar por qué decisiones estratégicas priorizaba –consolidación de las instituciones democráticas acosadas por el golpismo y el terrorismo, reforma de la economía en plena crisis, Europa…-, en unos tiempos aún más difíciles que los actuales.

Ahora también vamos a transformar nuestro partido y su manera de funcionar, su modo de relacionarse con la sociedad. Y vamos también a adaptar nuestro proyecto a la realidad en la que vivimos respetando fielmente nuestros principios y valores.

Modernizar, abrir, renovar, transformar, airear nuestras obsoletas agrupaciones, ser transparentes, recuperar confianza y credibilidad, reflexionar sobre nuestra trayectoria, plantear un proyecto riguroso, abrirnos a la sociedad, convocar primarias abiertas, todo ello lo vamos a hacer sin cortapisa alguna, sin limitaciones, con valentía, porque es lo que la sociedad nos exige para que vuelva a haber lo antes posible un nuevo periodo de gobiernos socialistas. Un nuevo proyecto de transformación de España y de Europa conforme a la realidad de hoy y a lo que la sociedad actual nos exige. El que crea que no lo vamos a lograr simplemente se equivoca.


DEBILIDADES PREVIAS ESPAÑOLAS


Artículo aparecido en el diario "ABC" el domingo, 2 de diciembre de 2012.

La profundidad de la crisis económica, social y político-institucional exige un breve balance previo de las razones que la han provocado. Sin duda, la crisis financiera internacional generada en el corazón del sistema bancario como resultado del mito de la autoregulación propagado por la revolución conservadora de los 80. También, los elementos domésticos “españoles” que culminaron con el estallido de la burbuja inmobiliaria, un fallo colectivo del que no se libra nadie, gobiernos, instituciones reguladoras como el Banco de España, la Unión Europea, los partidos políticos con el del gobierno atrincherado en el negacionismo, la academia, los sectores económicos y sus representantes, incapaces todos de resistir la embriaguez provocada por la espiral de riqueza insostenible que nos llevó al desastre. El resultado de la reforma de la ley del suelo de 1998, tipos de interés bajos fruto del euro y políticas económicas y fiscales orientadas a incentivar el monocultivo inmobiliario y de la construcción. La crisis institucional que vivimos no es ajena a este fallo colectivo, por ejemplo, por lo ocurrido con las “politizadas” cajas de ahorro. Mientras, la percepción exterior de la economía español sigue siendo la de un conglomerado que ha desperdiciado un ciclo de crecimiento completo, 15 años desde 1993 hasta 2008, que ha destruido ya 4 millones de empleos, 2,5 directamente en el entorno de la construcción, y que no sabe qué camino seguir. Para encontrarlo, antes, es necesario reformar nuestro marco económico e institucional en al menos tres direcciones. La primera, la fiscal, para segurar la suficiencia del sistema y su equidad logrando que paguen empresas y profesionales, y proteger el emprendimiento. En segundo lugar acabar con ese dicho que dice “España para los españoles” reconociendo que la red de intereses cruzados entre corporaciones, bancos e instituciones públicas provoca que un porcentaje enorme de nuestra economía esté cerrado a la competencia y la inversión externa. En tercer lugar, reformar nuestro modelo institucional para lograr que la competencia basada en el capital humano y tecnológico centren la actuación pública y privada durante las próximas décadas en un marco europeo de sostenibilidad de nuestro modelo de bienestar. Así sí crearemos empleo.

domingo, 11 de noviembre de 2012


          OBAMA Y NUESTRA CRISIS



Artículo aparecido en el diario "ABC" el domingo, 11 de noviembre de 2012.


Europa y España –el Gobierno ya no oculta lo que desde hace meses es un secreto a voces- respiran aliviados tras la victoria de Obama. Una victoria que avala un modelo de política económica a pesar de que el desempleo se sitúe en los EEUU por encima del 8 por 100, un nivel con el que hasta ahora sólo Ronald Reagan había logrado imponerse en unas elecciones. El pueblo americano ha decidido, con razón, que la profundidad de la crisis económica exige al menos otro mandato para consolidar el rescate del país bajo la impronta de Obama mientras que la alternativa económica republicana, la fórmula propuesta por un Mitt Romney percibido como un próspero tiburón devorador de empresas, ha sido derrotada. Ha vencido el esquema colectivo “a la americana” –mejor todos juntos, que nadie se quedé atrás-, frente al sálvese quien pueda. Han ganado las políticas industrial y de empleo proactivas, las del perfil más socialdemócrata de los EEUU, las del crecimiento frente al retorno a lo que provocó la crisis. Con todo, la deriva del Partido Republicano, alejadísimo del centro del espectro político americano y condicionado por los extremismos que conviven en su interior, no augura necesariamente un cambio de actitud en la Casa de Representantes, una cámara que sigue controlada por ellos y donde han practicado un obstruccionismo irracional que no ha servido para desalojar a Obama de la Casa Blanca. Si no se moderan, el fiscal clift previsto para el 1 de enero –un ajuste fiscal del 4% del PIB- augura emociones fuertes. Los europeos y muy en particular loe españoles debemos congratularnos porque Obama podrá contribuir a desmontar el fundamentalismo de la austeridad expansiva impuesto por la derecha europea, por Alemania, y de la que España no ha logrado escabullirse. Obama e incluso el FMI gracias al peso que los EEU ahí tienen, nos pueden hacer más llevadero el terrible trago que nos espera si se cumplen las previsiones de crecimiento de la Comisión Europea. Quién lo iba a decir hace bien poco, el FMI empujando hacia la izquierda… Gracias a Obama y sus políticas los EEUU llevan 30 meses creando empleo y creciendo, y eso que el impulso fiscal de Obama se quedó a medias, pero contando con el inestimable apoyo de la Reserva Federal que nada tiene que ver con nuestro BCE.

miércoles, 7 de noviembre de 2012


Segundo tiempo para Obama


Artículo aparecido en "El Huffington Post" el miércoles 7 de noviembre de 2012.


