domingo, 24 de febrero de 2013


El sueño sobre el estado de la nación



Artículo aparecido en "Sesión de Control" el viernes, 22 de febrero de 2013.

Las reacciones que el debate sobre el estado de la nación ha generado son el mejor y sin duda más actualizado indicador de la pobre calidad institucional de nuestro sistema político. Sí, pero también de la realidad social en diferentes ámbitos.
Creo que, continuando la senda de distanciamiento de la realidad que siguen desde hace demasiado tiempo, nadie ha resaltado suficientemente el hecho de que los principales rotativos y medios de comunicación habían dictado sentencia sobre el supuesto combate que se estaba celebrando en el Hemiciclo antes incluso de que acabara.
Ya no quedan medios que no oculten descaradamente sus preferencias ideológicas, convertidos no tanto en correas de transmisión de diferentes opciones ideológicas y/o de plataformas de intereses, sino incluso en sus principales promotores. Algunos no es que no sigan determinadas tendencias, sino que se han convertido sencillamente en los líderes de las mismas. ¿Informar?, eso lo dejaremos para otro día.
Las votaciones en internet sobre los diferentes púgiles fueron simplemente vergonzantes. El problema que esta realidad mediática genera es muy grave, y lo es no tanto porque no exista pluralidad –que la hay-, ni libertad de información, sino porque condiciona tremendamente la percepción de casi todo.
Los diputados y diputadas del Grupo Parlamentario Socialista asistimos con orgullo y satisfacción y salimos más que contentos del debate entre nuestro secretario general y el presidente del Gobierno, prácticamente sin excepción. Todos compartimos en grandes líneas la misma valoración de su discurso y réplicas, y lo hicimos desde el inmenso capital de experiencia política y conocimiento que aglutina un grupo como el nuestro.
Pues bien, al día siguiente no puedo ocultar que fui testigo de cómo experimentados parlamentarios dudaban de sus propias sensaciones tras la lectura de periódicos que habían adelantado sus conclusiones sin haber tenido tiempo real para meditarlas y escribirlas con un mínimo de garantías. ¿Por qué sucede esto?
La segunda reflexión que quiero destacar es que hoy, al día siguiente, todo vuelve a ser igual. El campo en el que se desarrolló el debate tuvo o tiene poco que ver con lo que sucede en la calle. Alfredo Pérez Rubalcaba trajo al debate los elementos que preocupan en la calle –paro, sanidad, copago, tasas judiciales y universitarias, desahucios, pobreza-, mientras que otros centraron el debate en los parámetros habituales del ring parlamentario.
Los debates sobre el estado de la nación, como todos los debates, lo son ante los ciudadanos, no ante los escaños colorados de unos y otros mientras los de los sillones azules se frotan las manos con ansiedad.
Tras el debate seguimos sin saber las razones por las que el Gobierno ha incumplido buena parte de su programa electoral, y no sólo en lo que tiene que ver con el ajuste, sino en otros aspectos puramente ideológicos, reaccionarios –privatizar hospitales cuando no existe evidencia alguna de que contribuyan al ahorro ni muchos menos la mejora de la calidad, excluir a emigrantes irregulares de la sanidad, instaurar copago en medicamentos cuando las subastas son más eficientes y no repercuten en los ciudadanos pero sí en las empresas farmacéuticas, liquidar la negociación colectiva, arremeter contra las entidades locales engordando las diputaciones para centralizar la privatización de servicios públicos, y tantas otras más-.
Son medidas destinadas a liquidar la otra herencia, la buena, la de un sistema social construido durante treinta años de democracia. Tampoco sabemos qué está pasando en el PP, en sus tripas, o que pasó. Y bien, no hizo falta ni un día, bastaron unas horas, para que el protagonista absoluto de la vida política española, ese esquiador que tiene 4.000 milllones de las antiguas pesetas en Suiza y que puede tener más -las cifras en euros a veces parecen menos de lo que son-, nos despertara del sueño sobre el estado de la nación de don Mariano.
En el PSOE sabemos que el funcionamiento parlamentario en todas sus dimensiones debe cambiar, debemos transformarlo. Los discursos para la galería propia de sillones colorados y medios afines no tienen ningún sentido. Menos aún si se simplifican argumentos, se exageran realidades y nadie se encarga de desenmascarar tanta impostura.
El recurso a la herencia recibida protagonizó la intervención de Mariano Rajoy, tanto para explicar el origen de todos los males -y de paso la impotencia de sus soluciones-, como para descalificar las propuestas que se hicieron desde la oposición. En particular las que hizo Alfredo Pérez Rubalcaba.
Ya sabemos que en España sólo tenemos pasado nosotros, la izquierda. Claro, la derecha nunca gobernó hasta Aznar, nunca antes. Tan sólo el aznarato en siglos. No es nada nuevo.
Así, mal vamos. Seguimos sin ser capaces de asumir colectivamente que nuestro país ha desperdiciado un ciclo económico completo, me da igual situar su arranque en 1993 -cuando terminó la anterior crisis con el PSOE al mando- o en 1998, cuando la Ley del suelo de Aznar inyectó nitroglicerina en nuestro sector inmobiliario y de la construcción.
Ha sido década y media perdida hasta el petardazo de 2008, algo que la derecha sigue sin reconocer. Década y media de endeudamiento, modelo de crecimiento enloquecido, insostenible, orientación equivocada de millones de talentos hacia la construcción, los servicios relacionados con ese sector -jurídicos, financieros-, las industrias auxiliares y el pelotazo. Y, por supuesto, los sobres y maletines con los que tantos emprendedores engrasaron a tantas administraciones para enladrillar la vieja piel de toro.
Seguimos sin asumir ese error colectivo que tanto daño económico y social ha generado y que muy pocos se atrevieron a criticar mientras sucedía. Algunos piensan que los aplausos a puerta cerrada, las victorias amañadas y a puntos y las loas afines les van a permitir continuar como si nada. Es una ingenuidad porque el lado oscuro de la burbuja ya está aquí para llevárselos.


