domingo, 6 de noviembre de 2011

TRIBUNA PUBLICADA EN EL DIARIO ABC EL 6/11/2011

EL MAL ESPAÑOL

Juan Moscoso del Prado

Candidato del PSOE al Congreso de los Diputados por Navarra
y Doctor en CC. Económicas

Ha comenzado una campaña electoral marcada por la profunda crisis que padece nuestra economía desde 2008. Tres largos años de sufrimiento en los que no sólo no hemos acertado en las recetas como demuestra la interminable crisis de la deuda soberana sino que en España no hemos sido capaces ni de consensuar un mínimo diagnóstico razonable. No voy a ocultar porque no sería honesto mi condición de candidato al Congreso por el PSOE ni el hecho de escribir estas líneas tras haber participado en la tradicional pegada de carteles en mi caso en Pamplona. Nuestra economía sufre un grave problema provocado al menos por tres elementos interrelacionados, una grave crisis financiera de bancos y lo que queda de las cajas de ahorro causada por la indigestión de la burbuja inmobiliaria, una preocupante falta de competitividad que afecta prácticamente a todos los sectores de nuestra economía, y una grave crisis fiscal de nuestras instituciones a escala local, autonómica y nacional provocada por la pérdida de ingresos causada por la crisis –destrucción de empleo y empresas- y la desaparición de los ingresos derivados del boom de la construcción que no hace mucho tiempo creímos estructurales. Un diagnóstico que no es nuevo, el exceso de cultivo inmobiliario y abuso de prácticas financieras sustentadas en el juego con las expectativas de valor del suelo, y que ya era el eje del programa del PSOE en 2004. En descargo del Gobierno es importante recordar que en 2004 heredó un grave problema estructural, claramente identificado, y que nada ha tenido que ver con la otra crisis, la financiera provocada por los activos tóxicos norteamericanos que acabó con la banca privada de ese país o la británica aunque ambas compartan una causa de fondo: la obsesión ochentera por la desregulación. Ahora bien, desde el PSOE hemos reconocido que podíamos haber hecho más para acabar con la burbuja, para evitar que nos devorara como lo ha hecho. Y así derogamos la Ley del Suelo de 1998 que aprobó el Gobierno de José María Aznar y que está detrás de parte de la burbuja, eliminamos las deducciones fiscales sin límite para la compra de vivienda, incentivamos el alquiler, y triplicamos la raquítica cifra de I+D+i heredada de aquellos años de desenfreno, la mas baja de Europa. Algo que se ha demostrado insuficiente para evitar la catástrofe pero que sin embargo nunca encontró apoyo ni comprensión por el primer partido de la oposición, el PP, empeñado en expander el modelo de desarrollo a lo “Terra Mítica” hasta sus últimas consecuencias. Sin rubor alguno el PP demanda hoy volver a esos años en los que España creaba 8 de cada 10 nuevos empleos en Europa, empleos creados por y en la burbuja y que son precisamente los que ahora antes y de manera más rápida se han destruido, más de 1 millón directamente en el sector de la construcción. Tras esos tres elementos interrelacionados se esconde un mal, llamémosle el mal español, porque como algunas viejas enfermedades moral o socialmente mal vistas algunos todavía prefieren esconderlo o negarlo en un eterno ejercicio de hipocresía. Parece que salvar el honor negando cualquier responsabilidad o error es más importante que consensuar un diagnóstico certero para salir antes de la crisis. Y así nos va. Es descorazonador que el PP se niegue a asumir la más mínima autocrítica por su cuota de responsabilidad ante la que esta cayendo mientras intenta convencernos de que es posible regresar a 1996, un año en el que la economía llevaba ya 3 años creciendo y que tras las decisiones de aquel nuevo Gobierno del PP orientó su crecimiento de manera insostenible aunque placentera, sí, mientras duró, hacia un esquema absolutamente destructivo como se ha acabado demostrando. Las regiones españolas con menos desempleo –Navarra, País Vasco-, con tres veces menos parados que otras, lo son con la misma legislación laboral, demostrando que no es con menos derechos sino con otra estructura productiva y cualificación media como se consigue, incluso en crisis, aguantar el tipo. Pero eso exige años de inversión, políticas correctas y socialdemocracia de la buena, nada más lejos que una vuelta a 1996.