El sentido común se ha impuesto al final de una intensísima campaña, la más cara de la historia, en la que los ciudadanos estadounidenses han decidido volver a dar su confianza a Barack Obama para permitir que complete su todavía inacabada obra. Aunque ha podido pasar lo contrario, su derrota hubiese sido un golpe muy duro para los sueños de tantos, para el propio sueño norteamericano que Obama ha defendido con uñas y dientes aunque en algún momento le haya faltado la chispa de 2008.
En agosto, en la convención de Charlotte los demócratas lograron contraponer un proyecto de país muy distinto al de los republicanos invocando al espíritu de solidaridad colectiva, de comunidad, que Obama traduce en unas políticas públicas que contribuyan a que el esfuerzo individual conduzca a ese sueño sin dejar a nadie abandonado por el camino. Obamacare, la apuesta por la educación, el rescate de la industria del automóvil o la defensa de los derechos de los dreamers -los hijos de emigrantes ilegales llegados de niños a los EEUU- han marcado esa pauta.
Es verdad que la victoria de Obama llega con el desempleo por encima del 8 por 100 -sólo el gran Ronald Reagan había logrado imponerse en unas elecciones con cifras similares- pero con la sensación clara de que la profundidad de la crisis económica exigía al menos otro mandato para consolidar el rescate del país bajo ese esquema colectivo, de unión. La fórmula económica republicana, la del Mitt Romney desmantelador de empresas, en cierto modo un retorno a lo que provocó la crisis, ha sido la gran derrotada. Veremos si con ello se logra un cambio en la actitud que los republicanos han mantenido en la Casa de Representantes, una cámara que sigue controlada por ellos.
Con Obama gana el mejor y también el candidato preferido por el resto del mundo, alejando los fantasmas que generaba la posible victoria de Mitt Romney y que desde muchas perspectivas podía conducir de nuevo al punto de partida, a 2008, con un republicano de nuevo al mando. Está por ver cual será el futuro papel de Mitt Romney en su partido, que ha hecho una buena campaña, ganó el primer debate y ha logrado dejar atrás las dudas de su perfil -obispo mormón, tiburón financiero- o sus contradicciones -impulsor de una reforma sanitaria bastante, digamos, progresistas, en Massachussets-.
Sin embargo al partido republicano se le nota demasiado que ya no es el partido que más se parece a los EEUU, posición que sin duda ha logrado consolidar el Partido demócrata que se lleva el apoyo masivo de latinos, afroamericanos, mujeres y jóvenes. Un partido, el republicano, que parece cada vez más un partido de blancos a la defensiva. Un partido controlado desde las sombras por el siniestro Tea Party al que Romney ha intentado esconder sin éxito durante la campaña.
En Europa, debemos congratularnos porque Obama debe ayudarnos a desmontar el fundamentalismo de la austeridad impuesto por la derecha europea, por Alemania, y del que nuestro Gobierno también de derechas no parece saber encontrar escapatoria. Gracias a Obama y sus políticas los EEUU llevan 30 meses creando empleo, creciendo, aunque cuentan, claro está, con la inestimable ayuda de una Reserva Federal libre de falsos paradigmas fundamentalistas y comprometida con el crecimiento económico y la creación de empleo. Una buena noticia también porque los demócratas serán más firmes a la hora de controlar y regular los mercados financieros.
En la escena internacional, y a pesar de que el Obama de este primer mandato que ya acaba tampoco ha sido el que todos esperábamos en 2008, no cerró Guantánamo y ha firmado actuaciones unilaterales utilizando drones o a los marines de difícil justificación, tampoco debemos esperar el retorno al unilateralismo que practicó George W. Bush al que probablemente nos habría devuelto Romney y que tan graves consecuencias provocó.
Finalmente, desde una perspectiva de izquierda, o Europea incluso, la reforma sanitaria, Obamacare, la sanidad universal, sobrevivirá a su impulsor y creador. La victoria de Obama ha frustrado las ansias del otro fundamentalismo que con más y más peso ha colonizado el partido republicano, el cristiano, y que sin duda va a sufrir viendo como se legaliza el matrimonio homosexual a escala federal, se mantiene intacto el derecho al aborto y se progresa en los derechos de las mujeres.
Obama tendrá más margen de actuación ahora que no se juega reelección alguna y ello debe permitir que se perciba mejor con hechos su perfil más socialdemócrata -apuesta por la educación, políticas industrial y de empleo proactivas, igualdad, leyes migratorias, cambio climático y lucha contra la pobreza en el mundo, recuperación del impulso de las energías renovables- y algo más que guiños a la izquierda de su país como la defensa de la acción sindical. Obama va a contar con un segundo mandato en el que debe completar su obra y, quizás, pasar a la historia como uno de los grandes, al menos el de toda una generación.

CON OBAMA SE IMPONE LA RAZÓN


Artículo aparecido en el periodico "El Mundo" el miércoles 7 de noviembre de 2012



El mundo, los progresistas, Europa y los idealistas que todavía sobreviven a pesar de la profunda crisis de la economía global, crisis también política en no pocos países europeos o en las propias instituciones comunitarias, todos respiramos aliviados. La reelección del presidente Barack Obama aleja la inmensa incertidumbre que generaba una posible victoria de Mitt Romney que nos podía llevar de nuevo al punto de partida de 2008. El candidato republicano, que ha demostrado ser un buen competidor, deberá ahora consolidar su posición en el partido republicano, un partido al que se le ha notado demasiado que ya no es el que más se parece a los EEUU y que está controlado por el peligroso Tea Party al que ha intentado esconder sin éxito durante la campaña. Una buena noticia para la economía global y sobre todo la europea porque Obama contribuirá a poner coto al falso fundamentalismo de la austeridad que practica la derecha europea con el permiso de Angela Merkel y buenos alumnos como Mariano Rajoy y que nunca nos logrará sacar de la crisis. EEUU lleva 30 meses creando empleo, creciendo e inundando el mercado de dólares gracias a una reserva Federal volcada en el crecimiento económico y la creación de empleo. Un presidente más comprometido con el control y una mejor regulación de los mercados financieros. Bueno para el mundo porque no se espera un retorno al enloquecido unilateralismo que practicó George W. Bush cuyas consecuencias todavía estamos pagando si bien Irán, Oriente Medio o la creciente tensión que se vive en un continente asiático en ebullición auguran emociones fuertes en los próximos 4 años. Por último, es una buena noticia saber que la reforma sanitaria, Obamacare, saldrá adelante en un segundo mandato en el que el perfil más socialdemócrata del presidente Obama se dejará ver –apuesta por la educación, políticas industrial y de empleo muy proactivas, igualdad- alejando el riesgo del otro fundamentalismo que reside en el partido republicano, el cristiano, que sin duda va a ver como se legaliza el matrimonio homosexual a escala federal o se mantiene intacta el derecho al aborto.

lunes, 29 de octubre de 2012

 

La derrota de la razón progresista



Artículo aparecido en "sesiondecontrol.com" el lunes 29 de octubre de 2012
Desde hace ya demasiado tiempo la política española parece el escenario de un campo de batalla en el que la izquierda ha sido derrotada. La dura crisis económica, social y ahora institucional que estamos viviendo está consiguiendo acabar con el largo sueño ilustrado de la izquierda, ese que consiste en el sencillo y al mismo tiempo poderosísimo convencimiento de que desde la política se puede conseguir que las cosas sean distintas. Que la vida sea mejor para todos, más justa y con más igualdad, siendo la igualdad, como decía Luis Gómez Llorente, el principio más específico del socialismo democrático, de la socialdemocracia, la igualdad entendida como “igual libertad” para todos.
Igualdad real, igual libertad efectiva, frente a la libertad entendida como un derecho formal individual sin necesaria consecución práctica como predica el liberalismo. Es la garantía de una vida digna para todos, frente a la formalidad de unos derechos subjetivos para competir en una carrera económica con frecuencia deshumanizada. Es la política que exige un Estado redistribuidor que garantiza derechos sociales, que garantiza esa “igual libertad” para todos más allá de la mera libertad económica que sólo necesita regulación.
Hasta hace bien poco la sociedad confiaba con optimismo en la capacidad de resolución de sus principales problemas desde la razón, y el método con el que contaba era, sin duda alguna, la política. Hoy, los ciudadanos que se consideran progresistas, los que creen en esa idea de igualdad entendida como “igual libertad” para todos y en todos los sentidos, dudan que esos objetivos puedan ser alcanzados desde la política. Nuestra obligación es convencerles de que su sueño ilustrado no se ha frustrado. Convencerles y demostrárselo.
La mayoría seguimos creyendo que es posible porque de hecho existe y ha sucedido en algunas sociedades como las escandinavas, o en muchos países europeos, sí, aunque quizás en otros momentos bajo otras circunstancias económicas y geopolíticas. Con todo, incluso sin ejemplos reales seguiría siendo una aspiración racional perfectamente defendible. El problema por tanto no es del sueño, que sigue ahí esperando, sino de la constatación de que nuestro sistema político actual tal y como es, y tal y como funciona, no permite alcanzarlo. Un sistema político que presenta problemas de suficiente envergadura como para provocar el alejamiento, la desmotivación y la reducción de la esperanza en sus resultados de importantes porcentajes de la población y muy en particular de los ciudadanos progresistas.
En nuestro país, por ejemplo, en el contexto de las derrotas electorales sufridas por el PSOE en 2011 y 2012, desde que estalló la crisis vivimos dominados por una manera de hacer política entregada a la satisfacción de los llamados mercados. Unos mercados que gracias a la desregulación aprobada durante décadas por gobiernos conservadores pero también por los progresistas, han devorado cualquier atisbo de autonomía política de las cada vez más impotentes instituciones políticas de cualquier escala, nacional pero también europea. Unos mercados que imponen desde la hegemonía de la derecha alemana y sin control democrático alguno decisiones económicas que nos llevan en sentido contrario al que quiere la mayoría de la población.

