domingo, 1 de marzo de 2015




Así conocí a Ángel Gabilondo.






Cuando acabé COU en Pamplona la UPNA no existía. Todavía subsistían los vetustos distritos universitarios y nosotros dependíamos del de Zaragoza. Recuerdo que días después de hacer la selectividad en el lnstituto de Ermitagaña alguien fue a Zaragoza y apuntó las notas de todos los de mi colegio en un papel y nos fue llamando uno por uno por teléfono a nuestras casas, al fijo claro. No había móviles ni internet. Así funcionaba todo en junio de 1984. Muchos de mis amigos y amigas queríamos ir a la universidad, fuimos una generación intermedia, logramos llegar a ella más que los de diez años antes pero todavía mucho menos que los de 10 años después. Y es que era algo complicado.


En Pamplona sólo había una escuela universitaria en la que a los tres años obtenías un diploma en empresariales que te servía para licenciarte después en Zaragoza, también teníamos la escuela de ingenieros técnicos agrícolas de Villava, la de ingenieros técnicos industriales del Sario, la escuela pública de enfermería, y la UNED. Y la Universidad de Navarra, claro. El sistema de distrito universitario dificultaba mucho la posibilidad de salir del tuyo, así que Zaragoza era el destino más natural si no lograbas un traslado. Aquél verano del 84 mis compañeros, compañeras y yo nos lanzamos a la aventura de la universidad con diferente grado de éxito porque hubo de todo. Iñaki logró plaza en Sarriko en Bilbao y comenzó allí económicas alojado en una pensión. Angel y Pilar se fueron a Soria a estudiar el primer ciclo de medicina y lograron acabar en Zaragoza. Otros lograron plaza en Zaragoza directamente en primero como Fermín. Javier y Juan comenzaron a preparar el durísimo ingreso en INEF. Tardaron pero lo consiguieron tras años de esfuerzo. Mi segundo Iñaki se puso a trabajar y se matriculó en la UNED. También acabó. Juancho ingeniería en Zaragoza. Eduardo empresariales en Zaragoza. Juanma agrícolas en Villava. Fernando empresariales en la vieja escuela de peritos mercantiles de Pamplona para después acabar en Zaragoza. Cristina empresariales en San Sebastián. Javier se fue a los jesuitas de Deusto. Antxón diseño en Barcelona. Fernando medicina en Madrid. Elena políticas en Madrid porque en toda España sólo había en la Complutense y te garantizaba el traslado. Julián, mi tercer Iñaki, Josecho, Amaya, María Eugenia, y muchos más fueron admitidos en la Universidad de Navarra e hicieron sus carreras sin demasiados problemas. El Gobierno de Navarra y antes la Diputación concedía ayudas a los navarros que estudiaban en ella, pero la Universidad de Navarra tenía sus propios criterios de admisión. Yo me fui a Madrid y tras algunos imprevistos logré matricularme en la Universidad Autónoma, sí, la de Ángel Gabilondo.


En la Universidad Autónoma de Madrid encontré justamente lo que andaba buscando. Una gran universidad pública abierta y diversa con buenos profesores y alumnos de todo el mundo que era capaz de compaginar la escasez de la época con el sueño de la educación pública de calidad. Siempre ha estado en lo más alto de los ranking, y como todas sufrió periodos de
recortes, masificación, sus dosis de endogamia o esclerotización. Yo le debo muchísimo.

Cuando se creó la UPNA impulsada por el PSOE contra las resistencias de siempre la vida y el horizonte de los estudiantes de Navarra se transformó radicalmente. Yo siempre soñé a aquella UPNA emergente como algo similar a la Autónoma de Madrid, vibrante y comprometida con el servicio público y con la excelencia docente, arriba en los ranking compitiendo en calidad y resultados con el resto de universidades públicas o privadas, abriéndose paulatinamente a nuevas áreas y titulaciones.


En la Autónoma de Madrid estudié Ciencias Económicas, 5 años inolvidables, primero y segundo en grandes grupos, tercero en el Reino Unido en la Universidad de Kent en el primer año de la historia de Erasmus, y cuarto y quinto en un pequeño grupo de 20 alumnos que elegimos la especialidad de Teoría Económica, un verdadero lujo intelectual. Al terminar gracias a una beca estudié un master de postgrado en el Colegio de Europa de Brujas, sólo había 5 españoles en mi programa y 2 éramos de la Autónoma. Años después volví al campus para doctorarme. Tardé 5 años mientras trabajaba y daba clase como profesor asociado. Tras leer la tesis un día recibí una carta en la que se me invitaba a la ceremonia de entrega de diplomas y medallas a los nuevos doctores a la que acudí con orgullo y emoción, de nuevo el viejo campus, los árboles habían crecido mucho casi 15 años después.

Y allí estaba el magnífico rector, D. Ángel Gabilondo, quien lo iba decir, y yo con esas pintas recogiendo la medallica. A ninguno se nos podía pasar por la cabeza entonces cuanto íbamos a coincidir después. Qué gran señor, D. Ángel.

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