miércoles, 29 de abril de 2015




Grecia, pero también los demás.




Artículo aparecido en "Temas para el debate" el 27 de abril de 2015.


A pesar del creciente pesimismo sobre la posibilidad de encontrar una salida justa y solidaria a la situación griega todavía es posible hacerlo. Es compatible lograr que los ciudadanos y ciudadanas de Grecia vuelvan a confiar en un futuro de estabilidad, empleo y crecimiento dentro del euro, mientras el conjunto de Europa crece y refuerza la gobernanza democrática de la economía.

Hoy, como siempre, la salida del euro de Grecia, el “Grexit”, constituiría una insensatez de consecuencias imprevisibles no sólo para Grecia, sino para el conjunto de la Unión Europea y para el proyecto de construcción europea. Hay que recordar que fuera de Europa no hay nada.

La solución para Grecia debe ser el primer resultado visible del giro que los más optimistas creen que ya ha comenzado a dar la política económica europea tras el fracaso de la austeridad entre 2010 y 2014. una estrategia que ha colocado a Europa en una situación peor que la de partida.

Con timidez, el esfuerzo de los socialistas europeos comienza a ser reconocible. El Plan Juncker, un plan que apunta en la dirección correcta aunque con mucha menos ambición de la necesaria, es consecuencia directa del programa con el que concurrimos a las elecciones europeas en mayo de 2014. La Unión Bancaria, a pesar de sus carencias, no se hubiera materializado sin el impulso que le dio el Presidente Hollande a partir de 2012.Tampoco el giro dado por el Banco Central Europeo desde que lo preside Mario Draghi, el principal responsable gracias a su política monetaria acomodaticia lla la europea" de la mejoría de las perspectivas de crecimiento, habría tenido lugar sin el constante tesón de la socialdemocracia europea.

El último episodio de la crisis de Grecia ha sido el vinculado con el cumplimiento de sus compromisos del mes de abril con el FMI. Esta nueva prueba ha vuelto a generar demasiado desgaste y ha vuelto a demostrar la insostenibilidad de continuar mes a mes, semana a semana, viviendo al límite, al borde del precipicio. Tanto el nuevo Gobierno de Syriza como el Consejo liderado por Angela Merkel han errado su estrategia. La probabilidad de que ocurra un "accidente" aumenta día a día, entendiendo por ello incurrir en un impago que podría desencadenar una cadena de acontecimientos incontrolables. La situación es tan crítica que es difícil imaginar avances a corto plazo que alejen la posibilidad de un impago soberano más allá de 3 meses. Trimestre a trimestre, y así indefinidamente, no parece sostenible. Se negocia al límite de lo económico y de lo político —la reclamación de indemnizaciones de guerra a Alemania o el viaje a Rusia— sin ser consciente del riesgo en el que se está incurriendo.

Grecia necesita un plan de solidaridad y crecimiento, y un plan de gestión de su deuda creíble y compatible con el crecimiento. A medio plazo no resulta verosímil plantear una tuta de salida de la situación actual que exija una comprobación constante de las reformas adoptadas. Grecia y el resto de la Unión deben ser capaces de alcanzar un acuerdo creíble y estable que no genere una nueva crisis cada fin de mes, cada vez que haya vencimientos de letras del tesoro o cuando corresponda atender a las obligaciones crediticias que se decida mantener en un potencial nuevo acuerdo. Sin confianza Europa es imposible. una salida de Grecia del euro sería letal para el futuro de la unión, generaría pérdidas irrecuperables a sus acreedores —dinero de los contribuyentes— y abandonaría a los ciudadanos griegos en medio de una tormenta geopolítica perfecta en su región, Europa, sí, pero también la del Mediterráneo oriental y mar Negro.