Nosotros mismos

En diciembre del año pasado escribí que las causas de las derrotas de 2011 estaban en nosotros mismos, en el PSOE, y que entre ellas había sido la economía prácticamente en solitario la que nos había llevado donde estábamos y donde sin duda todavía seguimos. También entonces hice, hicimos, autocrítica sobre los errores cometidos durante los años de gobierno desde el convencimiento de que es necesario llevar a cabo una renovación profunda del proyecto político del partido socialista y del propio partido como institución, para poder volver así a hacer algún día efectivo ese proyecto todavía por definir. También dije que la autocrítica no debe convertirse, para alegría de algunos, en un ejercicio de autofustigamiento público, aunque esa autocrítica marque en la dosis adecuada el camino para comenzar a recuperar nuestra maltrecha credibilidad como partido socialdemócrata y para recomponer nuestra identidad.
Pues bien, eso dije, dijimos, y hubo un congreso en Sevilla en el que el partido eligió a una nueva dirección y a un nuevo secretario general, sin duda el mejor capacitado para liderar el partido en esta coyuntura como creí entonces y creo ahora, y comenzamos a atravesar el inmenso desierto de esta crisis de la que, insisto, por acción y por omisión no somos ajenos, y ahí estamos. Ya sabíamos que iba a ser duro, y largo, y lo mucho que todavía tiene que llegar.
Desde entonces no hemos dejado ni un minuto de analizar, debatir y trabajar sobre muchas de las cuestiones de las que llenan los periódicos, medios de comunicación y la Red, incluso muchos más. Así, el debate que debemos tener no es si debemos hacer una oposición más fuerte o más débil para satisfacer a unos medios de comunicación donde ya no se distingue la opinión de la información. Las intensidades, los tiempos, son partes de un todo, lo sabemos muy bien. El verdadero debate de fondo es qué debemos hacer para lograr que nuestro proyecto sea de nuevo creíble y merecedor de apoyo. La verdadera pregunta es saber por qué perdimos tanta credibilidad, y no es difícil responder que para demasiados ciudadanos perdimos durante muchos años nuestras señas de identidad. Vieron la política como un partido de fútbol en el que no se distinguía bien el color de las camisetas. Una política tan agotada que permite con total normalidad el nuevo nepotismo ilustrado de Monti en Italia.
Tenemos muchos frentes abiertos, el del proyecto, el del partido, el de la participación en política, el de la recuperación del voto urbano y profesional, el de la cultura del mérito y el esfuerzo, el de la capacidad e imagen de los políticos, el de Europa, el de la crisis institucional o el del modelo de Estado en una España en la que los que votaron la Constitución tienen ahora 52 años o más, el del papel en la sociedad y en la política de las generaciones que no la votamos, el de los complejos de clase y la obsesión por la ascensión social, o el de nuestra definitiva equiparación con Europa en los dos elementos que la distinguen del resto del mundo: la educación y la fiscalidad. Vamos a acometerlos todos sin excepción, sin cortapisas, con todas las consecuencias.

Errores propios y ajenos

Hemos cometido errores, sin duda, pero ha habido muchos que no han sido sólo nuestros. La derrota de la razón es colectiva en una sociedad en crisis en la que el manejo de la información es más complejo que nunca. La política y los políticos democráticos nos hemos convertido en responsables de casi todos los males de una sociedad arruinada que no ha logrado mantener el ritmo de creación de riqueza de las últimas décadas porque éste se basaba excesivamente en dos tipos de especulación, la financiera y la inmobiliaria. La política es también responsable de ello aunque es difícil encontrar en sector alguno voces críticas a lo que sucedió -universidad, medios de comunicación, sector empresarial- mientras ocurría. Algunos avisamos de ello con poco éxito desde el final de la década de los 90, nuestros gobiernos progresistas no combatieron la burbuja, otros siguen sin hacerlo.
Es difícil imaginar un fallo colectivo más grave que el que ha provocado esta crisis a escala global, un fallo global. Y es difícil imaginar un ejemplo mejor de esa derrota de la razón porque, con todo, a pesar de todo lo que está pasando y de todo lo que estamos sufriendo, todavía no existe un diagnóstico objetivo y racional de lo que pasó y está pasando. La derecha que nos gobierna sigue negando ese diagnóstico, el que vincula la gravedad de la crisis en España con nuestra particular especulación financiera y la burbuja inmobiliaria, con sus derivadas sobre el sistema financiero -cajas básicamente- y sector de la construcción, todo abonado por la desregulación que siguen defendiendo.
Así, aunque crea que el sueño progresista basado en la razón sigue ahí, y aunque debamos cambiar nuestros instrumentos para alcanzarlo, la razón es derrotada cada día por las fuerzas que dominan la política. La razón no justifica la política económica que nos impone la insolidaria Alemania de Angel Merkel, y la razón no encuentra acomodo en el rebrote del nacionalismo como coartada para buscar en la insolidaridad y en las políticas reaccionarias pan para hoy y hambre para mañana como ya ocurrió en el siglo XX en uno de los periodos más oscuros y sangrientos de la historia europea.
El problema es que se imponen otras vías que reemplazan la progresista e ilustrada confianza en la capacidad de resolución problemas desde la razón aún a sabiendas de que, por esas vías, no hay solución. El desmantelamiento del estado del bienestar como coartada para volver a crecer, la eliminación de la “igual libertad” para todos, o la imposición de políticas desde el fundamentalismo cristiano de unos pocos constituyen gravísimos pasos atrás que desde la izquierda deberemos invertir. La confrontación de nacionalismos antagónicos incompatibles y excluyentes sólo puede ser rebatida y compensada desde el cosmopolitismo de izquierdas que apuesta por la convivencia bajo un sistema de inspiración federal.
Queda mucho trabajo por hacer pero no necesariamente mucho tiempo. Creo que los socialistas españoles volveremos a ser alternativa pronto. No será fácil pero lo lograremos, antes cuantos más seamos en el partido, cuantas más ciudadanas y ciudadanos se animen a militar, sí, a militar, y a participar. Necesitamos ayuda, apoyo, ideas frescas, aire nuevo, se sea más o menos crítico, para lograr que nos parezcamos todavía más a la sociedad española a la que aspiramos a representar. La razón que impulsa nuestras ideas progresistas no ha sido derrotada aunque, hoy, se impongan otros planteamientos conservadores, identitarios, aunque no logremos que sean oídas ni que se abran paso. Hemos perdido muchas batallas, esto no es nuevo, pero entre todos volveremos a ganar las de verdad.

domingo, 30 de septiembre de 2012


¿Pactará algo este gobierno?


