domingo, 29 de diciembre de 2013


2014: esperando a Europa (otra vez)



Artículo aparecido en el periódico "ABC" el domingo, 29 de diciembre de 2013.

Todas las esperanzas de recuperación económica y de salida de la crisis en la que estamos, de la recesión técnicamente habríamos salido ya, pasan de nuevo por el camino que elija Europa en un año electoral. Si 2013 ha sido el año en el que François Hollande demostró que la alternancia en el Elíseo no sirvió ni para reorientar el tono de la política económica impuesta por el Consejo de la Unión Europea ni para diluir la hegemonía de la canciller alemana Angela Merkel, 2014 debe ser el año en el que la coalición CDU-SPD muestre su hoja de ruta. Ojalá sea otra y los socialdemócratas logren lo que Hollande no pudo alcanzar.

Los últimos hitos relevantes de la trayectoria europea se fijaron en 2012 y en los primeros meses de 2013 hasta que el clima preelectoral alemán congeló de facto cualquier innovación. Una desequilibrada unión fiscal sólo por el lado de los gastos, y una indeterminadísima unión bancaria con un proyecto razonable de supervisión pero sin rastro alguno de mecanismo de resolución solidario y común, y mucho menos de garantía de depósitos, se abren paso mientras seguimos sin noticias de la solidaridad verdadera, la que tiene que ver con la deuda soberana y con la construcción de diques que garanticen que la deuda privada no se convertirá en pública –en España la broma de Bankia, las cajas gallegas y algunas catalanas nos ha costado a los contribuyentes más que toda la red de AVE existente-. Un año, 2013, en el que la Unión ha aprobado su nuevo marco financiero para el periodo 2014-2020, a todas luces insuficiente para la magnitud del reto al que nos enfrentamos. Y un año también que ha mostrado lo muchísimo que se puede tardar en aprobar un programa como el de la Garantía Juvenil –empleo o formación para todos los jóvenes antes de cumplir 4 meses en el paro- dotado con un raquítico presupuesto que sí, es mejor que nada, pero que difícilmente va a contribuir a modificar las expectativas que existen sobre esta tragedia –nadie prevé una reducción significativa del desempleo en nuestro país antes de 2016-.

Así las cosas y algo cansados del debate austeridad-crecimiento ahora que nadie defiende el tono, ritmo y composición de los recortes ejecutados desde 2010, ni el FMI ni la Comisión desde luego, pero conscientes de la necesidad de equilibrar las cuentas públicas, 2014 aparece una vez más como año clave. Año clave, sí, otra vez. Equilibrar las cuentas, algo que hoy en España es un problema de ingresos más que de gastos a pesar de los excesos que protagonizamos en los buenos tiempos de la burbuja. Una necesidad de equilibrio, sin embargo, en el ciclo y no año a año como equivocadamente impone la incumplible Ley Orgánica de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera de 2012, en contra del acuerdo político que acompañó a la reforma de la Constitución de 2011 –art 135- , y que no va a servir para devolver nuestra economía al crecimiento.


En 2014 elegiremos un nuevo Parlamento Europeo que debe ser ante todo europeísta y no euroescéptico ni eurófobo, pero mejor progresista que conservador. Un Parlamento capaz de denunciar con claridad los problemas que la mayoría conservadora en el Consejo ha dejado cristalizar a cambio de nada: así ni saldremos antes de la crisis ni lo haremos más cohesionadamente. Hasta el debilitado Obama del final de 2013 parece un intrépido gobernante en materia económica en comparación con lo que la UE, el eurogrupo y el Consejo han logrado. Por eso ahora que los liberales alemanes han desaparecido engullidos por Angela Merkel, y ahora que el SPD forma parte del gobierno federal habiendo renunciado desde el primer día a formar un gobierno con los verdes y Der Linke –atención al dato, la izquierda obtuvo más votos y escaños que la Sra. Merkel- es la hora de las novedades. Porque si la UE no se plantea dar otro aire al mandato del BCE –crecimiento también, no sólo inflación-, si no se armoniza la fiscalidad en serio también por el lado de los ingresos –cuantos problemas nos ahorraríamos en España-, si no pretende adoptar algo que merezca el nombre de presupuesto en el siguiente periodo financiero que debería coincidir con el nuevo ciclo político, y si no profundiza en la mutualización solidaria de deuda gestionando conjuntamente pasivos –eurobonos- desde un tesoro europeo, no habrá nada que hacer y no lograremos salir de la crisis sin pagar antes un altísimo precio.

jueves, 14 de noviembre de 2013


Economía, Europa y el 'izquierdómetro' en la Conferencia del PSOE.


Artículo aparecido en "the Huffington Post" el jueves, 14 de noviembre de 2013.


Tras la Conferencia Política del PSOE celebrada el pasado fin de semana se ha abierto un en mi opinión estéril debate acerca del sentido hacia el que se habría desplazado el centro de gravedad ideológico, si es que tal cosa existe, de nuestro partido. No en vano el proyecto socialista del PSOE, progresista, de izquierdas, socialdemócrata..., es en definitiva el único que puede ser alternativa a la derecha actual. Es más, es el único que lo ha sido. Así lo demuestran a diario los cientos de miles de ciudadanos que se indignan ante los destrozos por razones ideológicas que nada tiene que ver con la crisis que provoca el Gobierno del PP en las políticas sociales y de bienestar -educación, sanidad, pensiones, dependencia...-, y en otros muchos ámbitos -medio ambiente, derechos de las mujeres, igualdad de género, laicismo...-, políticas que construyeron en solitario los Gobiernos del PSOE durante casi 22 años desde 1982. El PSOE, SÍ, la única izquierda posible que es lo verdaderamente importante.
Los debates del fin de semana han vuelto a demostrar la capacidad de las bases socialistas, acompañadas de invitados con derecho a voz y voto en esta ocasión, para hacer autocrítica y reformar nuestras propuestas, las de todos, y hacerlo sin falsos izquierdómetros. En materia de economía y empleo, tras más de 8 horas de trabajo, por ejemplo, se cerró un texto con el acuerdo de todos los participantes. Un proyecto coherente y consistente en la mejor tradición del PSOE. La misma que conduce desde una profunda modernización hacia un gran futuro sustentado en la riqueza y diversidad de la izquierda española.
No sólo tenemos propuestas y un mejor discurso. También hemos hecho autocrítica. Los capítulos dedicados a la economía y a Europa son un buen ejemplo de todo ello. Tal y como recoge el texto de la ponencia, la economía española está inmersa en la crisis económica más profunda del último siglo, una crisis con gravísimas consecuencias sociales que la derecha está aprovechando para desmantelar por razones ideológicas el estado del bienestar y los mecanismos de igualdad de oportunidades. Esta crisis es la consecuencia de la superposición y coincidencia de una serie de factores, algunos globales como la crisis financiera internacional que se desencadenó en el año 2007 tras décadas de desregulación. Otros, factores propios españoles como el estallido de la burbuja inmobiliaria que ha provocado la pérdida de un ciclo económico completo desde la década de los 90 consagrado a un modelo productivo especulativo e insostenible, que tampoco fue ajeno a las deficiencias institucionales de la construcción del euro pero que ha puesto más que evidencia el mal llamado milagro económico español que la derecha torpemente todavía sigue reivindicando.
En este marco, los socialistas apostamos por un retorno al crecimiento cimentado en los fundamentos de la economía social del mercado. Esto es, una apuesta por el empleo de calidad basado en el capital humano y tecnológico, la educación y la I+D+i, en un marco europeo de competitividad basado en el valor añadido respaldado por un sistema o modelo de bienestar sólido financiado por un sistema fiscal público saneado, solvente y sostenible que garantice la justicia social y la igualdad de oportunidades. Una sociedad de la inversión, la educación, la innovación, la cultura y la sostenibilidad social y ambiental que reduzca la desigualdad, genere empleo de calidad y refuerce la clase media trabajadora. En definitiva, un retorno a la economía social de mercado vigente en la sociedades más desarrolladas del norte de Europa en claro contraste con el modelo seguido entre 1993 y 2008.
Casi cinco años después del estallido financiero internacional, Europa sigue sumida en una crisis multifacética; crisis de empleo, de sus políticas sociales y de su Estado del Bienestar. Crisis del Euro y de las instituciones monetarias. Crisis de competitividad europea en la globalización. Crisis institucional de modelos de gobierno y de los Tratados Constituyentes de la Unión, que han quedado obsoletos e insuficientes para abordar las nuevas necesidades de la gobernanza económica. Crisis que, en definitiva, se traduce en una decreciente influencia de Europa en la escena internacional.
Con todo, el euro ha aguantado el embate de la crisis demostrando que el proyecto europeo es viable y debe ser reforzado. La crisis ha sido también el escenario que ha demostrado dos tendencias imparables. La primera demuestra que Europa sólo podrá afrontar con garantía los retos que impone la globalización participando en la toma de decisiones globales si lo hace unida. Decisiones cruciales para el futuro del continente en el ámbito económico, financiero, de la sostenibilidad, cambio climático, energético o seguridad se adoptarán a escala global. Así mismo, en segundo lugar, esa Europa debe evolucionar y transformarse profundamente para democratizar su funcionamiento, permitiendo que sus instituciones rindan cuentas y respondan democráticamente ante los ciudadanos.
La integración económica europea no puede basarse exclusivamente en su pilar económico, debe tener una clara dimensión social que conduzca hacia la Unión Social, un hito indispensable para alcanzar el objetivo último de la Unión Política. Por ello, proponemos que las medidas en el ámbito estrictamente económico sean complementadas con un Pacto Social (Social Compact) para Europa, a añadir a los Tratados, que debe preservar el modelo social europeo sobre la base de unos estándares sociales mínimos.
El conjunto de la socialdemocracia siempre ha apoyado la construcción europea, entendida no solamente como un gran mercado sino como un proyecto político basado en la solidaridad, el interés mutuo y la soberanía compartida. De ahí que los socialistas europeos aspiremos a que la UE se convierta en un espacio supranacional de corte federal, que dando lugar a una verdadera ciudadanía europea, modernice y conserve el modelo social surgido en la posguerra y la gestión keynesiana del ciclo económico, apostando por la idea de desarrollo frente a la de crecimiento, con el objetivo último de alcanzar la Unión Política como cénit del sueño europeísta.