La Unión Europea y Grecia no pueden ser a la vez socios y acreedores porque somos una Unión de ciudadanos por encima de cualquier otra cosa. Por esta razón los socialistas españoles del PSOE creemos que, una vez cerrado el esquema institucional de creación y puesta en marcha de la Unión Bancaria, ha llegado el momento de acometer la creación de un Fondo de Amortización de Deuda. En línea con la propuesta aprobada por el Parlamento Europeo, este Fondo podría emitir Eurobonos que servirían para mutualizar la deuda pública de los países miembros que supere el 60% del PIB, límite establecido en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. En un principio esta emisión podría limitarse incluso solamente a Grecia o a los países que lo solicitaran porque su aplicación podría razonablemente ser paulatina. Estas medida implicaría crear un instrumento de garantía de pago de la deuda soberana afectada respaldado por el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), que dado el volumen actual de dicha deuda y de capital de MEDE no exigiría desembolso adicional alguno.

Sin una solución que alivie la carga de la deuda pública y dé oxígeno a su economía, como propusimos desde el PSOE en enero de este año, no será posible avanzar hacia solución alguna. Para ello es necesario facilitar el alargamiento de plazos y rebajas del tipo de interés en el pago de su deuda pública. El escaso margen que se pueda lograr por esta vía, que es urgente porque el bloqueo de la situación está deteriorando el crecimiento griego desde las últimas elecciones, debe utilizarse para poner en marcha medidas que incentiven el crecimiento. Medidas de inversión que no generen más déficit y que pongan a prueba la capacidad solidaria del resto de la Unión y en particular de la Europa "central". La mejor manera de impulsar el crecimiento sin incurrir en más endeudamiento es combinar los efectos del “quantitative easing” del BCE con el aprovechamiento del margen fiscal disponible en países como Alemania, en el que, por ejemplo, la inversión neta es negativa desde hace casi una década, mientras que ha acumulado un superávit por cuenta corriente equivalente al 75% de su PIB en una década. una enfermedad macroeconómica, aunque de otra naturaleza que la griega. Desequilibrios fruto de la hegemonía del llamado “ordoliberalismo" alemán que confunde valores morales con elementos objetivos de la teoría económica. Cualquier acuerdo creíble sobre Grecia exige un cambio de rumbo claro en la economía del conjunto de la Unión y no digamos de la eurozona, y ello exige otra actitud de los países de la austeridad y de sus acólitos del PP europeo. Otra política económica es posible los Estados Unidos de Obama lo han demostrado. El FMI ya advirtió acerca de la mediocridad de la calidad del crecimiento europeo, de la imposibilidad de recuperar los niveles de renta y empleo previos a la crisis, de la insuficiencia de inversión —pública y privada— para crear actividad y emplear nuestra bolsa de paro en puestos de trabajo de calidad —buenos empleos— y sostener al mismo tiempo nuestro sistema de bienestar —población envejecida—y luchar con éxito contra la creciente desigualdad.

Todos, tanto Grecia como el resto de países de la Unión Europea, necesitamos alcanzar mayores tasas de crecimiento nominal que permitan crear empleo y reducir el endeudamiento de Administraciones, empresas y familias. La puesta en marcha del Plan Juncker debería acelerarse al máximo y dar prioridad a los países con tasas de desempleo más elevadas, como ocurre en Grecia. Asimismo, el Plan Juncker debe complementarse con un Plan de Reindustrialización, de inversiones, coordinado a escala europea, pero con un importante componente de inversión doméstica en cada Estado miembro. Las inversiones contempladas por este Plan se dirigirán a empresas ya existentes de dimensión europea o nacional y a proyectos de emprendimiento. Estas inversiones no deberían computar a efectos de control del déficit y, para evitar la generación de desconfianza a escala comunitaria y por cualquier Estado miembro, las decisiones de inversión y el control de la evolución de los proyectos deberían ser realizados a escala comunitaria. Su efecto sobre el crecimiento puede ser mucho mayor que el de los Fondos Estructurales y Fondo de Cohesión del ciclo económico anterior, sin destinarlos a finalidades improductivas y evitando aquellos que exijan procesos de maduración y amortización muy largos como algunas infraestructuras.

