miércoles, 23 de enero de 2013

Ejemplaridad, contundencia y transparencia



Artículo aparecido en "Sesión de Control el miércoles, 23 de enero de 2013.



Los vilipendiados diputados a Cortes aprovechamos siempre el mes de enero para pasar el máximo tiempo posible con los ciudadanos. La Constitución española de 1978 establece que el mes de enero no es hábil parlamentariamente, pero eso no quiere decir que no se trabaje como algunos creen. Al contrario, nuestra obligación es aprovechar las semanas sin sesiones plenarias ni comisiones en Madrid de lunes a jueves para hacer lo que el resto del año concentramos en lunes por la mañana, viernes y fines de semana.
Cuento esto porque sé que existen dudas acerca de esa relación directa que estamos obligados a mantener con los ciudadanos en estos tiempos duros en los que la imagen de la política y de sus protagonistas, los que como yo servimos con orgullo en el Congreso de los Diputados o en otras responsabilidades democráticas y constitucionales, está bajo mínimos. Una relación directa que, como todo, se puede mejorar mucho, por supuesto.
Así es que, ¿qué nos exigen los ciudadanos? ¿Cuáles han sido las principales reivindicaciones que escuchamos? Y no ahora, en enero, sino en los últimos meses, en el último año, desde las elecciones generales de noviembre de 2011. Pues bien, ejemplaridad, transparencia y contundencia, aparecen en lo más alto de la clasificación, al menos de la mía.
  • Ejemplaridad. La política democrática tiene que ser ejemplar, ahora, y siempre. El clamor social que existe sobre ello no es casual porque es el resultado de la acumulación de escándalos y errores protagonizados por políticos y también en algunos momentos por los propios partidos. La corrupción y todo los que es objeto de persecución penal, pero también lo que es legal pero indefendible como las puertas giratorias entre empresas y puestos en la administración en el mismo sector o área en el que e han tomado decisiones como administrador público.
    En definitiva, corrupción clásica, clientelismo y nepotismo, pero también prácticas inadecuadas, superfluas, u onerosas que deben ser erradicadas. El reto legislativo que tenemos por delante es ingente porque nuestra democracia y nuestra sociedad no pueden vivir en un ambiente de alarma social permanente provocado por las dudas que generan las actitudes, trayectorias y actos de algunos políticos.
  • Transparencia. El Gobierno llega tarde y mal a la exigencia social de transparencia. Transparencia quiere decir conocimiento directo y sencillo de lo que hacen la administraciones, en cómo contratan, cómo deciden en qué gastar y cómo optan entre diferentes opciones. Los partidos políticos deben ser instituciones abiertas sin secretos, y deben regirse por criterios exclusivamente democráticos y de participación.
  • Contundencia. Los ciudadanos progresistas y muchos que jamás votaron a la izquierda nos exigen firmeza con racionalidad, una cabal contundencia, para hacer frente a la ruptura del pacto constitucional y de los equilibrios que se cerraron en la Transición. Esa ruptura es el principal producto del primer año de Gobierno del PP. Es la quiebra del estado social de derecho consagrado en el artículo 1 de la Constitución española.
    Si se rompe el principio de igualdad, los mecanismos que garantizan derechos sociales a todos los españoles en igualdad -el acceso a la educación, sanidad o justicia en igualdad, por ejemplo-, se rompe el modelo de convivencia constitucional de 1978. Los ciudadanos desean que los socialistas hagamos una oposición firme y clara en estos temas, creíble, que permita seguir creyendo que un futuro mejor es posible, y esa es la principal labor que desde la dirección del PSOE estamos llevando a cabo desde hace ya casi un año. Oposición firme, modernización del partido que buena falta le hace y presentación de un proyecto alternativo al que estamos padeciendo.
Si no somos capaces de hacerlo, si no logramos aunar estas tres exigencias junto al resto de demandas sociales que oímos cada día, entonces, ante la dimensión de las incertidumbres y riesgos que nos acechan, es posible que nos veamos abocados a refundar el modelo constitucional con el que nos dotamos en la Transición y que nos ha permitido disfrutar –con sus defectos- del periodo de democracia, libertad y prosperidad más prolongado de nuestra historia.

domingo, 20 de enero de 2013



MANERAS DE CRECER Y COMPETIR

 


Artículo aparecido en el periódico "ABC" el domingo, 20 de enero de 2013.


El reconocimiento por el FMI del error que supuso recetar austeridad, porque subestimó sus efectos despreciando el efecto multiplicador negativo sobre el crecimiento y el empleo, ha puesto en entredicho el eje básico de las políticas económicas impulsadas por la derecha europea desde 2010. Eso sí, sin reacción alguna por ahora. Año 2010, fecha en la que crisis financiera se convirtió en crisis de deuda soberana, crisis de deuda como consecuencia y no como origen de los problemas que vivimos. Esta semana el portavoz de la canciller alemana ha insistido en que Europa no volverá al crecimiento si no reduce su deuda, olvidando mencionar que Alemania ha crecido considerablemente en los últimos años con un porcentaje de deuda pública acumulada sobre el PIB mayor que el español, demostrando que el crecimiento, cuando se produce, se debe a otros factores.  

Pero el austericidio es sólo uno de los errores que se están cometiendo en materia de crecimiento. En España se desperdició el pacto de rentas alcanzado por los sindicatos y la patronal en enero de 2012, un pacto que contemplaba una cláusula de descuelgue general para moderar salarios como nunca se había logrado antes y abría la puerta a la flexibilidad interna para evitar destruir empleo a cambio de reducciones pactadas de jornada, movilidad laboral y bajadas salariales. Un modelo de relaciones laborales que ha sido dinamitado por la reforma laboral que vino después.  

Da la sensación de que el camino que estamos siguiendo para volver a ser competitivos y crecer y crear empleo, algo que sin duda lograremos, es el de ldevaluación interna vía costes, salarios y prestaciones sociales sin atender a los elementos intelectualmente más sofisticados pero reales y de peso que determinan la competitividad. Devaluación interna que es también consecuencia de las deficiencias institucionales de la zona euro. 

Así, en las últimas semanas, ante el fracaso del modelo de austeridad complementado por un burdo regreso a la desregulación –ahora laboral y social-, ha vuelto a cobrar fuerza la comparación entre lo qué hacemos aquí en el sur y lo que sustenta las economías del norte. 

Alemania ha ido bien. Y no lo ha hecho como la derecha defiende gracias a las reformas introducidas en la llamada Agenda 2010 que sólo ha conseguido dualizar el mercado de trabajo condenando a millones a la precariedad, a los minijobs y la subcontratación. La economía alemana sigue dependiendo de sus industrias y sectores clásicos sustentados por un sistema de relaciones laborales cooperativas que permite la implicación directa de los denostados sindicatos en la gestión empresarial. Un sistema en el que las empresas renunciaron hace décadas a la flexibilidad externa vía despido o temporalidad como en España. Un sistema en el que en tiempos de bonanza se invierte en tecnología, formación y modernización, y que en los de crisis retiene mano de obra mediante esa flexibilidad interna. 

En Francia, mientras, empresarios y sindicatos han firmado un proyecto de reforma del mercado laboral con el objetivo de mantener el empleo. ¿Qué contempla? Un pacto, flexibilidad y movilidad laboralla posibilidad de reducir el salario o el tiempo de trabajo para evitar despidos cuando existen dificultades objetivas en las empresas. ¿Les suena? Es probable, aquí vamos en la dirección contraria. El debate de fondo es sobre las diferentes maneras de crecer, o como dice un compañero mío, sobre unmás que posible concepción progresista de la competitividad.