2014: esperando a Europa (otra vez)
Artículo aparecido en el periódico "ABC" el domingo, 29 de diciembre de 2013.
Todas las esperanzas de recuperación
económica y de salida de la crisis en la que estamos, de la recesión
técnicamente habríamos salido ya, pasan de nuevo por el camino que elija Europa
en un año electoral. Si 2013
ha sido el año en el que François Hollande demostró que
la alternancia en el Elíseo no sirvió ni para reorientar el tono de la política
económica impuesta por el Consejo de la Unión Europea ni para diluir la hegemonía
de la canciller alemana Angela Merkel, 2014 debe ser el año en el que la
coalición CDU-SPD muestre su hoja de ruta. Ojalá sea otra y los
socialdemócratas logren lo que Hollande no pudo alcanzar.
Los últimos hitos relevantes de la trayectoria
europea se fijaron en 2012 y en los primeros meses de 2013 hasta que el clima
preelectoral alemán congeló de facto cualquier innovación. Una desequilibrada
unión fiscal sólo por el lado de los gastos, y una indeterminadísima unión
bancaria con un proyecto razonable de supervisión pero sin rastro alguno de
mecanismo de resolución solidario y común, y mucho menos de garantía de
depósitos, se abren paso mientras seguimos sin noticias de la solidaridad
verdadera, la que tiene que ver con la deuda soberana y con la construcción de
diques que garanticen que la deuda privada no se convertirá en pública –en
España la broma de Bankia, las cajas gallegas y algunas catalanas nos ha
costado a los contribuyentes más que toda la red de AVE existente-. Un año,
2013, en el que la Unión ha aprobado su nuevo marco financiero para el periodo
2014-2020, a
todas luces insuficiente para la magnitud del reto al que nos enfrentamos. Y un
año también que ha mostrado lo muchísimo que se puede tardar en aprobar un
programa como el de la Garantía Juvenil –empleo o formación para todos los
jóvenes antes de cumplir 4 meses en el paro- dotado con un raquítico
presupuesto que sí, es mejor que nada, pero que difícilmente va a contribuir a modificar
las expectativas que existen sobre esta tragedia –nadie prevé una reducción
significativa del desempleo en nuestro país antes de 2016-.
Así las cosas y algo cansados del
debate austeridad-crecimiento ahora que nadie defiende el tono, ritmo y
composición de los recortes ejecutados desde 2010, ni el FMI ni la Comisión
desde luego, pero conscientes de la necesidad de equilibrar las cuentas
públicas, 2014 aparece una vez más como año clave. Año clave, sí, otra vez. Equilibrar
las cuentas, algo que hoy en España es un problema de ingresos más que de
gastos a pesar de los excesos que protagonizamos en los buenos tiempos de la
burbuja. Una necesidad de equilibrio, sin embargo, en el ciclo y no año a año
como equivocadamente impone la incumplible Ley Orgánica de Estabilidad
Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera de 2012, en contra del
acuerdo político que acompañó a la reforma de la Constitución de 2011 –art 135-
, y que no va a servir para devolver nuestra economía al crecimiento.
En 2014 elegiremos un nuevo
Parlamento Europeo que debe ser ante todo europeísta y no euroescéptico ni
eurófobo, pero mejor progresista que conservador. Un Parlamento capaz de denunciar
con claridad los problemas que la mayoría conservadora en el Consejo ha dejado
cristalizar a cambio de nada: así ni saldremos antes de la crisis ni lo haremos
más cohesionadamente. Hasta el debilitado Obama del final de 2013 parece un
intrépido gobernante en materia económica en comparación con lo que la UE, el
eurogrupo y el Consejo han logrado. Por eso ahora que los liberales alemanes
han desaparecido engullidos por Angela Merkel, y ahora que el SPD forma parte
del gobierno federal habiendo renunciado desde el primer día a formar un
gobierno con los verdes y Der Linke –atención al dato, la izquierda obtuvo más
votos y escaños que la Sra. Merkel- es la hora de las novedades. Porque si la
UE no se plantea dar otro aire al mandato del BCE –crecimiento también, no sólo
inflación-, si no se armoniza la fiscalidad en serio también por el lado de los
ingresos –cuantos problemas nos ahorraríamos en España-, si no pretende adoptar
algo que merezca el nombre de presupuesto en el siguiente periodo financiero
que debería coincidir con el nuevo ciclo político, y si no profundiza en la
mutualización solidaria de deuda gestionando conjuntamente pasivos –eurobonos-
desde un tesoro europeo, no habrá nada que hacer y no lograremos salir de la
crisis sin pagar antes un altísimo precio.