domingo, 13 de octubre de 2013




La deuda alcanza el 100% del PIB.


Artículo aparecido en el periódico "ABC" el domingo, 13 de agosto de 2013.


La deuda pública acumulada por nuestro país alcanzará el 100% del PIB en 2014 según datos del propio gobierno, 30 puntos por encima del volumen heredado en diciembre de 2011, todo un triste récord. Un nivel que ejemplifica el fracaso de la política económica instrumentada por el gobierno y auspiciada por la triunfante Angela Merkel.
Esta quizás insoportable carga es el resultado de las políticas de austeridad que van a poner a prueba la todavía inédita recuperación económica que la propaganda oficial anuncia como inminente. Ojalá estuviera ya aquí. Ojalá venga. El último trabajo de Paul De Grauwe y Yuemei Ji -la herencia de la austeridad en la eurozona, publicado por CEPS el 4 de octubre- muestra como el “microscópico” regreso del crecimiento nada tiene que ver con la austeridad sino con el cambio de actitud del BCE desde que en septiembre de 2012 anunció el programa de compra ilimitada de deuda -OMT según sus siglas en inglés-. Los OMT han permitido reducir a la mitad los diferenciales de la deuda española o italiana a pesar de que sus fundamentos macroeconómicos no han mejorado desde entonces. La austeridad no ha generado la confianza que debía servir para reanimar el consumo y la inversión y crear empleo. No debe sorprender entonces que nadie crea factible reducir el desempleo en España por debajo del 25 por 100 a medio plazo. El FMI pronostica un desempleo del 26,9% y un crecimiento del PIB del 0,2% en 2014 frente al 25,9% y 0,7% que prevé el gobierno.
De Grauwe y Ji aciertan cuando destacan que a pesar del éxito de los OMT no se ha observado ningún avance en la capacidad de España y otros para aligerar su deuda. Se ha perdido un tiempo precioso. Los programas de austeridad no han evitado el crecimiento explosivo de la deuda pública sino todo lo contrario. Allí donde los programas de austeridad han sido más duros, más ha crecido la deuda. Y también, allí donde más austeridad ha habido mayor ha sido la caída del PIB. La correlación es evidente como bien demuestran. El mito de la austeridad ha ignorado las enseñanzas de la crisis de 1929 y lo que la ciencia económica sabe desde entonces, argumentan ambos, con no pocas referencias desde Irving Fisher a Paul Krugman, y
muchos más. El fuerte efecto contractivo de los programas de austeridad ha imposibilitado la reducción de los déficits. Un debate que ha sido sistemáticamente silenciado a pesar de que incluso el FMI ha reconocido los errores cometidos al infravalorar los multiplicadores fiscales.
Su conclusión es que incluso si se asumiera que a España y a otros no les quedaba otra alternativa que la seguida, que no es así, lo inaceptable es no haber complementado esas medidas con otras simétricas que las compensaran con estímulos en los países con más margen fiscal. Las recetas aplicadas delatan una priorización por la Comisión Europea y la troika de los intereses de los acreedores frente a los de los deudores, o del centro frente a la periferia. La consecuencia es un nivel de deuda acumulada insoportable que va a lastrar su crecimiento durante décadas y que sólo será superada cuando se haga justicia y los países maltratados por la Comisión, los países periféricos, se venguen reestructurando su deuda con los centrales, compensando así la falta de neutralidad previa de la Comisión. Casi nada.
El resultado de todo ello, para España, es un tsunami de deuda pública consecuencia del hundimiento del PIB tras el estallido de la burbuja y que las políticas de austeridad han empeorado; de la debilidad estructural de nuestro sistema fiscal que arrastra un déficit estructural insostenible –debilidad en los ingresos, fraude, un problema de base fiscal y no de cuota-; y de la conversión de deuda privada en pública, en particular los 40.000 millones de € del rescate bancario de entidades gestionadas por el PP –Madrid y Valencia al frente-. Un agujero privado que pagaremos todos y que equivale a dos tercios del fondo de garantía de pensiones o a toda la inversión histórica en la alta velocidad ferroviaria.
Así las cosas la ley de Estabilidad Presupuestaria es papel mojado, una ley que marca el inverosímil objetivo de deuda del 60% del PIB en 2020. Ley que el gobierno aprobó en solitario incumpliendo el acuerdo firmado con el PSOE en agosto de 2011 al empeñarse en incluir objetivos de déficit coyuntural y no sólo estructural como se pactó entonces. El tiempo pone todo en su lugar.

viernes, 9 de agosto de 2013


Un nuevo ciclo económico y político.


