domingo, 2 de diciembre de 2012


DEBILIDADES PREVIAS ESPAÑOLAS


Artículo aparecido en el diario "ABC" el domingo, 2 de diciembre de 2012.

La profundidad de la crisis económica, social y político-institucional exige un breve balance previo de las razones que la han provocado. Sin duda, la crisis financiera internacional generada en el corazón del sistema bancario como resultado del mito de la autoregulación propagado por la revolución conservadora de los 80. También, los elementos domésticos “españoles” que culminaron con el estallido de la burbuja inmobiliaria, un fallo colectivo del que no se libra nadie, gobiernos, instituciones reguladoras como el Banco de España, la Unión Europea, los partidos políticos con el del gobierno atrincherado en el negacionismo, la academia, los sectores económicos y sus representantes, incapaces todos de resistir la embriaguez provocada por la espiral de riqueza insostenible que nos llevó al desastre. El resultado de la reforma de la ley del suelo de 1998, tipos de interés bajos fruto del euro y políticas económicas y fiscales orientadas a incentivar el monocultivo inmobiliario y de la construcción. La crisis institucional que vivimos no es ajena a este fallo colectivo, por ejemplo, por lo ocurrido con las “politizadas” cajas de ahorro. Mientras, la percepción exterior de la economía español sigue siendo la de un conglomerado que ha desperdiciado un ciclo de crecimiento completo, 15 años desde 1993 hasta 2008, que ha destruido ya 4 millones de empleos, 2,5 directamente en el entorno de la construcción, y que no sabe qué camino seguir. Para encontrarlo, antes, es necesario reformar nuestro marco económico e institucional en al menos tres direcciones. La primera, la fiscal, para segurar la suficiencia del sistema y su equidad logrando que paguen empresas y profesionales, y proteger el emprendimiento. En segundo lugar acabar con ese dicho que dice “España para los españoles” reconociendo que la red de intereses cruzados entre corporaciones, bancos e instituciones públicas provoca que un porcentaje enorme de nuestra economía esté cerrado a la competencia y la inversión externa. En tercer lugar, reformar nuestro modelo institucional para lograr que la competencia basada en el capital humano y tecnológico centren la actuación pública y privada durante las próximas décadas en un marco europeo de sostenibilidad de nuestro modelo de bienestar. Así sí crearemos empleo.

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