Artículo aparecido en el diario "ABC" el domingo 30 de septiembre de 2012

Aunque parezca mentira, todo es susceptible de ir a peor. Creo que ese es el mejor resumen de los últimos meses y de todos los días de gobierno de Mariano Rajoy sin excepción. Nuestro país está al borde del abismo económico, social e institucional sin que se pueda aventurar cambio de rumbo alguno. Tras la suficiencia y aires de superioridad con los que la vicepresidenta del gobierno despachó la rueda de prensa de presentación de los presupuestos  para 2013 es difícil esperar milagros. El autismo del gobierno es peligrosamente contraproducente.

Desde el PSOE hemos dicho ya demasiadas veces que la posición del gobierno ante las instituciones comunitarias se vería reforzada si contara con un amplio apoyo parlamentario, no hay más que ver como ha encajado las condiciones del MOU del rescate de junio del que todavía no se ha visto un sólo euro. Votamos a favor del primer decreto de reforma financiera y el Gobierno no llamó. Nos abstuvimos en el segundo y continuamos sin saber nada. Votamos en contra del trágala del tercero tras una larga cadena de errores –presupuesto retrasado por Andalucía, déficit oculto de las CC.AA. del PP, Bankia, rescate bancario como “logro”- y nada, seguimos esperando.

El gobierno da la sensación de no haber aprendido nada. Ni siquiera tiene un diagnóstico serio mientras, repetidamente, prioriza sus intereses partidistas más inmediatos como sucede ahora con las elecciones gallegas. En la reunión que los gobiernos alemán y español mantuvieron en septiembre, el documento que repartió Moncloa situaba el comienzo de la burbuja inmobiliaria en el año 2003. Ni rastro de la Ley del suelo de 1998 y del shock monetario de 1999 cuando se fijaron irreversiblemente los tipos de cambio de las monedas de la futura zona euro. Los alemanes no salían de su asombro, si nos lo han contado hasta a nosotros… y eso que son demócrata-cristianos. Esa actitud es la que nos está saliendo tan cara, la que está dejando nuestra imagen internacional bajo mínimos.

Hemos intentado pactar lo fundamental, pero dos no pactan si uno no quiere. La crisis está provocando un hundimiento de los ingresos sin precedentes que exige una actitud responsable, muy diferente. Exige apostar por el crecimiento y alejarse de la derecha europea. Si el gobierno hubiera escuchado nuestras propuestas fiscales para 2012 cuando debatimos los presupuestos –fiscalidad grandes fortunas, eliminación deducciones en impuesto sociedades- se podrían haber evitado los recortes en dependencia y educación. Día a día, no obstante, se cierra el espacio para pactar, porque el gobierno persevera en su eficaz y paulatina destrucción de nuestro sistema de bienestar. El tan cacareado récord legislativo de estos nueve meses se corresponde con el mayor número de reales decretos aprobados sin debate alguno, sin consultar a la oposición y sin apoyo parlamentario alguno, bueno sí, el de la CiU de Artur Mas. El pacto que el país necesita exigirá rectificaciones. Nosotros ya hemos reconocido errores pasados.

lunes, 10 de septiembre de 2012





CAMINO DE LA REELECCIÓN.


Artículo aparecido en el diario "El País" el sábado 8 de septiembre de 2012

La Convención del Partido Demócrata de Charlotte ha logrado presentar a la sociedad norteamericana un proyecto más claro y también más completo y seguro que la republicana de Tampa. Aunque desde hace semanas las encuestas muestran un empate técnico los demócratas han logrado centrar su poderoso mensaje con rotundidad. El presidente y ya candidato oficial Barack Obama confirmó en su discurso del jueves algo que desde hace ya mucho tiempo se respira en el ambiente: nunca antes en los EE.UU. hubo dos proyectos políticos tan distintos, esa es la realidad y también la estrategia. 

En Charlotte los demócratas se han presentado como lo que sin duda hoy son, el partido que más se parece a la sociedad norteamericana, una sociedad en la que las tradicionales minorías serán mayoría muy pronto, un partido diverso que cree en una sociedad abierta, inclusiva, plural y tolerante. Una sociedad que ha cambiado mucho y que tiene miedo del potencial retroceso moral, social, económico y de oportunidades que representan unos republicanos dominados por la extrema derecha religiosa y muchas de las mayores fortunas de este país. En tiempos de crisis y sin que el presidente Obama haya logrado consolidar la economía en una nueva senda de crecimiento, algo que atendiendo a la historia de previas elecciones debería ser suficiente para que no resultase reelegido, el mensaje de proyecto de país resulta fundamental. Así, los demócratas, durante toda la semana, han propuesto continuar recuperando esa América de la oportunidad, la del sueño americano, que ha sucumbido tras la dura crisis provocada por los que como Mitt Romney practican un individualismo duro y despiadado, se han enriquecido en los años de la desbocada carrera de la desregulación y carecen de proyecto económico alguno salvo el de los recortes y la eliminación de impuestos para los más ricos y las grandes corporaciones. La experiencia profesional de Mitt Romney al frente de sociedades dedicadas a liquidar empresas en dificultades y a deslocalizar empleo en el extranjero no ayuda precisamente a los republicanos que, en Tampa, a pesar de que la coyuntura económica les acompaña no han logrado convencer de que su proyecto económico es más fiable. Los discursos de Bill Clinton y del propio Obama contienen la hoja de ruta de lo que será el principal debate de esta campaña, la economía, aunque no el único. Los demócratas han logrado relacionar con habilidad el déficit y la deuda publica norteamericana con la gestión de los republicanos, es cierto, lo cual complica mucho al Partido Republicano su estrategia por su inconfesable compromiso fiscal con las empresas y los millonarios que financian su campaña. Donantes que quieren menos impuestos, recuperar el negocio sanitario y liberar Wall Street de interferencias innecesarias. Así, como dijo Clinton, no salen las cuentas. Con todo, da incluso la sensación de que con el ticket Romney-Ryan habría poco que hacer si no fuera por el fenomenal colchón de dólares que han amasado este verano. De ahí el discurso demócrata de la oportunidad, del empleo tradicional en industria y manufacturas en pequeñas y medianas empresas que necesitan recuperar los viejos lazos público-privados de cooperación para crear empleo, prosperidad, innovar y ser sostenibles en una economía globalizada muy competitiva. Una fórmula que garantiza el mantenimiento fuerte y sano de la estructura social de las comunidades de este país, el lugar en el que entre todos se puede salir adelante, allí donde a nadie le faltará una oportunidad. La reforma sanitaria de Obama -la ha universalizado-, la reivindicación del salvamento de la industria del automóvil, la apuesta por la educación pública, la puesta en marcha de políticas de igualdad de género, el derecho de las mujeres a decidir sobre su maternidad, el matrimonio gay, y la oposición frontal a la adopción de medidas de austeridad forzadas por la crisis que puedan debilitar los pilares del sueño americano son los ejes fundamentales de esta campaña que, de nuevo, sintetizó como nadie Obama en un gran discurso que fue de menos a más y que culminó con una vibrante segunda parte. Confío en que lo mismo ocurra con su carrera y veamos un segundo mandato