Artículo aparecido en el periódico "El País" el viernes, 09 de agosto de 2013.
Hayamos tocado ya fondo o no el nuevo ciclo económico llegará y coincidirá con un nuevo ciclo político. Un nuevo ciclo económico tan trascendente como el que nos sacó de las crisis del petróleo durante la Transición y que consolidaron los Gobiernos del PSOE y Europa. Un nuevo ciclo político también que deberá rediseñar partes fundamentales de nuestro modelo institucional de convivencia democrática casi 40 años después de su definición.
La sociedad española reclama cambios profundos en la manera de hacer política, en las actitudes de los políticos, en el funcionamiento de los partidos y en el de las instituciones. Exigencias imprescindibles para el éxito de cualquier proyecto político, tanto de Gobierno como de oposición. Reformas políticas de calado que permitan a los ciudadanos sentir que vuelven a tomar en primera persona las riendas de la política. Porque si no lo hacen la desafección irá a más, y con ella sus peligrosas consecuencias para la democracia: populismo y quién sabe qué más.
La desafección política es el resultado de varios factores. En primer lugar, la demostrada incapacidad para controlar desde las instituciones democráticas tanto las decisiones que provocaron la crisis económica como las injustas medidas puestas en práctica para intentar salir de ella con nulo éxito hasta ahora. Un problema de largo recorrido, en España un ciclo económico completo perdido, 1994-2008, por infinidad de errores —una burbuja insostenible—. Un trágico error colectivo que casi nadie vio venir y que la derecha aún niega atrapada en el espejismo del milagro económico de Aznar. Un problema de diagnóstico, y de terapia. Si da igual votar la izquierda o a la derecha porque las decisiones se toman en otras instancias y las políticas no cambian, entonces, la desafección es la más moderada de las reacciones imaginables...
A pesar de que el mito de que la derecha gestiona mejor que la izquierda la economía se está derrumbando a marchas forzadas, todavía perdura el recuerdo del origen de la crisis y de lo que se hizo entonces. Un análisis riguroso conduce obligatoriamente a los años en los que Gobiernos socialistas pusieron en marcha políticas de redistribución socialdemócrata sin prestar atención al origen de rentas demasiado vinculadas a la desregulación, olvidando la producción. Dinero fácil, rápido, insostenible en el tiempo. Pues bien, la redefinición de su proyecto económico constituye el primer objetivo para la izquierda española con vocación de gobierno y sentido de Estado, para el PSOE. Una alternativa económica consistente y verosímil que permita superar definitivamente el largo periodo de hegemonía neoliberal que está detrás de la crisis y que se infiltró en el pensamiento progresista.
La construcción del Estado de bienestar se fundamentó en el crecimiento, y ese debe volver a ser el objetivo de la izquierda, crecer, defender un modelo propio, claro, asumiendo un entorno con retos estructurales como la globalización, el desempleo posburbuja con escasa formación, el endeudamiento o el envejecimiento de la población que exigen propuestas valientes.Pero ese proyecto debe ser europeo. Hay que ir más lejos de lo que ya proponen el Partido Socialista Europeo (PES) y el grupo Socialistas y Demócratas (S&D) en el Parlamento Europeo para salir de la crisis, crecer y hacer frente al austericidio que impone la derecha. Pero atenuar o acabar con la austeridad, sin más, no implicará crecer. El crecimiento retornará cuando nuestra economía produzca de nuevo bienes y servicios competitivos utilizando los recursos ociosos existentes y los que se generen invirtiendo y a través de la educación, de la I+D+i, aumentando el potencial de crecimiento. Una economía sustentada en empresas sólidas e innovadoras con un nuevo énfasis industrial. Crecer exige ser competitivo a escala global.
Solo Europa puede salir de la crisis por una senda progresista que conduzca a un futuro, o cuando menos a un nuevo ciclo económico, de crecimiento y mayor cohesión social y bienestar. Si no se logra establecer un paradigma común norte-sur socialdemócrata, dentro y fuera del euro, será difícil reforzar el papel político que la izquierda pueda desempeñar en el próximo doble ciclo económico y político no solo en Europa, sino también a escala global.
En segundo lugar, la desafección política se alimenta de los escándalos de corrupción que afectan al conjunto de instituciones democráticas y que han batido récords con el caso Gürtel-Bárcenas. Un caso que eleva más si cabe el listón de exigencia para todos los partidos, sin excepción, deudores todavía de un ejercicio de autocrítica y transparencia mucho mayor que el realizado hasta ahora.
En el nuevo ciclo político España necesita una profunda reforma constitucional que permita recuperar el impulso ciudadano sin el cual las instituciones democráticas no pueden subsistir. La corrupción y la crisis que afectan al conjunto de nuestro sistema —los tres poderes del Estado, Corona, partidos políticos, modelo territorial...— lo exigen. Una reforma con nuevos protagonistas, dando paso a las ideas de las generaciones de españoles que no participaron ni como jóvenes votantes en la Transición, y con nuevos planteamientos de fondo porque el relevo generacional resultará insuficiente si viene acompañado de viejas actitudes. Una reforma que cierre el modelo territorial, federalizando su funcionamiento y avalando desde la igualdad de derechos y obligaciones y los principios de cohesión y solidaridad los hechos diferenciales que en 1978 se quedaron fuera, en particular respecto a Cataluña. Una reforma que incorpore y blinde los derechos sociales y que modifique el sistema electoral. En definitiva, una reforma constitucional que constituya una verdadera desamortización democrática ciudadana que elimine todo el lastre innecesario acumulado desde 1978.Ahora más que nunca la izquierda está obligada a dar ejemplo. También, a abrir nuevos cauces de relación con la sociedad eligiendo a sus candidatos mediante primarias abiertas en las que pueda participar cualquier ciudadano y potencial votante como, una vez más, ha liderado el PSOE para las candidaturas a la presidencia del Gobierno de la nación. Primarias abiertas que deberán ampliarse a Comunidades Autónomas y Ayuntamientos. Para el PSOE ello implica modificar sus estatutos, recientemente puestos en práctica en Andalucía, porque el procedimiento que regulan está todavía muy lejos de lo que reclama la sociedad. Primarias porque la participación abierta es un fin en sí mismo, un instrumento de legitimación, movilización y de apertura, no un instrumento a favor o en contra de la dirección de turno.
Por todo ello, en estos tiempos turbulentos, la solidez del proyecto político del PSOE es imprescindible. Su redefinición, en la que estamos, debe concentrarse en la recuperación de su credibilidad y rigor superando un periodo en el que la aparentemente infinita bonanza impuso prácticas y mensajes de escaso calado intelectual, más condicionadas por la realidad mediática y sus ritmos y actores que por las necesidades políticas ciudadanas, como después bien se ha podido comprobar. Ello obligará también a combinar de otra manera perfiles en los equipos políticos, prestando mayor atención a los factores que dignifican la acción política ante los ciudadanos desde la máxima ejemplaridad pública —mérito, capacidad, formación, intachabilidad—, integrando con habilidad aquellos con carreras largas en el seno de los partidos, con otros cada vez más numerosos con trayectorias profesionales antes y por supuesto después de la política en el ámbito privado o en la Administración. Los primeros Gobiernos de Felipe González son un buen ejemplo.
Se acerca un nuevo ciclo económico, y también político, que exige cambios profundos, a todo y a todos, sobre todo a los que quieran sobrevivir. Sinceramente no creo que haya otro camino.

domingo, 14 de julio de 2013


¿TOCANDO FONDO?


Artículo aparecido en el periódico "ABC" el domingo, 14 de julio de 2013.


Hayamos tocado ya fondo o no la prioridad sigue siendo lograr que la economía española crezca.

El esfuerzo que el gobierno venía realizando desde hace semanas para invertir las lúgubres expectativas sobre nuestra economía se ha venido abajo tras la publicación de las Perspectivas Económicas Globales del FMI que reducen 7 décimas la previsión inicial de crecimiento para 2014 –crecimiento cero-. Así, de nuevo, los deseos chocan con la dura realidad echando por tierra el pundonoroso pero desafortunado intento de transmitir cierto optimismo tras la fatídica rueda de prensa de aquél consejo de ministros del viernes 26 de abril en la que se dio por perdida la legislatura. Si se cumplen las previsiones del FMI así será.