Grecia debe afrontar con realismo la necesidad de hacer todo lo necesario para poder generar empleo en un contexto que nada tiene que ver con el previo a la crisis. Pero no sólo es Grecia, es también el resto de Europa, porque sin un verdadero giro en la ruta económica de Europa, de toda ella, Grecia no podrá superar la crisis, y quizás otros miembros de la eurozona tampoco.


miércoles, 22 de abril de 2015


Time to rediscover the credible centre ground.



Artículo aparecido en  "Policy Network" el 21 de abril de 2015.


European progressives need to rediscover their capacity to advocate a credible centre ground, and regain the courage to lead

The crisis in Greece serves as a warning to democrats everywhere. The country that centuries ago gave birth to the democratic ideal has the potential today to ignite a populist revolt that could engulf its neighbors and bring Europe to its knees. European leaders have chosen to punt decisions on Greece’s economic future until the summer. In the intervening months, progressives need to define a pro-growth alternative and bring about a ‘European spring’.

In France, Italy and Spain, as elsewhere across the Mediterranean, the threat is tangible. There are little or no significant signs of economic growth. Populist movements from Podemos, to Five Star and the National Front remain strong or are gaining momentum. In this context, the voice of the pro-growth progressive left is trapped in a pincer movement between an ideological right wedded to Angela Merkel’s austerity agenda and disenchanted voters encouraged to blame Europe, foreigners and immigrants for their current woes. The Spanish Socialist Workers Party´s (PSOE) results in Andalucia are great news for progressives but there is still a lot to achieve in coming elections.

Across Europe, then, we are experiencing a leadership crisis. Conservatives seem content to bury their head in the sand and place blind faith in calls for structural reform. The ‘Juncker plan’ is the latest example of this fruitless and failed path. Similarly, progressives seem incapable of mustering the intellectual rigor or the political will to design, propose and pursue a credible pro-growth alternative. In this vacuum, populists are pushing the romanticised ideals of Caracas and Porto Alegre rather than the hard-earned progress of Scandinavia.

The time has now come for progressives in Europe to take ownership of the current crisis: to carve out a political space characterised by realism, facts, and credible policies able to engender economic growth and business competitiveness, and promote social justice. Properly synchronised policies focused on social justice and economic competitiveness can help foster a virtuous circle of inclusive prosperity. Unfortunately in Spain, Podemos claims we can afford Scandinavian public services without the dynamism of their economy, while Ciudadanos warns that Nordic competitiveness is only achievable without its welfare.

The time has now come to move beyond these arcane and unhelpful dichotomies, to stop opposing welfare and competitiveness, or growth and structural reform. All the structural reforms in the world will not deliver growth, just as a massive demand stimulus or mutualising national debt will not improve the competitiveness of French and Italian industry, or make Spain’s social contract sustainable.

The issue is one of choreography and timing. Supply-side measures will only produce results if they are accompanied by the investment necessary to deliver productivity gains. Moreover, good jobs in a competitive economy are the best route to social justice, but they also require investment in innovation and research and development, education and skills, more effective institutions, and new infrastructure. This could not be further from the route Prime Minister Manuel Rajoy chose for Spain – internal devaluation achieved by axing wages and reducing welfare without any strengthening of capital investment. Today, Spaniards are being led in a race to the bottom, when with aspirations for investing in human capital, technology and innovation, and physical capital would could win a race to the top.

Spain, and Europe, needs a new deal, one based on coherent mix of supranational investment and domestic reform, accompanied by a better coordination of macro-economic policies. In the case of Germany, measures to increase Europe’s aggregate demand and mutualise debt must now proceed. This must move forward in tandem with concerted efforts at domestic reform. And these must be supported by greater action at the European level, which is why PSOE recently presented its own re-industrialisation strategy for Europe, focused on investment in human capital and skills.

For this balance to occur, however, European progressives need to rediscover their capacity to advocate a credible centre ground, and regain the courage to lead. Jacques Delors, was fond of saying the EU was like a bicycle: easy to ride as long as it was moving forward, likely to fall once it stopped. Europe needs a new sense of direction and greater balance if it is to survive. Only a credible pro-growth progressive voice can provide this. By moving forward Europe can escape the current crisis, but we should be under no illusions – time is running out for the European dream.