domingo, 22 de julio de 2012



6 MESES PERDIDOS


Artículo aparecido en el diario "ABC" el domingo 22 de julio de 2012

Aunque muchos sabíamos que este gobierno iba a debilitar nuestro modelo de justicia y bienestar social, lo que una mayoría no esperaba era que su gestión económica fuera a ser tan errática como para empeorar, como consecuencia de sus propias decisiones, una situación ya de por sí complicada. Su primer gran error fue renunciar a presentar los presupuestos hasta después de las elecciones en Andalucía y Asturias anteponiendo los intereses del PP a los del país. Mientras, en enero, febrero, marzo… optó por aprobar una reforma del mercado de trabajo que, en plena recesión, ha acelerado el ritmo de destrucción de empleo agravando la situación de miles de familias españolas. Un gobierno respaldado por cómodas mayorías absolutas y por la mayor concentración de poder estatal, autonómico y local de nuestra democracia debería haber ganado credibilidad internacional y transmitido confianza en los mercados pero ha resultado que no, y ha demostrado que no tenía plan alguno. Actitudes como la del presupuesto comenzaron a castigar la prima de riesgo de la deuda española, ese sacralizado indicador, mientras otros hacían lo contrario, como Italia, con un Gobierno que sí supo reducirla. El falseo de las cuentas autonómicas de 2011 con el  Madrid del exconsejero Beteta y Valencia en cabeza, unidos al catastrófico manejo del caso Bankia –un caso que gestionado de otra manera hubiera podido evitar el rescate bancario-, dos buenos ejemplos de genuina gestión del PP, llevaron a los mercados y a las autoridades económicas europeas a concluir que este gobierno no sabía lo que estaba haciendo, y así estamos, rescatados “de facto”. Tras las decisiones del último Consejo Europeo y los brutales, contradictorios, contraproducentes e improvisados recortes aprobados la prima de riesgo no se ha movido y el gobierno, que se niega a tender la mano, comienza a darse cuenta de que no sólo ha perdido 6 meses y la confianza de ciudadanos y mercados sino una oportunidad irrepetible para salir de la crisis.

domingo, 10 de junio de 2012


UN GOBIERNO CAMBIANTE


Artículo aparecido en el diario "ABC" el domingo 10 de junio de 2012.

Aunque parezca que hace mucho que estalló la crisis del sistema financiero español hay que recordar que Rodrigo Rato dimitió hace sólo un mes. Hasta entonces el componente bancario de nuestra particular crisis no aparecía entre las prioridades de actuación del Gobierno, que creyó que con el real decreto de febrero la cosa estaba arreglada. Otra cuestión, la insostenibilidad de las recetas basadas en la austeridad sin contrapartidas de crecimiento, ha protagonizado el debate durante meses. La victoria del socialista François Hollande en Francia ha cerrado esta discusión, a la espera todavía de decisiones relevantes a favor del crecimiento. Aunque la Comisión y el FMI se han sumado a las tesis ganadoras evidenciando cierto aislamiento de Angela Merkel, la opinión de ésta sigue siendo decisiva. El conjunto de la Unión Europea ha tomado conciencia del imposible camino por el que íbamos, tanto España como el resto. Así la cosas, y a la espera de futuros acontecimientos en el Consejo Europeo de este mes hemos sufrido la explosión de la bomba Bankia. Una crisis bancaria que ha pillado completamente desprevenido a nuestro Gobierno y que ha situado a nuestro país como principal preocupación no ya europea sino global. Así, mientras que la dicotomía austeridad-crecimiento era europea la crisis financiera es española. Del mismo modo, frente a un Gobierno equivocado en lo económico ha surgido un Gobierno desarbolado ante la crisis financiera. El contenido y orden de las reformas económicas emprendidas para hacer frente a la crisis de deuda soberana ha sido un grave error, y no sólo por haber olvidado el crecimiento y amenazar nuestro sistema de bienestar, no. El Gobierno ha perdido para siempre lo que en estos tiempos debe cuidarse más, la credibilidad, la capacidad de generar confianza. El retraso de la presentación del presupuesto y los datos ocultos de déficit para las CC.AA., con la del Secretario de Estado Beteta al frente del incumplimiento, dicen poco a favor de este gobierno en Bruselas o en Washington. Pero lo de Bankia ha hecho el resto, más aun tras el segundo decreto de reforma financiera de mayo. El relato de lo ocurrido con esta entidad desde diciembre es espeluznante, demoledor para la imagen del Gobierno fuera de España. Porque, como con el calendario elegido para presentar los presupuestos para 2012 o las cuentas de 2011 de las CCAA, el nuevo Gobierno ha optado por primar lo político antes que lo que la economía necesitaba, en este caso abortando una fusión que hubiese evitado su nacionalización pero que hubiese dado al traste con el proyecto de creación de un gran banco del PP. Pues bien, ese sueño megalómano se acabó y su coste va a ser inmenso.

El Gobierno, mientras, ha ido virando intentando que no se notara demasiado su acercamiento a los planteamientos que simboliza Hollande pero que desde el principal partido de la oposición defendemos con responsabilidad y buena paciencia. Todo está en nuestro programa electoral y forma parte constante del discurso del PSOE. Responsabilidad y paciencia que nos obliga a no hacer lo que vimos en el PP cuando estaba en la oposición, a pesar del abuso de reales decretos sin debate, decisiones opacas, negativa a explicar y conocer el fondo del agujero de Bankia, y múltiples contradicciones ministeriales. Ya sabemos lo que pretendía Cristobal Montoro, “que se hunda España”.

Es un alivio que por fin el Gobierno admita la necesidad de emitir eurobonos y de respaldar políticas de crecimiento. Aunque Merkel no lo quiera hay que insistir, la propuesta de fondo de amortización lanzada por el SPD alemán para respaldar bajo el compromiso de amortización la deuda viva por encima del 60 por 100 del PIB es una buena idea. Ahora hace falta que el Gobierno modifique su estrategia de negociación con Europa, no se equivoque en los mensajes y en los interlocutores y deje su orgullo patrio en casa porque nuestro sistema financiero necesita una solución urgente antes del verano. La reforma del Mecanismo de Estabilidad, ya sea concediéndole una ficha bancaria para que pueda prestar directamente a los bancos, o para hacerlo al FROB al menos en un primer momento, pueden ser el camino. Háganlo.

jueves, 7 de junio de 2012

La socialdemocracia y el proyecto europeo.



Artículo publicado en el diario "El País" el 07 de junio de 2012.

 
       
Europa es lo más parecido que hay a la socialdemocracia. Incluso, Europa es socialdemocracia. Se podría replicar que la construcción europea fue un éxito conjunto de democristianos y socialdemócratas, con los primeros al frente de más gobiernos durante las décadas iniciales de postguerra. Pero no es menos cierto que aquellos viejos cristianodemócratas, humanistas democráticos con sentimiento social, han sido reemplazados por agrios conservadores hijos de la revolución neoconservadora de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, y que cuentan con nuevos amigos en su propio seno o a su derecha, ya sean viejos y siniestros conocidos europeos como hemos visto en Grecia, o una derecha fundamentalista y ultraconservadora a imagen de la que en Estados Unidos se autodenomina tea party. Una derecha que la profunda crisis económica y social que estamos viviendo está poniendo en evidencia, demostrando lo poco tiene que ver con la que contribuyó a construir el Estado del Bienestar europeo. Mientras, por contra, la socialdemocracia sigue manteniendo intactos los principios y valores de entonces, convertida, como decía Tony Judt, en la prosa de la política europea contemporánea, lo cual constituye su principal problema, su éxito sin épica.

La combinación de crisis económica y supuesta crisis de la socialdemocracia nos obliga a responder con valentía. La izquierda no supo reaccionar con determinación a la crisis financiera de 2008. Esta crisis ofrece la oportunidad de quitarnos de encima las complicadas y vacuas definiciones acuñadas por la tercera vía de Tony Blair en su intento de construir un pensamiento progresista compatible con la desregulación financiera y con la globalización en un marco neoliberal. Un camino que sólo sirvió para distribuir, y hacerlo de esa manera, la riqueza creada en unos años de prosperidad insostenible.