        DRAGHI, EL MARCO FINANCIERO       Y EL DEBATE



Artículo aparecido en el periódico "ABC" el domingo, 24 de febrero de 2013.

La actividad en el ámbito económico y europeo ha sido muy intensa en las últimas semanas. La visita de guante blanco del presidente del BCE, Mario Draghi, y el cierre de un acuerdo sobre el Marco Financiero 2014-2020 por el Consejo Europeo sin su consiguiente debate parlamentario en el Congreso por la negativa del PP a celebrarlo, merecen cierta reflexión.

Draghi, en su, digamos, comparecencia a puerta cerrada, dijo: “las reformas no han de verse de manera aislada: su objetivo es lograr un funcionamiento mejor y más sólido y, sí, también más justo de las economías, en beneficio de todos los ciudadanos.” En inglés dijo stronger, better and fairer… que suena más fuerte. Y ello me lleva a mi primera reflexión. En España, cuando lo hagamos, ¿saldremos mejor de la crisis? ¿lo haremos de manera más justa? Y la respuesta es tan evidente que casi no merece la pena contestarla, es no. Este hecho protagonizó ciertos momentos del debate sobre el estado de la nación pero no obtuvo la respuesta que merecía por el presidente del gobierno. Las reformas que deterioran la igualdad de oportunidades de los españoles y que para muchos ya generan consecuencias irreversibles, aunque se corrijan en el futuro, como las del sistema educativo, las que limitan el acceso a la justicia, el copago sanitario para los más débiles, las que reducen derechos sociales y laborales, la amnistía fiscal, ratifican esa salida injusta.

Tenía razón Draghi cuando decía que el Consejo de Gobierno del BCE no defiende intereses nacionales sino su mandato institucional. Mandato definido por los legisladores europeos -Consejo y Parlamento Europeo-. Por eso debemos redefinir los intereses europeos y hacerlo democráticamente, y después cambiarlo. Con todo, a pesar del esfuerzo de los portavoces que intervinieron en esa reunión tan tasada y acotada, Draghi no ofreció esperanza alguna al principal problema que nos bloquea la salida de la crisis. El FMI estima que de los 360 puntos de prima de riesgo española unos 200 corresponden a elementos estructurales macroeconómicos propios –a pesar de que nuestra deuda pública acumulada es similar, todavía, a la alemana en términos PIB- y el resto, o sea unos 150 puntos, a deficiencias de diseño institucional de euro. Nadie se indigna ante este hecho con la intensidad que merece. Esos 150 puntos se llevan por delante en nuestra factura de intereses la mayor parte de los esfuerzo de ajuste que estamos realizando –el justo y el injusto- sin que nadie pegue en la mesa el puñetazo que la situación requiere. Hay quien ha sugerido que las inversiones productivas o en I+D+i no deberían computar como déficit en la escalilla europea. Podríamos exigir, también, un trato diferencial en términos de cómputo de déficit del coste presupuestario de esa parte diferencial de tipos que no corresponde a fundamentos macro sino a defectos y debilidades del diseño institucional del euro –como no mutualizar deuda-, de la falta de actuación del BCE, del diktat de la derecha que representa Angela Merkel que nuestro gobierno acepta sin rechistar. Si la situación no cambia, si no se logra parar esa injusta e insostenible fragmentación de la zona euro que asfixia nuestra economía, a nuestras empresas y trabajadores, no sólo no saldremos de ésta sino que el fantasma del rescate –eso que el presidente gobierno llama “ayudas”- volverá a visitarnos.

Sobre el acuerdo del Marco Financiero Europeo 2014-2020, destacar que se trata de un mal acuerdo para Europa y para nuestro país. Un presupuesto raquítico cuando Europa más hace falta, que reduce su presupuesto por primera vez y que no respeta las líneas rojas acordadas por el anterior gobierno, como los fondos que percibirán las regiones en transición – Andalucía, Galicia, Castilla la Mancha y Murcia-. Un acuerdo que a pesar del maquillaje con el que ha sido presentado implica la pérdida para España del 30% de los fondos de cohesión, más de 11.000 millones de euros, y mucho más.


martes, 5 de febrero de 2013



Ojalá pudiera creerle, señor presidente.


