lunes, 24 de octubre de 2011

Tribuna publicada el 23-10-2011 en el diario ABC

AGENTES ECONÓMICOS Y AGENCIAS

Juan Moscoso del Prado

Diputado a Cortes por Navarra y Doctor en CC. Económicas

No hay semana ni día en los que no dejen de llegar mensajes preocupantes de los mercados financieros generados por las distintas reacciones de los agentes económicos ante la información que como siempre se va generando y conociendo de manera continua, sobre todo datos coyunturales macroeconómicos y resultados empresariales. Al mismo tiempo, otro tipo de entidades alimentan a los operadores con interpretaciones y lecturas de esos datos de mercado que son objetivos o reales, por ejemplo las agencias de calificación que de nuevo han sido noticia. La reducción de la calificación española en los últimos 15 días, un escalón por Standard & Poor's y Fitch, y dos por Moody's, es buen ejemplo de estas interpretaciones que con frecuencia se consideran erróneamente “noticias económicas negativas”. Económico es lo que hay detrás, no la valoración que responde a otros muchos elementos.

Por ello debemos tomar decisiones capaces de modificar los datos objetivos o reales, los coyunturales y los resultados de las empresas, y no limitarnos a interpretar en un sentido u otro lo que sucede como hacen las agencias de calificación.

Ha habido también estos días interpretaciones para todos los gustos tras saberse que la Autoridad Bancaria Europea (EBA) podría estar estudiando no una quita de la deuda de varios países sino la realización de pruebas de stress o resistencia suponiendo quitas en diferentes deudas soberanas con el fin de conocer la solvencia del sistema financiero ante este supuesto y, en consecuencia, reforzar los criterios de solvencia bancaria para despejar las dudas sobre el sector. El debate se centra en qué entidades deberán someterse a estas pruebas y cuales serán las necesidades de capital que se les exigirán después para afrontar ese riesgo potencial de quita soberana. Desde el sistema financiero ya se han escuchado voces exigiendo que no se recapitalice la banca de forma indiscriminada.

Volviendo a lo económico, al fondo, la crisis financiera no muestra indicios de remitir porque la ausencia de crecimiento sigue deteriorando las cuentas públicas y la salud de los balances bancarios. Las necesidades de financiación internacional de nuestro país y la deuda externa del sistema financiero y empresarial se hacen más pesadas a medida que pasa el tiempo sin que Europa retorne a tasas de crecimiento sostenidas. En España, hasta que recompongamos la parte de nuestra economía productiva destruida por el estallido de la burbuja inmobiliaria, esa vieja herencia de los 90 que algunos ahora reivindican.

Mientras, la ausencia de soluciones creíbles para la crisis de deuda soberana europea complica aún más el escenario. Por eso es fundamental, por ejemplo, crear un sistema de protección del euro que incluya la puesta en marcha de los eurobonos para que los países tengan que pagar menos intereses por su deuda como ha defendido esta semana el candidato Rubalcaba. Una medida que mejoraría la confianza e incidiría positivamente en la salud del sistema financiero al que más pronto o más tarde se le va a exigir recapitalizarse por su tenencia de deuda soberana europea. Si el Consejo Europeo decide hoy que el fondo de rescate avale parcialmente futuras emisiones de deuda soberana para cortar el riesgo de contagio de un impago de Grecia se habrá dado un paso adelante hacia los eurobonos, si bien, una vez más, insuficiente.


lunes, 3 de octubre de 2011

Tribuna publicada el 02-10-2011 en el diario ABC

NO HAY MARCHA ATRÁS

Juan Moscoso del Prado

Diputado a Cortes por Navarra (PSOE)
y Doctor en CC. Económicas

Estamos intentando que el antiguo sistema funcione y ese no es el camino, hace falta otro, hay que construir un sistema económico diferente y cuanto más tardemos en darnos cuenta peor será. No vamos a volver al crecimiento que comenzó en 1994 prometiendo las mismas políticas de entonces con menos impuestos. Ese fue el error de los ochenta liderado por Thatcher y Reagan tras la crisis de los años setenta, la base de la crisis actual, la desregulación financiera pero también en otros sectores. La burbuja inmobiliaria es consecuencia de ella, de esa filosofía. Aunque nuestra banca no se lanzó a la innovación financiera tóxica como hizo la de otros países, sí se volcó en el sector inmobiliario, en particular el residencial, y lo está pagando con efectos similares. La segunda consecuencia de la crisis, la deuda soberana o del euro, no es un efecto del Plan-E ni de ningún error clamoroso de este gobierno tras la certificación de la crisis en 2008 con el colapso de Lehman Brothers, o de las difíciles decisiones adoptadas en mayo de 2010 por nuestro gobierno desde la mas estricta soledad –por eso choca que muchos de los que entonces quisieron arriesgar y dejar caer al país y de paso al gobierno por el precipicio hablen ahora de grandes pactos de Estado-. La crisis de la deuda es el producto de la propia crisis financiera e inmobiliaria, y del desempleo y destrucción de tejido productivo que ha generado.

La deuda española, italiana o francesa sufre en los mercados porque con la estructura productiva actual, con nuestro modelo de ingresos y gastos, con las obligaciones generadas en materia social, en infraestructuras, en servicio de deuda o intereses –incluso con una deuda pública española por debajo de la media europea-, no parece que la estructura productiva resultante de la crisis permita asegurar hacer frente a ese volumen de compromisos. El problema no es el endeudamiento público, insisto, que es bajo en España, sino el temor a que la economía debilitada por la crisis no sea capaz de asumir el coste de todas las obligaciones adquiridas en los últimos 30 años. Tan pronto como se vuelva a crecer y se ocupe el espacio que han dejado las miles de empresas destruidas y los millones de empleos desaparecidos la crisis de la deuda se irá mitigando. Mientras, además, la obligada austeridad necesaria para hacer más liviana esa carga afecta al ritmo y posibilidades de la recuperación. Cierto es también que el elevado volumen de deuda privada supone un lastre adicional para la recuperación, otro regalo bancario.

El gasto público, por tanto, debe primar dos objetivos. El primero, el mantenimiento del Estado del Bienestar y de las medidas que garanticen la igualdad de oportunidades, para evitar que la crisis se lleve por delante a una generación entera. Sólo el Estado del Bienestar garantiza que en la vida se alcancen unas metas en función de lo que se lleva dentro, de la capacidad de cada uno, y no del origen. Los diferentes énfasis que se conceden a la ruptura de esa desigualdad es la base de la diferencia entre izquierda y derecha. En segundo lugar, aunque al mismo nivel, las medidas destinadas a reforzar nuestra capacidad de crecimiento, la educación en su doble faceta -igualdad de oportunidades e inversión productiva-, en combinación con todo lo destinado a modernizar nuestra economía y a mejorar su competitividad y productividad.

Por ello, siete semanas antes de las elecciones, mientras desde el PSOE hemos reconocido que podíamos haber hecho más para acabar con la burbuja, desde el PP se sigue sin hacer ningún tipo de autocrítica mientras se vende la falsa idea  de que es posible retornar al pasado, a esa burbuja impulsada por la Ley del Suelo de 1998, las deducciones fiscales a la vivienda y el alicatamiento a crédito de nuestro país que tanto daño nos ha hecho. No hay marcha atrás.