Vivimos tiempos de crisis social, de pérdida de calidad de vida y bienestar, de voladura controlada del sistema de igualdad de oportunidades que tanto costó construir, de abandono de la sanidad y educación públicas, de paro desbocado. Tiempos de inseguridad e incertidumbre en los que a pesar del indecente espectáculo protagonizado por el sistema financiero y sus gestores, los mercados han logrado imponer políticas sin debate democrático alguno con el fin de rescatar al sector financiero del desastre provocado por la desregulación que antes logró imponer.

Las consecuencias de esta crisis demuestran que nunca como en estos años había estado la política tan sometida a los intereses económicos de unos pocos. Este sometimiento ha provocado la mayor crisis de la construcción europea desde su creación porque Europa es justamente lo contrario, el sometimiento de la economía a un fin político, la convivencia democrática en libertad bajo nuestro modelo de bienestar social. Tras la segunda guerra mundial Europa puso la economía –el carbón y el acero primero, el mercado común después, el euro…- al servicio de un gran sueño. Y esta crisis provocada por la desregulación ha puesto todos los sueños políticos, ciudadanos y de convivencia al servicio de un paradigma económico injusto e insostenible.

La combinación de crisis económica y una derecha más alejada que nunca de los valores humanistas de la ilustración como apunta Tzvetan Todorov, ofrece una oportunidad irrepetible a la izquierda europea para construir una alternativa creíble. Un inmenso reto porque en la práctica, salvo honrosas excepciones, socialdemocracia sólo ha habido en Europa. Pero las cosas han cambiado también fuera de Europa, y mucho. Dani Rodrik en su famosa paradoja señala la imposibilidad de conciliar tres elementos: democracia, soberanía nacional y globalización, teniendo que optar como máximo por dos. Las dos primeras conducen al aislamiento y la autarquía. Las dos segundas, ¿a China? Si apostamos por la primera y la última, democracia y globalización, debemos convertir esta globalización en el campo natural de actuación de nuestra imperfecta Europa, reubicando en Europa la soberanía perdida.

Esa alternativa exige, no obstante, tomarse en serio de una vez por todas el proyecto de construcción europea, y hacerlo tomando decisiones que lo transformen. Hay que asumir que una Europa de 27+1 miembros puede conducir rápidamente a un proceso de geometría variable en el que sólo unos pocos Estados profundicen en todo aquello imprescindible para volver a poner la economía al servicio de los ciudadanos.

En el ámbito económico, la Unión Europea y más aun los países que conforman el euro, deben ser capaces de cerrar el deficiente diseño de lo que sólo es una unión monetaria. Armonización fiscal con impuestos y tipos marginales equiparables, un mecanismo de mutualización y solidaridad financiera y de la deuda como en cualquier unión federal, un presupuesto europeo eficaz y transparente, recursos propios –tasa sobre transacciones financieras-, un BCE comprometido con el crecimiento y el empleo, y una regulación y supervisión bancaria con garantías. La política económica de dimensión europea está obligada a concentrar sus esfuerzos en educación e I+D+i, política industrial y energética, y a hacerlo desde la doble perspectiva de la sostenibilidad tanto social como medioambiental. Exactamente lo contrario de lo que el Gobierno español está eligiendo como camino. Un Gobierno que confunde errores propios con incomprensión europea como siempre ha hecho la derecha en nuestro país.

El Parlamento Europeo debe ser la sede del control político de todas las políticas comunes. Los socialistas nos tenemos que comprometer a presentar un candidato único a presidente de la Comisión en las próximas elecciones europeas para evitar el fiasco Barroso de 2009. Para ello, antes debemos convertir el partido de los Socialistas Europeos (PSE) en un verdadero partido político. Un PSE volcado en la propuesta de políticas de dimensión europea destinadas a impulsar el crecimiento y el empleo, reducir las desigualdades y desequilibrios económicos, sociales y regionales, y convertir el modelo social europeo en seña de identidad y garantía de éxito y competitividad. La estructura de bienestar social europea debe comunitarizarse, más aun ahora que la derecha comienza a asumir la inevitabilidad de propuestas socialdemócratas en lo fiscal –unión fiscal, eurobonos- y financiero –unión bancaria, dicen ahora-. Pues bien, en lo social también.

En el ámbito institucional debemos vencer la resaca soberanista que amenaza Europa, y hacerlo reformando sus instituciones para dotarlas de verdadera esencia democrática y de capacidad de control ciudadano, oponiéndonos a su vez a cualquier retroceso. No tiene sentido suspender Schengen cada vez que se organiza una cumbre financiera en una ciudad importante. Las libertades fundamentales europeas no deben ser condicionales. O somos europeos o no lo somos.

Por último, debemos seguir profundizando en la construcción de la ciudadanía europea, más aun hoy en día en el que vivimos en una sociedad multiidentitaria de vocación laica en la que cada uno tiene derecho a sentir muchas cosas a la vez. Probablemente tengamos que aligerar nuestros problemas lingüísticos priorizando el inglés como segunda lengua comunitaria y vía de comunicación común. Europa debe garantizar la última instancia judicial no sólo en derechos y libertades fundamentales como hace ahora en la institución hermana de la Unión, el Consejo de Europa en Estrasburgo, sino también en derechos económicos y sociales.

La socialdemocracia tiene que lograr que su actuación en Europa sea coherente con los objetivos últimos de construcción de una Europa federal, de una verdadera unión política con todas sus consecuencias como un servicio exterior y un ejército europeo donde se comparta, básicamente, todo. La construcción de una Europa unida y el sueño socialdemócrata de una sociedad democrática, justa y próspera han sido los motores políticos de nuestros últimos cien años.  Europa será socialdemócrata o no será.

domingo, 13 de mayo de 2012



DEMASIADA DESCONFIANZA


Articulo publicado en el diario "ABC" el domingo 13 de mayo de 2012

Después de todo lo que ha ocurrido en las últimas semanas la reputación del gobierno sale muy tocada y, lo que es peor, la de todo el país. Sin entrar en la estrategia de fondo elegida por el todavía “nuevo“ ejecutivo desde la investidura –retraso de la presentación del borrador de presupuestos, o su “ideológica” composición optando por caminos que no son ni los más sociales ni los más indicados para garantizar prosperidad y crecimiento futuro-, son las dudas sobre su transparencia y eficacia las que está lastrando la imagen de nuestro país. Dos son las realidades que nadie ha dejado escapar en Bruselas. En primer lugar, nuestros socios europeos nunca han creído al nuevo gobierno en su afirmación de que el anterior engañó sobre las cuentas públicas en 2011. La transmisión de poderes fue leal y transparente en un momento en el que ambas partes sabían perfectamente que no existirían datos definitivos en materia de déficit hasta al menos febrero. Más de un 80% del desvío se ha debido a la caída de ingresos del segundo semestre de 2011 como ha reconocido el FMI, o hasta el 90% según otros estudios. La economía española se paró en el segundo semestre de 2011, como la británica o la de los Países Bajos a las que los ingresos se les desviaron en la misma proporción y sin cambios de gobierno por medio. El mensaje del engaño no coló porque, por ejemplo, en febrero se supo que el déficit de la Comunidad de Madrid en 2011 era 1.000 millones de € superior al que anunció en diciembre como todavía consejero de esa Comunidad el Sr. Beteta días antes de marcharse al Gobierno central como Secretario de Estado de Administraciones Públicas, y nadie dice que el Sr. Beteta se engañara a si mismo. Lo mismo se puede decir del resto de administraciones autonómicas, en su inmensa mayoría gobernadas por el PP y perfectamente conocedoras de lo que estaba sucediendo en esa parte final de 2011. Esa actitud del PP sembrando dudas sobre nuestras cuentas ha hecho mucho daño a la credibilidad de nuestro país en plena crisis de deuda soberana.