Hayamos tocado ya fondo o no la prioridad sigue siendo lograr que la economía española y por ende la europea crezcan. Y por ello es preciso revisar a fondo los elementos macroeconómicos de los que depende esa capacidad para contribuir a activarlos en la medida de lo posible con los instrumentos de política económica disponibles.

Vivimos en un país que según la Comisión Europea tiene un déficit estructural de unos 6 puntos, pero que otros como Javier Andrés y Rafael Doménech de FEDEA sitúan en torno al 3%, estimando además que por cada punto de reducción del paro estructural se reduce el déficit estructural en 0,7 puntos ahorrándose así 7.000 millones de € de ajuste. Este hecho evidencia la necesidad de olvidar o complementar con políticas de crecimiento la obsesión por la austeridad que sigue practicando erróneamente el gobierno. Con un gasto público en el entorno del 46% del PIB y unos ingresos del 36% según EUROSTAT -con las distorsiones que el rescate financiero ha generado en 2012, evitable si no llega a ser por el fiasco Bankia- es evidente que existe un problema de ingresos pero que éste debería ser resuelto cuando la economía crezca, de modo contracíclico y no procíclico como el gobierno se empeña en hacer en plena recesión y como ha corroborado el FMI. El nuevo ajuste –subidas de impuestos y también recorte de gastos- restará 8 décimas al crecimiento en 2014 según el FMI, muy interesado en afinar sus cálculos tras el fiasco provocado por la subestimación inicial de los multiplicadores fiscales que dio alas a los recortes auspiciados por la derecha en toda Europa. Pues bien, mientras el austericidio continúe va a ser difícil que se noten los cambios en la senda de consolidación fiscal acordados –o concedidos- en Bruselas, más bien se harán imprescindibles otros nuevos, o que las modestas medidas de crecimiento, recuperación del crédito y de fomento del empleo juvenil acordadas en el último Consejo Europeo den resultados.

En este marco, frente al discurso del gobierno de que lo peor ya ha pasado, que los bancos se han recapitalizado, que los mercados se fían del Tesoro y de que el FROB tiene recursos para afrontar nuevos sustos bancarios, además del remanente de la línea del MEDE que probablemente se prorrogará para evitar caer en la tentación de sacar pecho antes de tiempo y llevarnos algún disgusto, no cabe otra que criticar las decisiones del gobierno. Una política económica que es la responsable de que España sea el país al que el FMI baja más las previsiones para 2014.

Europa se mueve demasiado despacio pero incluso cuando quiere ayudar, como cuando el BCE dice que la política monetaria será acomodaticia tanto tiempo como sea preciso, parece estar diciendo también que las perspectivas son cuando menos turbias. Algo similar sucede cuando Angela Merkel reconoce que Alemania cedió en algunos aspectos de la Unión Bancaria para evitar males mayores en algunos países de la zona euro con problemas estructurales y de fondo.

Mientras, subsisten los principales factores que hacen muy difícil por no decir imposible retomar una senda de crecimiento. El primero, la sequía crediticia que, en palabras de Emilio Ontiveros, se debe a los problemas de transmisión de la política monetaria desde el BCE a las empresas a través de los bancos. El segundo, la falta de expectativas generadas por las previsiones de crecimiento a la baja que además restringen todavía más el renqueante flujo de crédito, refuerzan el temor a que haya que volver a recapitalizar alguna entidad financiera –la troika ha avisado esta misma semana- y complican el desapalancamiento de familias y empresas. Estemos o no en el fondo, malas perspectivas, y para todos.

miércoles, 10 de julio de 2013


Una cuestión general de ética: Bárcenas y el PP



Artículo aparecido en "sesiondecontrol.com" el miércoles, 10 de julio de 2013.

Los escándalos de corrupción y, muy en especial, el caso Bárcenas, parte de la llamada trama Gürtel, no sólo están generando una inmensa desafección ciudadana con la política sino que imposibilitan avanzar y alcanzar acuerdos políticos en momentos como el actual, de profunda crisis económica y social. Una crisis de origen financiero, económica y social, que desde hace tiempo se ha convertido en crisis política e institucional. Una crisis de confianza en la democracia española que afecta a todas sus instituciones.
Vivimos un momento en el que necesitamos un gobierno solvente capaz de guiar a un país en crisis, sin expectativas de crecimiento real a corto y medio plazo y con más de seis millones de parados. Un país que debe lograr que la Unión Europea modifique sus equivocadas políticas porque, en caso contrario, no logrará volverá a crecer; por tanto, necesita prestigiar a sus legítimos representantes. Un país en un momento crítico en el que el partido que obtuvo mayoría absoluta hace todavía sólo un año y medio ha tirado por la borda cualquier posibilidad de resolver los principales problemas que se encontró al llegar al poder o que han ido a peor durante su gestión.
Lo grave no es que contemos con un gobierno torpe en su gestión económica y que se ha visto obligado a rectificar innumerables veces, no, sino algo peor. Lo peor es que este gobierno ha logrado contaminar de tal manera la vida pública e institucional por razones éticas que ha logrado convertir nuestra crisis económica en una crisis política e institucional de profundidad desconocida y consecuencias imprevisibles.
Hace 4 meses escribí en este mismo medio una tribuna titulada “Ojalá pudiera creerle señor presidente“ en la que explicaba las razones por las que desde el PSOE pedíamos entonces la dimisión del presidente del gobierno. La pedíamos entonces cómo lo hacemos ahora porque nada ha cambiado. Bueno, sí, todo ha ido a peor. Todo lo que entonces sosteníamos se ha cumplido. La sombra de Bárcenas ha acompañado al presidente del gobierno allí donde ha ido. Y por culpa de ello, no contamos con un presidente que pueda restablecer la confianza, la seguridad y la estabilidad que España necesita, aunque lo hiciera desde los planteamientos ideológicos de la derecha tan alejados de los míos.
Entonces expliqué cuáles eran y son los planes, la hoja de ruta del PSOE para recuperar nuestro espacio y credibilidad política desde la oposición, sin atajos, con mucho esfuerzo. Nosotros ni queríamos ni hemos buscado este nuevo trance en el que el PP nos ha situado a todos. Nosotros creemos en el trabajo bien hecho, metódico, sistemático. Creemos en el tiempo de la oposición y en eso estamos. Pero así es imposible trabajar.
El problema que el PP y este gobierno tienen con Bárcenas excede su propio espacio. Bárcenas y la trama Gürtel se han convertido en un problema gravísimo para todos. Para la oposición, por supuesto, no lo negaré yo, porque como partido político de gobierno nos afecta el brutal deterioro de nuestras instituciones, la desafección ciudadana con la política y con la democracia, fenómenos que sólo pueden beneficiar al populismo, a los extremismos de todo signo y a los enemigos de la convivencia tal y como la conocemos desde la transición.
Nuestro país necesita reformas democráticas de calado –partidos políticos, electorales, modelo territorial, transparencia, sistema fiscal, constitucionalizar derechos sociales- imposibles de salir adelante con un gobierno sostenido por un partido acorralado y enfangado como nunca se había visto por un caso de corrupción generalizada.
Un gobierno que no sólo ha demostrado escasa pericia como gestor de nuestra maltrecha economía sino que para poner las cosas democráticamente más difíciles ha roto en poco tiempo demasiados consensos básicos de los que servían como soporte a nuestras debilitadas instituciones.
Los perfiles de los nombramientos del Tribunal Constitucional, lo que se ha hecho con TVE, lo que se quiere hacer con el CGPJ, el ataque sin precedentes a la igualdad de oportunidades en la educación, la privatización de la sanidad, la amnistía fiscal, y tantas otras decisiones combinadas con la nula voluntad –e incapacidad real por lo antes dicho- de reformar todo lo que necesita mejorar en nuestro sistema democrático no nos permiten ser optimistas…
Una ruptura de consensos básicos en un momento de nihilismo social que dificulta al máximo la consecución de pactos entre las diferentes fuerzas políticas para resolver los acuciantes problemas económicas y sociales que ahogan a nuestros ciudadanos porque, ¿cómo vamos a pactar cuestiones concretas mientras se dinamitan los consensos esenciales de nuestro sistema de convivencia democrática? ¿Cómo vamos a acercarnos por responsabilidad a un gobierno, que no puede dar una rueda de prensa ni responder públicamente a nada porque el nombre de Bárcenas le persigue, sin que nos critiquen los ciudadanos? Aún y así, porque era y va ser bueno para los ciudadanos que sufren el paro, y en particular los más jóvenes, lo hemos hecho sobre Europa, pero Bárcenas ha vuelto a llenar la pantalla…
Es evidente que lo que es determinante, irreversiblemente determinante, es el caso Bárcenas y la gestión que desde el gobierno y el PP se ha hecho de él. Una gestión que no resiste el más mínimo análisis crítico, una gestión torpe, plagada de mentiras y a la defensiva que no hace sino corroborar día tras día las tremendas sospechas que se ciernen nada más y nada menos que sobre todas las direcciones completas del PP desde hace al menos dos décadas y sobre este gobierno, su presidente y gran parte de los ministros.
Por ello, por razones de ética, nada fluirá ni será resuelto en nuestro país mientras no se supere el caso Bárcenas. Este caso es una tragedia colectiva que exige decisiones drásticas, dimisiones, una verdadera catarsis en el PP. Y que nadie dude de que los demás haremos nuestras propias catarsis si fuera necesario, pero no nos engañemos, no hay nada comparable. Un caso que se ha convertido en una cuestión de ética para todos y para todo. Nada hay más grave que sus consecuencias sobre nuestro sistema constitucional. Un escándalo que cuestiona y amenaza nuestro sistema político y que por razones de ética debemos resolver y superar porque en caso contrario sus consecuencias desbordarán cualquier previsión.
La sociedad española debe afrontar con valentía una cuestión general de ética, la ética de nuestra dignidad democrática, la más importante para una inmensa mayoría de ciudadanos conscientes de la crítica situación por la que atraviesa nuestra democracia.