Artículo aparecido en "Sesión de Control" el lunes, 4 de febrero de 2013.
Me gustaría creerle señor presidente. Ojalá. Pero no puedo. No me sale, y mire que lo he intentado. Es evidente que yo no le voté y que no comparto su manera de ver las cosas ni muchas de sus ideas, pero como ciudadano creía que usted, tal y como es, podría defender con fuerza, honestidad y credibilidad los intereses de nuestro país y de todos y cada uno de los españoles en un momento tan difícil como el actual. Y bien, creo que ya no puede.
Tal y como explicó ayer nuestro secretario general Alfredo Pérez Rubalcaba, los socialistas creemos que ya no puede y por eso hemos decidido pedir su relevo, su recambio. Algo duro, difícil, largamente meditado.
Las razones que nos han llevado a esta situación crítica tienen que ver con la cascada de noticias aparecidas sobre las presuntas irregularidades cometidas en la financiación y la gestión de su partido. Informaciones relacionadas con prácticas irregulares en administraciones gobernadas por el PP y vinculadas, directa o indirectamente, con el denominado caso Gürtel. Un caso todavía pendiente de resolución judicial.
Informaciones de extraordinaria gravedad que han producido alarma e indignación social y que afectan no sólo al partido del gobierno, al PP, sino al Gobierno y a usted, su presidente. No se trata de un problema con el PSOE.
Todo lo que he descrito ha provocado una crisis política de consecuencias difíciles de calibrar, peligrosamente imprevisibles, que han reducido la escasa credibilidad de su Gobierno, el Gobierno que lleva un año imponiendo sacrificios a los españoles. Un Gobierno que ha llegado al límite de incumplimientos asimilables por una ciudadanía ejemplar que ha contemplado atónita como todo lo prometido desde la oposición y en la campaña electoral ha sido sistemáticamente quebrantado. Unos incumplimientos traducidos en sacrificios que en ningún caso figuraban en el programa electoral con el que el PP se presentó a las elecciones.
Pues bien, su cupo de incumplimientos, si es que se puede medir algo así, se ha completado. En poco más de un año han agotado su capacidad para pedir sacrificios a los españoles. Han reducido a su mínima expresión la imagen exterior de España. Han agudizado la desconfianza en las instituciones democráticas y han enturbiado aún más si cabe la percepción ciudadana de la política en España. Así, sin crédito, han cometido el peor de los errores cuando sólo se les exigía un poquito de verdad en aras del bien del común.
No es con nosotros, señor presidente, con quien tiene usted el problema. Nosotros, el PSOE, trabajamos con intensidad para recuperar nuestro espacio y credibilidad política desde la oposición, sin atajos, con mucho esfuerzo. Nosotros ni queríamos ni hemos buscado este nuevo trance en el que nos han situado a todos. Nosotros creemos en el trabajo bien hecho, metódico, sistemático. Creemos en el tiempo de la oposición y en eso estamos.
Este año hemos programado cinco convenciones políticas para afrontar los desafíos políticos que tanto nos preocupan y exigen, un Consejo Territorial que deberá dar respuesta a la reforma constitucional que nuestro país exige para resolver la crisis del modelo de Estado, una gran conferencia política en otoño, y mucho más.
No, no somos nosotros. Los ciudadanos españoles no comprenden porqué usted niega todo y no se querella contra el señor Barcenas. Los ciudadanos españoles no se creen que su partido no tuviera una ‘contabilidad B’ cuando tantos así lo reconocen, ante tantas evidencias. Y ha sido usted desde el sábado pasado quien ha vinculado su futuro político a esas dos cuestiones al desviar la atención sobre el fondo del problema, su partido, pretendiendo convencernos de que todo forma parte de una operación para desestabilizar al Gobierno y a España. Los ciudadanos no se creen que todo lo publicado sea un montaje.
Desde el PSOE hemos reclamado una explicación clara y convincente sobre todo ello, siempre con respeto a la presunción de inocencia de todos los afectados, evitando acusaciones o actuaciones que pudieran afectar a la credibilidad de las instituciones básicas de nuestra democracia que rigen la convivencia, siempre por las vías habilitadas por el Estado de Derecho. Pero las responsabilidades políticas y las penales son cosas diferentes, como bien sabe el exministro Fernández Bermejo y tantos más.
La amnistía fiscal de la que se ha beneficiado la cuenta en Suiza del señor Bárcenas que ustedes han negado en sede parlamentaria, el inconsciente disfrute de la ministra Mato de regalos de la trama Gürtel, los cambios de versión acerca de cuando se erradicaron los sobresueldos en ‘dinero B’ por la señora Cospedal, son todos comportamientos ejemplares.
En su comparecencia del sábado, sin permitir preguntas, no se produjo la explicación cabal, profunda y convincente que esperábamos. La ausencia de cualquier atisbo de explicación razonable ha añadido una crisis de moral pública -sí, como suena- a las crisis económica, social, territorial y política que padecemos. Una acumulación de crisis tan preocupante que nos ha obligado a reclamar lo que nuestro secretario general expuso el domingo 3 de febrero.
Necesitamos un presidente que pueda restablecer la confianza, la seguridad y la estabilidad que España necesita.