Bankia supone la segunda y quizás definitiva mancha en la debilitada credibilidad del gobierno. No sólo por cómo se ha gestionado su crisis en la última semana, la falta de información y la negligencia con la que se permitió durante tres largos días que el miedo y la incertidumbre se propagaran no sólo por los mercados sino entre los ciudadanos españoles y no digamos los clientes de esa entidad, no. Bankia es una entidad que no se puede disociar de la gestión del PP. Sus matrices provienen de la dos Comunidades Autónomas en las que el PP gobierna desde hace más tiempo. Su dirección hasta el lunes era el resultado de luchas internas entre familias del PP, luchas que hasta hace bien poco intentaron colocar al frente incluso a políticos con perfiles tan “financieros” como Ignacio González. Y para colmo su último presidente ya defenestrado era permanentemente utilizado por la propaganda popular como el artífice del milagro económico de los años de José María Aznar del que hemos hablado otros días. No deja de ser una paradoja que la resaca de aquellos años en los que se sentaron los cimientos y un buen número de plantas de la burbuja inmobiliaria haya acabado con él de esta manera. Los mercados han vuelto a dudar sobre la voluntad real del Gobierno de cambiar las cosas, y va a ser difícil convencerles de lo contrario porque a pesar de las medidas que se adopten a partir de ahora este Gobierno nunca podrá explicar porqué esperó tanto, porqué no hizo nada hasta que el desastre era inminente a pesar de llevar como PP toda la vida en el puente de mando de Bankia.

Al menos, ya se comienza a generalizar el discurso del grave error de fondo que la economía española cometió como país durante el último ciclo, 15 años perdidos de crecimiento entre 1993 y 2008, tanto más donde más énfasis se concedió al ladrillo como por ejemplo Madrid y Valencia. El FMI estima que el PIB español de 2008 no se recuperará hasta el año 2018,,  25 añosa para salir de la espiral destructiva que la especulación inmobiliaria combinada con la crisis financiera internacional, hijas ambas de las desregulación conservadora, han provocado en nuestro país.

viernes, 11 de mayo de 2012

 

Respuesta a Ana de Palacio


Publicada en el diario "El País" el 11 de mayo de 2012.


Aunque sorprenda no deja ser una buena noticia descubrir que la que fuera ministra de Asuntos Exteriores Ana de Palacio en el Gobierno de José María Aznar cree que los “éxitos del capitalismo no solo dependen de las políticas macroeconómicas y los indicadores económicos, sino que se asientan en el buen gobierno y el Estado de derecho; dicho de otro modo, en un Estado eficaz”. Sorprende por lo que tiene de conversión puesto que durante el periodo en el que estuvo al frente de la diplomacia española su acción se caracterizó por lo contrario, por el incumplimiento de las normas jurídicas internacionales, del derecho internacional, con las que la comunidad internacional se ha dotado para lograr esa “seguridad jurídica” a la que hace referencia en su tribuna (EL PAÍS, 9 de mayo). Hay que recordar que aquellos hechos protagonizados por ella que tuvieron incluso un bochornoso capítulo nada más y nada menos que en la mesa del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas estaban basados en mentiras y perseguían esos indicadores económicos a los que hace referencia, beneficios económicos sin importar sus consecuencias —petróleo—, razón más que suficiente para desencadenar una guerra ilegal que solo ha traído inestabilidad y desolación y cuyos efectos afectarán a generaciones. Una decisión que provocó la segunda gran ruptura del consenso básico sobre política exterior en España, como la primera —la adhesión a la OTAN— provocada por decisiones unilaterales de la derecha, y la apertura de un abismo entre la mayoría de Gobiernos europeos de todo signo y la Administración estadounidense con la triste excepción de los inmortalizados en la foto de las Azores. Y sí, nadie quería que Sadam Husein continuara, pero esa no fue la razón de aquella guerra contraria a la legalidad internacional. Años de Gobierno los suyos en los que el “Estado eficaz” que ahora defiende, también, alimentó la desregulación que provocó tanto la crisis financiera internacional como la burbuja inmobiliaria que ha arrasado nuestra economía —hoy son triste noticia otros miembros de aquel Gabinete— y que nos ha llevado a desperdiciar un ciclo económico completo. Estado eficaz, por supuesto, hasta el punto de que, como la señora De Palacio dice, el principal riesgo es “la ausencia del mismo o su mal funcionamiento”, y que exige también que los partidos de Gobierno se comporten como tales, con sentido de Estado, también cuando están en la oposición, cosa que su partido no hizo, por ejemplo, en política internacional, dedicándose a combatir el multilateralismo, a entorpecer la labor del Gobierno anterior cuando hubo problemas que afectan a intereses españoles y a dinamitar desde el más feroz populismo reaccionario la relación bilateral con algunos Gobiernos con los que se mantenían y se mantienen importantes discrepancias pero que gozaban y gozan de plena legitimidad democrática. Esa actitud partidista, en interés propio, no es ajena a algunos de los hechos que relata en su tribuna, que por alguna extraña razón se han producido sin excepción con el nuevo Gobierno del PP. Bienvenida aunque no sé qué dirán en FAES

martes, 8 de mayo de 2012



GRECIA NO SE MERECÍA ESTO

Después de los resultados de las elecciones puede parecer que Grecia necesita un Gobierno de salvación nacional pero los griegos, que votaron ayer, no parecen estar de acuerdo con esa idea o, al menos con el proyecto de que los continúen salvando de esa manera los grandes partidos tradicionales. Las elecciones legislativas celebradas el domingo 6 de mayo en Grecia han vuelto a demostrar el grave peligro democrático que generan los Gobiernos que dan la espalda a los ciudadanos de manera continuada, aunque sea por diferentes razones porque ha habido varias. Han sido demasiados años frustrantes tras los engaños masivos de Nueva Democracia y el honesto, pero frustrante intento del PASOK y Papandreu, de responder desde el sentido común y los principios progresistas a unas políticas impuestas desde fuera bajo un esquema incompatible con esos valores.

Al quizás inútil sacrificio griego le debemos tal vez la demostración, fatal para el PASOK, que la fórmula impuesta por el afortunadamente desaparecido tándem Merkel-Sarkozy el mismo día gracias al la victoria en Francia de François Hollande carecía de sentido económico y rezumaba ajuste ideológico. Se lo debemos, su caída lo demuestra.

Lo grave es que esa tardía constatación ha dejado a Grecia en una situación política delicadísima, con un parlamento ingobernable en el que han entrado los neonazis de Amanecer Dorado. Europa debe reflexionar seriamente acerca de hasta dónde puede forzar un proceso de integración económico pero básicamente político, tanto en su espíritu como en su objetivo final, convirtiéndolo en una maquinaria de dominación externa de estilo protectorado de democracias maduras a las que se les ha expropiado su capacidad de decisión.

Los llamados “grandes partidos”, grandes porque lo son hasta que dejan de serlo, también deben tomar nota, porque no existen otros fines más legítimos que los exigidos por los ciudadanos. La rendición de cuentas ante el núcleo duro liderado por Merkel y los indefinidos -pero claramente identificables por sus intereses- mercados tiene estas cosas, que por otra parte ya conocíamos. Francia ha demostrado que la resistencia inteligente bajo presiones razonables puede acelerar la alternancia.