domingo, 16 de junio de 2013


UN PACTO POR OTRA EUROPA



Artículo aparecido en el periódico "ABC" el domingo, 16 de junio de 2013.

Nuestro país atraviesa la etapa más crítica desde que se instauró la democracia, una profunda crisis económica y social que amenaza con convertirse en política e institucional. Este hecho debería ser suficiente para justificar el cierre de acuerdos entre las dos principales fuerzas políticas españolas, acuerdos que demuestren a los ciudadanos que podemos pactar lo esencial, como arremeter con contundencia contra las causas de esta horrenda crisis que tanto sufrimiento está provocando. El importante pacto que anunciaron el pasado miércoles el Presidente del Gobierno y el Secretario General del PSOE, es sobre Europa porque es ahí, sólo ahí, donde se pueden adoptar las decisiones para salir de la crisis antes y mejor. Europa es donde se toman las decisiones económicas. El pacto es crucial ahora porque es en este momento cuando Europa comienza a virar. Así lo demuestra que el Presidente de la República francesa François Hollande haya logrado poco a poco orientar la agenda del Consejo hacia el crecimiento económico y la creación de empleo. A este esfuerzo se ha unido el nuevo gobierno de Italia liderado por otro progresista, Enrico Letta, y también ha contribuido la constatación del profundo error que constituye el esquema de austeridad impuesto por la derecha europea como ha demostrado el FMI en su análisis de los multiplicadores fiscales o el demoledor informe sobre el rescate de Grecia. Las desastrosas previsiones económicas de la Comisión, a pesar de su gravedad, han servido para que se dé cuenta de que debíamos seguir una ruta de consolidación fiscal más flexible. Europa comienza a virar y España no puede desaprovechar esta oportunidad. Por eso estábamos obligados a pactar. El abandono de las políticas erróneas que han agudizado nuestra crisis debe ser definitivo.
Por eso ahí estamos los socialistas, porque apoyando y reforzando la posición del gobierno en el próximo Consejo Europeo estamos impulsando la búsqueda de una salida para la crisis más justa y rápida. La que apoyan los socialdemócratas europeos.
El acuerdo inicial que podrá ser ampliando estos días a todas las fuerzas políticas que lo deseen contiene los elementos básicos que en este momento están retrasando la salida de la crisis en España. En primer lugar el desempleo, en particular el juvenil –Garantía Juvenil, Erasmus de formación y EURES, y más financiación sin que compute como déficit-, aunque se habla menos del paro de larga duración. En segundo lugar, el crédito, problema para las pymes, para el crecimiento y la creación de empleo, por lo que deben facilitarse las condiciones de acceso a la financiación a través de una acción más decidida del BEI. En tercer lugar las inversiones europeas que tienen que impulsar el crecimiento de una vez por todas, de nuevo el BEI pero también el presupuesto para 2014-2020 y otras fuentes de inversión como los remanentes del periodo 2007-2013 –calculamos otros 10.000 millones de € que pueden ir a empleo-. Así mismo, la unión bancaria y la recapitalización directa de la banca que lastra nuestra deuda pública al asumir la deuda privada de los bancos con problemas. El acuerdo incluye elementos fundamentales como instar al BCE a adoptar medidas para poner fin a la fragmentación existente en los mercados financieros que se traduce en unas muy diferentes
condiciones de financiación para las empresas en los distintos países de la Zona Euro, lo que resulta completamente inaceptable en el seno del mercado interior.
En definitiva un pacto por interés nacional para acudir juntos como país a un Consejo Europeo que pretende hacer concreciones y salir del mismo con decisiones importantes. Un pacto que debe contribuir también a comenzar a recuperar la confianza en nuestra economía y en nuestras propias fuerzas y posibilidades para salir de la crisis, crear empleo y seguir prosperando.

martes, 14 de mayo de 2013


Los tres problemas de la izquierda (europea).



Artículo aparecido en "sesiondecontrol.com" el lunes, 13 de mayo de 2013.
Los socialistas y socialdemócratas europeos hemos celebrado dos importantes conferencias en las últimas semanas. La primera, organizada por Policy Network y Global Progress en Copenhague, también con la participación del Partido Demócrata norteamericano, entre otros. La segunda en Barcelona este fin de semana, promovida por la FEPS – La Fundación Europea para Estudios Progresistas- en el marco de su programa “Next Left” con la colaboración de diversas fundaciones de partidos como la Campalans.
Ambas han mostrado que existe un claro contraste entre la percepción social de los principales partidos progresistas en Europa, sin duda baja e incluso desmoralizante, y el debate interno que es, quizás, más intenso y rico que nunca. En ambos encuentros hemos coincido políticos en activo en el Gobierno o en el Parlamento con profesores universitarios, profesionales y representantes de la sociedad, partidos y fundaciones, instituciones progresistas dedicadas al estudios e investigación, think tanks, y otro tipo de organizaciones o empresas.
Tras Copenhague, publiqué en el boletín de Policy Netwok mis impresiones, más bien preocupaciones, sobre lo que está pasando en el seno de la familia progresista europea e incluso global. Quizás merezca la pena una rápida lectura.
Ambos intensos encuentros han generado dos valiosísimas publicaciones que sin duda servirán para centrar el debate y las propuestas que desde la izquierda vayamos formulando en los próximos meses. En cualquier caso, mis preocupaciones se pueden agrupar en tres grandes ideas o ejes.
La primera, ante esta crisis, la izquierda europea y también norteamericana debe asumir que muchos de los problemas que ahora están generando tanto sufrimiento y desolación, aunque fueran consecuencia o herencia de las políticas de la llamada “nueva derecha” de Thatcher y Reagan, sin embargo surgieron bajo nuestro Gobierno.
Esa es la principal razón por la cual ahora generamos tan poca confianza. Participamos pasiva o incluso activamente en la desregulación, olvidamos cómo se genera la Renta, o que los mercados podían o pueden operar de otra manera. En definitiva redistribuimos de una manera muy progresista las rentas que generaba una economía especulativa insostenible. Un mal negocio.
En segundo lugar, los socialistas y socialdemócratas europeos debemos ser capaces de definir una misma estrategia para salir de la crisis. Hay que ir mucho más allá de lo que proponemos como PES (Partido de los Socialistas Europeos) y como grupo S&D en el Parlamento Europeo (Socialistas y Demócratas), porque todavía no hemos consensuado una estrategia común para hacer frente al austericidio que impone la derecha alemana de Angela Merkel. Esta ausencia de estrategia común se nota en particular entre los países que formamos parte del euro y los que no lo hacen, pero también en el seno del propio euro entre los del norte y los del sur.
Si no somos capaces de establecer un paradigma común norte- sur, si no hay paradigma común, no seremos capaces de reforzar nuestra familia política no sólo en Europa sino también en el resto del mundo, a escala global, donde sólo el moderado Barak Obama brilla por méritos propios. No deja de ser una paradoja que sea el Partido Demócrata de los Estados Unidos el referente progresista mundial, en una familia política dividida en Europa y muy debilitada en el resto del mundo. Un mundo donde ya casi nadie apuesta por el modelo de democracia social de mercado a la europea para desarrollarse y sacar gente de la pobreza. Un mundo en el que los jóvenes, también los europeos, se sienten abandonados por los partidos tradicionales.
En tercer lugar necesitamos un proyecto mejor. Como siempre, pero esta vez mejor que nunca. Debemos explicar qué relación queremos mantener con los mercados, cómo establecer la convivencia entre la producción de bienes y servicios, la provisión de bienes sociales y las instituciones democráticas que deben transformarse. Hay que poner fin a la hegemonía financiera sobre demasiados ámbitos de la vida tras el desastre generado por décadas de desregulación y, en España, de burbuja, endeudamiento y especulación.
Décadas en las que ha habido demasiada opacidad, abusos, acumulación de renta en determinadas élites y escasa igualdad de oportunidades. Errores camuflados en las insostenibles rentas y sensación de bienestar que generaba la burbuja. La generación de empleos atendiendo al proceso, a las razones que permiten su creación, debe centrar toda acción política.
Una acción política que debe cambiar para garantizar la participación de toda la sociedad, incluso de los sectores más indignados. Una sociedad que debe apostar por la inversión social y en conocimiento como únicos caminos para garantizar un futuro de prosperidad y bienestar que sólo podrá ser si evolucionamos hacia una sociedad más igualitaria, con menos diferencias, como los países europeos más desarrollados. Y no me refiero necesariamente a los escandinavos, sino también a otros modelos como los Países Bajos o Alemania
Y en Europa, debemos seguir avanzando hacia la unión política con todas sus consecuencias previas, unión fiscal también de ingresos, bancaria con sistemas comunes de garantía, y unión social. Demos seguir adelante con todas las consecuencias y los que no quieran hacerlo deberán dar un paso atrás y no obstaculizar el avance del proyecto europeo. Un proyecto que debe hacer suyas las garantías sociales que hoy tanto preocupan a sociedades enteras y que los estados nacionales son incapaces de proteger.

domingo, 12 de mayo de 2013

Recetas del pasado.



Artículo aparecido en el periódico "ABC" el domingo, 12 de mayo de 2013.

Con esta afirmación, recetas del pasado, el Gobierno ha dado carpetazo a la propuesta de pactos planteada por el PSOE en el peor momento de crisis económica que se recuerda en nuestro país desde que existen estadísticas. Una frase que resume como nada la obstinación del Gobierno en seguir por la senda económica trazada por la derecha europea y que, ya sabemos, conduce a que en 2015 haya más desempleo que en 2011, o sea, a echar por tierra una legislatura completa. La mención al pasado merece cierta reflexión porque ahí radica la clave de lo que ahora estamos sufriendo, en las consecuencias de determinadas recetas del pasado. Veamos cuales.

Nuestra economía creció mucho entre 1993 y 2008, un ciclo económico de 15 años desperdiciado. Un ciclo en cuya parte central, 1996-2004, gobernó el PP. Un ciclo en cuyo fatal desenlace han tenido que ver las decisiones adoptadas durante esos años por todos nuestros gobiernos y por la Unión Europea (UE), en especial las relativas a la creación del euro y su gobernanza nacional y comunitaria en el históricamente inédito contexto de tipos de interés reales prácticamente nulos.

No resolveremos esta crisis con la determinación y el consenso que su gravedad exige mientras no cerremos el diagnóstico de las recetas del pasado que nos han traído hasta aquí. Un ciclo completo perdido en el que nuestra economía apostó de manera insostenible por la construcción. Quince años durante los que nuestro sistema financiero, en especial las cajas de ahorro gestionadas de esa manera, infló la burbuja promotora, constructora e hipotecaria hasta su estallido final. Dos factores, preeminencia de la construcción y crecimiento suicida del crédito sin las cuales nuestra realidad sería hoy muy distinta.

La responsabilidad de lo ocurrido es colectiva. No sólo del Banco de España sino también Banco Central Europeo y del conjunto de instituciones comunitarias, de los partidos al frente del Gobierno central o en las CC.AA. Los agentes sociales -por supuesto las sectoriales empresariales de las finanzas y la construcción- nunca advirtieron lo que podía suceder. Tampoco lo hizo la academia, ni los institutos de estudios, análisis y posgrado, ni el sistema financiero, claro.

Recetas del pasado fueron la ley del suelo de 1998, la gestión madrileño-valenciana de Bankia -más de la mitad del rescate financiero y suficiente para haberlo evitado-, la explosión descontrolada del crédito provocada por la creación del euro -el 1 de enero de 1999 se fijaron los tipos de cambio, las monedas y billetes empezaron a circular el 1 de enero de 2002-, o la reducción del porcentaje del PIB dedicado a I+D+i entre 1996 y 2004 a pesar de que en el año 2000 se lanzase la ambiciosa Estrategia de Lisboa. Por todo ello no vale recordar 1996-2004 para reivindicar lo que el PP es capaz de hacer para desviar la atención sobre sus errática gestión actual, que comenzó en 2011, entre otras decisiones rectificadas en pocos meses por la troika, con la recuperación de la desgravación en el IRPF por la compra de vivienda…

Tras la quiebra de Lehman Brothers, y según el diagnóstico que entonces se realizó, la UE apostó unánimemente por amortiguar la crisis mediante políticas expansivas, el Plan Europeo de Recuperación aprobado en el Consejo Europeo de diciembre de 2008, que fue reemplazado radicalmente por el austericidio auspiciado por Angela Merkel a partir de la quiebra de Grecia en 2010. Pues bien, ni un camino ni el otro. No hay más que mirar lo que están haciendo los EE.UU, que no es sospechoso de ser un país peligrosamente izquierdista. La política actual será otra receta del pasado.