Pero ojo, Grecia ya lo hizo antes con Papandreu. El pueblo griego está indignado y de nada sirve llamar a la calma desde fuera si la calma es lo que han vivido. Si verdaderamente creemos que sería una tragedia para Europa que Grecia abandonase el euro, que lo creemos, hagamos todo lo posible para que seguir en el euro no sea otra tragedia aun peor. Así, de paso, lograremos que partidos como Amanecer Dorado y toda la panoplia de nuevas siglas ‘fascistoides’, populistas e irresponsables que florecen por Europa sean efímeras, flores de un día. Sin ellos en el parlamento griego y en los del resto de Europa será mucho más sencillo alcanzar esos acuerdos que permitan crecer y crear empleo, al tiempo que el proyecto europeo, el único antídoto infalible contra esos indeseables, sale reforzado.

C´est maintenant






Acostumbrado a los montajes de los grandes mítines españoles llama la atención el modesto escenario casi de fiesta de pueblo plantado en la place du Capitol, de Toulouse, para cerrar la campaña de François Hollande a las presidenciales francesas. Un detalle poco importante para un Hollande, cada vez más seguro de sí mismo, que comienza a tener pinta de presidente sin perder ese aspecto de persona normal como él promete ser. Un Hollande que, como presidente, quiere ser igual que como ha sido candidato, próximo y cercano. Esa naturalidad sin falsas sofisticaciones con la que sacó de quicio a Sarkozy en el debate del miércoles. Un candidato que nos recibió conjuntamente a socialistas españoles y portugueses en una sala del Ayuntamiento de la Ville Rose minutos antes de salir al escenario. Hollande encandiló a una plaza abarrotada de entusiastas de todo tipo, militantes, muchos jóvenes y también veteranos, todos ciudadanos hartos de Sarkozy, e incluso dirigentes históricos del socialismo francés que no querían perderse el broche final de campaña en el lugar que se convirtió en el talismán de la izquierda francesa con Mitterrand. Tras la intervención de Lionel Jospin llegó el mejor Hollande, sereno con su discurso de hombre de Estado apelando a los valores republicanos, al laicismo, al servicio a los ciudadanos y a la defensa dura de las conquistas que la derecha ha dañado (sanidad universal, I+D, industria, empleo, igualdad, educación, cultura...). Esa derecha que solo sabe meter miedo y que ha dejado a Francia mal preparada para encajar los efectos de la crisis provocada por los correligionarios de Sarkozy. ¿Alguien se acuerda de nuestra burbuja? Nunca Europa se había jugado tanto en unas elecciones nacionales, dijo el candidato, y tiene toda la razón. También Hollande dio la cara por España y lo hizo en su primera frase. Algunos deberían tomar nota tras lo que se viene oyendo, sobre todo los que están en el Gobierno. Y es que todos nos la jugamos con él.


lunes, 23 de abril de 2012

ESPERANDO A HOLLANDE

No recuerdo consenso alguno que haya estado tan oculto y silenciado como el que existe sobre el deseo de victoria electoral en las presidenciales francesas por François Hollande.   En la derecha española esta desorientación digamos "moral" es el mejor indicador de la frustración que siente tras los primeros 100 días de gobierno, 100 días que han servido para demostrar que no bastaba con cambiar de gobierno para que todo fuera mejor porque todo simplemente ha ido a peor.

Los presupuestos generales no han contentado a nadie, ni mercados, ni ciudadanos ni al propio gobierno. Un gobierno rehén de sus excesos verbales pasados que ha llegado a parecer estar sonado en una jornada aciaga que nunca olvidaremos gracias a la escena de la huida por el garaje. Mercados desconcertados por la concatenación de anuncios y filtraciones improvisadas que demuestran que no había otro plan que el recambio presidencial convencidos de que con ello bastaría. Un viejo error conservador ese de considerar que su vuelta a su posición natural basta, al fin y al cabo suyo es el poder, sin tener que presentar u ofrecer proyecto alguno. O más bien incluso, después de haber prometido y haber traicionado todo lo dicho bajo el único argumento de la herencia recibida. Todo lo decidido ha sido negado por el gobierno en primera persona incluso en el día de su filtración como el copago sanitario, la subida de las tasas universitarias y el resto de medidas de estos últimos días.

El retraso de los presupuestos para intentar salvar a Javier Arenas en Andalucía no sirvió para ello sino para debilitar la confianza en nuestro país y en nuestra economía en todo el mundo. Un grave error eso de poner los intereses del PP por delante de los colectivos, exactamente lo contrario de lo que hizo el anterior gobierno. Para compensar ese retraso, el gobierno pensó que tranquilizaría a Bruselas con la reforma laboral, reforma que difícilmente podía exigir nadie tal y como ya es porque en Europa nadie la aplica pero que alguien se había empeñado en realizar en aspectos varios ajenos al problema de productividad de nuestra economía. Existe tal sesgo ideológico sobre la cuestión sindical en nuestro país que se ignora cual es la realidad en materia de negociación colectiva en países como Alemania. Y se lo dice un diputado de Pamplona donde la factoría de Volskwagen de Landaben ha logrado ser puntera en el mundo gracias a lo pactado entre dirección y trabajadores -con la denostada legislación anterior- con las mismas prácticas que lograron en 2008 salvar un sector -el del automóvil- que muchos daban por amortizado tras algunas sonoras quiebras sobretodo en los EE.UU.
Dar la cara no es exigir demasiado, es la obligación de todo gobernante para evitar daños mayores, los que se derivan de la improvisación, la adopción de medidas sin explicación, debate o reflexión alguna. No había plan, demasiados se creyeron su mentira y ahora tenemos un gobierno que ha desaprovechado su
arrancada para ganar confianza. Se ha desperdiciado una oportunidad irrepetible y fundamental, un error que perjudica a todos. Se puede hablar incluso de gran chapuza.

Esa combinación de medidas improvisadas sazonadas con desfases ideológicos, mientras se emiten señales que no hacen sino agudizar la intranquilidad en la calle y también en los mercados ha logrado lo que parecía imposible: todo está cada vez mucho peor. Y por eso en la calle Génova sueñan con la victoria de Hollande. Sólo la victoria de Hollande puede evitar que las políticas lideradas por Alemania con la sumisión de Sarkozy y de todo el PP europeo nos lleven al desastre. El problema es que nadie en el PP se atreve a decirlo en público como hacen, por ejemplo, cuando toca sacar ideología de la peor para tapar el desastre económico. Hollande exige un papel distinto para el BCE con una clara orientación hacia el crecimiento y empleo y para generar la liquidez necesaria para salir de esta crisis. El BCE debe poder prestar también a los Estados miembros y reconsiderar la decisión de no prestar más vía LTROS porque aunque entre sus objetivos no esté el de salvar bancos privados, si no lo hace todos sabemos que el sistema financiero simplemente, primero, se secará  del todo, y después, incluso colapsará. Y además todos sabemos que la principal causa de mortalidad empresarial no es la regulación laboral sino la falta de crédito y liquidez.

Hollande promete más Europa, eurobonos y verdadera solidaridad, un compromiso europeísta con la tasa de transacciones financieras que supere el corto vuelo de los intereses nacionales centrados en el saldo y poco más. Se ha comprometido también a complementar el Tratado de Estabilidad y Gobernanza con medidas de crecimiento y creación de empleo. Por eso hace  falta Hollande, nadie cree ya en las recetas de Merkel pero nadie tampoco se atreve a decírselo y eso que no hay nada peor para Alemania y para Europa que un liderazgo alemán excesivo y  que encima acabe mal. Mientras, Sarkozy agita Schengen para intentar salvar la primera vuelta, progresistas y también desnortados conservadores confiamos en la victoria de los socialistas franceses para afrontar el futuro con garantías, crecimiento, bienestar y mucha Europa. Y, mientras, algunos hablan de la crisis de la izquierda, será que nos exigimos demasiado.