Nuestro país desperdició un ciclo en el que la transformación económica que mostramos al mundo con exagerado orgullo tuvo mucho de insostenible burbuja. Años plagados de recetas del pasado, de errores nacionales y europeos, de malas políticas y gestión económica y financiera negligente. Un grave error colectivo, sí, aunque más culpa de unos que de otros.

lunes, 6 de mayo de 2013



El mito 1996-2004


Artículo aparecido en "sesiondecontrol.com" el lunes, 6 de mayo de 2013.

El periodo de tiempo 1996-2004 son lo años en los que gobernó el Partido Popular con José María Aznar como presidente del Gobierno. He elegido esas dos fechas como encabezamiento de esta columna porque en los últimos días han sido citadas muchas veces utilizándolas como ejemplo, como contra-ejemplo más bien, de lo que supuestamente sabría hacer bien el PP después de haber decretado tras 18 meses de gobierno que la legislatura está perdida y que en 2015 todo será peor que en 2011, cuando Mariano Rajoy llegó a la Moncloa.
Periodistas, tertulianos de diferentes pelajes, propagandistas varios e incluso agudos economistas han repetido una y otra vez que todos los españoles saben lo que el PP es capaz de hacer porque ahí queda 1996-2004. O sea, que la incapacidad manifiesta de estos 18 meses de gobierno, la impericia total, las contradicciones y cambios de opinión, el incumplimiento sistemático de todas y cada una de las promesas del programa electoral de 2011, los seis millones de parados y el millón adicional que engordará esta cifra hasta 2015, la impotencia ante las consecuencias de sus equivocadas decisiones y la invocación como único recurso a la paciencia ciudadana, nada debe perturbar nuestra confianza infinita en el PP porque ahí queda 1996-2004. Toma ya.
En efecto, nuestra economía creció mucho entre 1996 y 2004. Para ser más exactos lo hizo entre 1993 y 2008, un ciclo económico de 15 años, en mi opinión, desperdiciado. Un ciclo cuya parte central fueron esos años de gobiernos del PP, por coincidencia temporal electoral en sintonía con el ciclo económico europeo o incluso global, cuyo fatal desenlace tiene que ver con decisiones adoptadas a lo largo del mismo por los diferentes gobiernos que tuvimos en España y por las decisiones adoptadas en la Unión Europea, en particular las relativas a la creación del euro, que coinciden en su parte más trascendente con esos años.
No resolveremos esta crisis mientras no superemos el mito 1996-2004. El ciclo 1993-2008 ha sido un ciclo perdido porque nuestra economía concentró su capacidad de inversión y creación de empleo con una intensidad insostenible en el sector de la construcción. Al mismo tiempo, nuestro sistema financiero, en particular las cajas de ahorro controladas políticamente desde las Comunidades Autónomas –los bancos privados tradicionales no cometieron los mismos errores-, inflaron la burbuja concentrando su riesgo en el crédito a promotores y constructores, y por supuesto hipotecas, cegadas por la liquidez que el euro aportó hasta llegar al máximo en el año 2007.
Dos decisiones nefastas, primacía a la construcción y crecimiento desenfrenado del crédito, que si no se hubieran adoptado o si se hubieran gestionado de una manera muy distinta habrían garantizado un futuro, o sea el presente de hoy, muy distinto al que estamos padeciendo.
¿De quién es la culpa? Evidentemente de todos. Del Banco de España, pero también Banco Central Europeo e instituciones comunitarias, de PP y PSOE, pero también de CiU y PNV, de agentes sociales, pero sobre todo de la patronal, de los inteligentísimos institutos de estudios, análisis y estudios de posgrado que nada vieron venir, y por supuesto del sistema financiero y, en especial, de las cajas.
Claro que sin la ley del suelo que el gobierno del PP aprobó en 1998, sin el desastre madrileño-valenciano de Bankia que ha supuesto más de la mitad del rescate financiero y es 100% PP –sin esa quiebra es muy probable que no hubiera habido tal rescate-, y sin unos gobiernos incapaces de prever la explosión descontrolada sobre el crédito que la entrada en vigor del euro iba a provocar el 1 de enero de 1999 –las monedas y billetes lo hicieron el 1 de enero de 2002-, sin todo esto, la realidad hoy sería muy distinta.
Por eso sorprende lo de 1996-2004, porque sin restar culpa a lo que puedo pasar entre 1993 y 1996 y entre 2004 y 2008, con la economía descontrolada y en ruta de colisión –cierto es que el primer gobierno de José Luis Rodríguez cuando menos no pudo cambiar ese rumbo suicida-, llama la atención que se siga apelando a esa praxis gloriosa como referencia subliminal para desviar la atención sobre el actual desastre permanente.
Aquellos gobiernos de 1996 a 2004 fueron no sólo los de Mariano Rajoy sino también los de Luis de Guindos y Cristobal Montoro, y por supuesto los de Rodrigo Rato, que luego todos sabemos lo que hizo en Bankia cuando abandonó el FMI porque no le gustaba el cargo. Todos negaron mil veces la existencia de la burbuja. Eran los años de la locura. Por ejemplo, sólo pondré uno, el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, anunciaba que Barajas cerraría 25 años después de la inauguración de la T-4 y de las nuevas pistas para mudarse a no sé donde y así poder construir sobre el viejo y amortizado aeródromo madrileño una ciudad verde. Y a todo el mundo le parecía estupendo: los proyectos de todo tipo asombraban al mundo.
En el año 2000 el presidente Aznar contribuyó al lanzamiento de la ambiciosa Estrategia de Lisboa que debía hacer de Europa la economía más avanzada en I+D+i y conocimiento en 2010, aunque sin embargo España, entre 2000 y 2004, vio como el porcentaje sobre PIB dedicado a esos fines caía.
En 2011, siete años y medio después, Mariano Rajoy adoptó una inquietante decisión en su primer Consejo de Ministros como presidente que demostraba esa pasión por esos ocho años perdidos de 1996 a 2004: la recuperación de la desgravación en el IRPF por compra de vivienda, otro de los combustibles de la burbuja. Por suerte, o por desgracia porque la rectificación fue impuesta desde fuera, la UE obligó al nuevo Gobierno a eliminarla muy pocos meses después, recuerden el rescate bancario, el famoso MOU…
España perdió un ciclo completo. El milagro económico tuvo mucho de burbuja, la gestión económica y financiera fue simplemente negligente, creamos renta y empleos que eran insostenibles casi como los que se crearon con la tecnología del carbón y el vapor cuando se generalizaron las tecnologías del motor de explosión y la electricidad.
Hubo mucho de todo esto, además de mil cosas más de otro orden –pelotazos, abusos, latrocinios, corrupción, sueldos millonarios- y fue culpa de todos, un grave error colectivo, sí, aunque también fue más culpa de unos que de otros.

domingo, 5 de mayo de 2013



Rescuing the European project.


Artículo aparecido en "Policy Network" el jueves, 2 de mayo de 2013.

The recent Progressive Governance conference of centre-left politicians in Copenhagen, hosted by Danish Prime Minister Helle-Thorning Schmidt, was, once again, not only a big success but a useful opportunity to gauge progressive views on the European project and, also, to contrast the very different political situations that are prevalent within and across Europe. 

Spain, like Portugal and others, is going through an economic and social emergency that is turning into a political and institutional crisis with no clear exit yet. The social costs are spiralling, yet, on the European airwaves, every day we hear that European countries, particularly in the South, that find themselves in economic turmoil are getting what they deserve after decades of waste and excesses. The idea of the virtuous north versus the wicked south is backed by more and more people. “The party is over” titled a well known liberal magazine. Indeed, these discourse can be picked-up within the progressive family of European centre-left parties. 

I will not deny the errors and the big mistakes that former governments took in the past. But, people are quick to forget that the cycle of crises started because over the course of decades conservative governments, and also progressive ones, deregulated financial markets, abolished laws like the Glass-Steagall act in United States – our dear Bill Clinton -, and lived happily in a world of free financial markets and bubbles of all kinds. Progressives in particular forgot how wealth is created. We only worried about its distribution, joyfully accepting the incomes generated by financial deregulation and real state speculation. Those were the days when Spain, only 4 years ago, had a stock of public debt below 40% of GDP, a 2% budget surplus and hardly any analysis arguing against the soundness of its macroeconomic performance, the quality of its growth and companies, and the sustainability of an economy fully integrated in the euro miracle that reached full employment in 2007. Nobody was aware of the tragic storm that was approaching, neither in the wise north nor of course in the clumsy south.

It is important to admit that progressives were too loose with deregulation, and wrongly believed then that income from finance in all its kinds, including high-octane speculation, was at least as good as that coming from traditional industrial activities. Now, we are humbly back calling for a renewed focus on industrial policy as the cornerstone of broader prosperity. 

To achieve this broader prosperity in a more competitive and global world, it is important to remember Dani Rodrik’s paradox that says that global markets, states, and democracy cannot coexist. The conclusion, from my perspective, is that we should choose among those three and give up the concept of a nation state in favour of a federal Europe. But instead, the tragic consequence of this paradox, as we are living it now in some European countries, is that what we are giving up is democracy and not the nation state. It is quite difficult to get rid of nation states in this crisis. The EU is giving the same medicine to every eurozone country despite knowing that the illness they suffer is not quite the same. When countries like Spain that now suffer unemployment rates dangerously close to 30% and that have already lost over 15% of their GDP and 25% of public revenue in just 4 years remember that they joined the euro zone to “borrow credibility” they realise the nightmare they are in. Interest rates are lower outside the eurozone and economic policy is in the hands of foreign countries that debate domestic adjustment programmes in their national parliaments while their parliaments give up controlling EU or troika decisions. The loss for democracy is huge. It is so big that national elections do not matter anymore because no government no matter its political or ideological orientation can change the orientation of the policy mix that is leading Europe to a disaster. Not only to a disaster but to an awkward situation where the elections that really matter are taking place in Germany.

That is why some countries or parties among the progressive family might feel abandoned and that is why we need a common progressive approach. It is difficult to take seriously the actual EU approach for growth since it has already taken more than a year to apply decisions such as the youth guarantee scheme or the Growth and Employment Pact. The absence of common rules in too many fields is too obvious, even when it comes to bailing out bankrupt banks where different rules and standards apply depending on whether the bank is Dutch or German or if they come from the south.

Europe needs to step forward in policies or projects like the banking union and the fiscal union. Consideration should also be given to harmonising revenue, and changing the way the European Central Bank manages monetary policy and exchange rates to refocus on growth. Additionally, we need to look again at the way the ECB manages interest rates for a single currency that lives with a financial market fragmented by interest rates differentials, a market that is many things but not a single financial market.

The onus is on the centre-left to rescue the European project from the severe democratic stress that is running through its core. 

miércoles, 17 de abril de 2013

 

Tras Chipre.




Artículo aparecido en "Sesión de Control" el miércoles, 17 de abril de 2013.


El pasado 16 de marzo los 17 ministros de economía y finanzas que conforman el Eurogrupo decidieron por unanimidad, por supuesto con el voto del Gobierno español, resolver la crisis de Chipre adoptando una serie de medidas que incluían una quita para los depósitos de menos de 100.000 euros.
Un monumental disparate que no sólo estuvo a punto de desencadena un pánico bancario, una “corrida” bancaria en Chipre, sino que pudo haberse contagiado a otros Estados miembros. Una decisión que además de contraria a los intereses del euro y de países como el nuestro era ilegal y contraria a la propia legislación de la UE en materia de solvencia bancaria. En definitiva, una chapuza descomunal, una decisión improvisada que ha añadido incertidumbre al cada vez peor panorama económico, ha aumentado las primas de riesgo y ha afectado a la Bolsa.
La reacción social y política a la decisión fue de tal calibre y el temor que generó fue tan fundado y generalizado que los diecisiete ministros del Eurogrupo se vieron obligados a rectificar en la madrugada del 25 de marzo. Hasta ese día fue bochornoso escuchar cómo gobiernos e instituciones europeas defendían una decisión ilegal que arremetía con los esfuerzos de los pequeños ahorradores.
Pero a pesar de ese cambio, todo indica que si no se hubiera producido la reacción que se produjo durante esos días habría salido adelante una decisión equivocada, injusta y temeraria. Una nueva decisión impulsada por Angela Merkel y sus aliados de la derecha europea que además habría creado un gravísimo precedente.
Por ello es imprescindible exigir a nuestro Gobierno y al resto de gobiernos e instituciones europeas, como hemos hecho en el Congreso de los Diputados, que no vuelva a ocurrir un rescate como el de Chipre. Es necesario descartar que el rescate chipriota se convierta en el modelo a seguir para otros países y garantizar que no se adoptarán para España, en caso de rescate, reestructuración y recapitalización de entidades financieras, medidas similares a las acordadas por el Eurogrupo.
No puede volver a repetirse el daño causado por decisiones que luego tuvieron que ser rectificadas, decisiones que incluían graves pérdidas para todos los depositantes y ahorradores más modestos que han puesto en grave crisis la debilitada confianza de los ciudadanos en las instituciones europeas.
Es preocupante que Alemania, primero, intentara retrasar la solución de la crisis de Chipre hasta después de sus elecciones y que, después, se opusiera a garantizar los depósitos de menos de 100.000 euros como marca la ley, dando de nuevo una nefasta lección de solidaridad europea. Esa política no es la política de Europa, sino la de la derecha europea dirigida por Angela Merkel, una política que estamos obligados a corregir.
Por ello es imprescindible una unión bancaria que entre en vigor cuanto antes y que cuente con las piezas previstas: supervisión de las instituciones bancarias por parte del BCE, reglas uniformes de supervisión, control y resolución de entidades, un mecanismo único de resolución, y un sistema de seguro de depósito integrado, europeo, las dos últimas todavía sin diseñar.
Una unión bancaria que debe ir acompañada de mecanismos de rendición de cuentas a autoridades democráticas y que garantice que el sector bancario asuma una responsabilidad mayor en lo que concierne a las consecuencias de sus propios errores.
También es necesario que sea una realidad cuanto antes la unión fiscal, pero no sólo desde una perspectiva de control de los gastos, sino también para que los ingresos converjan en Europa mediante una verdadera e irreversible armonización fiscal y tributaria, sin paraísos fiscales dentro y fuera de la Unión. Y, sin falta, una verdadera unión económica y, después, una unión política.
Y, por supuesto, hay que convertir al BCE en algo más que la autoridad cambiaria que es ahora para que sea un verdadero Banco Central, un verdadero prestamista de última instancia que garantice, sin coste presupuestario alguno para los ciudadanos, que en toda la zona euro se puede acceder al crédito al mismo tipo de interés, acabando con el pernicioso diferencial que está esquilmando nuestro tejido productivo, objetivo que exigirá otro tipo de medidas como algún tipo de mutualización de la deuda.
Tras Chipre y tras tantos errores de una derecha europea cegada por el dogma de la austeridad todo ello es más urgente todavía.